La Confesión de Alexy

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-Creo que... Que me gusta Violetta -confesó Alexy, rojo de la vergüenza y mirándome con sus enormes ojos.

La información tardó mil años en llegar a mi cerebro, ser procesada y luego enviar la respuesta a mi sistema nervioso, mientras Alexy seguía mirándome, esperando mi respuesta.

Cuando por fin mi cara reaccionó, yo abrí mucho los ojos mientras mi cuello hacía que mi barbilla baje de forma paralela a mi pecho, mi rostro era un «¿Me estás jodiendo?» fuerte y claro.

-¿Qué?- pregunté, imposible de creerlo.

-Annie, por Dios, no pongas esa cara -suplicó mientras su rubor se intensificaba.

-¡Es la misma que puse cuando dijiste que eras gay y ahora me dices que eres hetero! -le dije con el ceño fruncido, Alexy abrió mucho los ojos y levantó las manos entre él y yo con las palmas dirigidas hacia mí, negando con la cabeza y alegado inocencia.

-¡No, no, no, no soy hetero! -me corrigió, yo entorné los ojos, ¿qué carajos le pasaba a este muchacho?-. Sólo me siento atraído por Violetta, pero... pero aún me gustan los chicos.

-Entonces eres bisexual -le corregí, este chico iba a volverme loca.

-Es que tampoco creo que es eso. Me parece que soy igual que Freddie Mercury: Me atraen los chicos, pero estoy enamorado de Violetta... Y Kentin, pero sólo por el cuerpo, nada más -me confesó, yo le golpeé fuerte la cabeza con mi cartera, él gritó y se tomó con las manos el lugar donde le había pegado.

-¡No puedes decir que te gusta mi prometido delante mio!-Le dije, muy enojada, retomé la compostura y suspiré-. A ver, Alexy, analicemos esto, te sientes atraído por Viole, ¿en qué sentido atraído? ¿Te gusta su personalidad o su forma de ser? ¿Te excita?

Alexy se puso muy colorado mientras su boca se transformaba en una "ese", se aclaró la garganta y respondió.

-Me... Me siento... afectiva y sexualmente atraído hacia ella-susurró, asentí pues poco a poco empezaba a entender los sentimiento de mi amigo.

-¿Por qué? -pregunté, Alexy miró hacia otro lado, intentando desviar la pregunta.

-Es... tan pequeña y.... frágil... Me recuerda a una chica de la cual estaba enamorado -respondió Alexy. Me envaré, quizás en eso que acababa de decir pueda haber algo importante.

-Cuéntame de eso -le pedí.

-¿Estás hablando de Neil? -dijo la voz de Armin por detrás de su hermano, Alexy se giró y al ver a su gemelo apartó la vista fijándola en el suelo-. Pensé que ya habías superado eso.

-¿Neil? -pregunté. Armin se paró delante de nosotros dos.

-Neilel era una compañera nuestra de secundaria -comenzó mientras Alexy continuaba evitando ver a su hermano-. En aquél entonces a Alexy aún no había descubierto su sexualidad, pero su amor siempre fue Neil, con quien compartía absolutamente todo: Desde el almuerzo hasta ir y volver a casa y al colegio. Alexy siempre fue tímido con todos, pero con Neilel la cosa era distinta, con ella podía ser como él quería, siempre que llegaba a casa del arcade estaban ellos dos estudiando o jugando juntos; sucedió que estábamos en pleno desarrollo hormonal cuando finalmente a los catorce años Alexy se le confesó, pero...

-Armin... -le advirtió su hermano Alexy.

-Pero Neil lo rechazó, alegando que ella estaba enamorada de un chico de mayor del último curso, a quien ella si veía como un hombre, pues para ella mi hermano solo era un niño -continuó Armin, sin prestar atención a la advertencia de Alexy.

-Veo que no vas a escucharme así que continúo yo. Desde ese momento empecé a fijarme mucho en la forma de ser de aquel muchacho que había acaparado toda la atención de Neil -continuó Alexy, evidentemente molesto pues su hermano no le había prestado atención-, y empecé a sentir mucha admiración por su forma de ser, tan seguro de sí mismo, tan varonil y frontal... Decidí entonces volverme más cercano a Rob y nos hicimos muy buenos amigos, pero...

-¿Pero? -pregunté, esperando a que Alexy continúe el relato.

-Pero a Rob no le interesaban las chicas -respondió Alexy, seguía mirando al piso-: A él le gustaban los muchachos como yo: Infantiles, aniñados y sobre todo frágiles, y yo con catorce años era todo eso y más. Me enseñó cosas que no puedo mencionar, con él tuve mi despertar y la puerta de entrada hacia el mundo del sexo. Pero debo mencionar que, siendo gay, era tremendamente misógino. Rob simplemente odiaba a las mujeres, Neilel nunca llamó su atención, ni ella ni ninguna otra mujer, las detestaba por ser todo lo que él no podía ser, e intentó convencerme de que yo también debía odiarlas, pero no podía, Neilel seguía aferrada a mi corazón, pero en vez de odiar a las mujeres... Empezaron a gustarme los muchachos, en especial como él.

-Por eso te atrajo Kentin -deduje, Alexy asintió lentamente.

-Kentin me recuerda mucho a él: Fuerte, decidido, valiente, seguro de sí mismo... A excepción que Kentin no es misógino como Rob lo era -dijo Alexy mientras veía como un tren pasaba veloz por el andén de la estación-. De hecho los únicos muchachos que me gustaron fueron Rob y Kentin.

-¿Y Pier? -pregunté.

-Me sorprende que no te hayas dado cuenta, pero Pier se parecía mucho a Violetta en cuanto a su forma de ser -respondió y por fin me miró a los ojos; recordé como era él y tenía razón: Callado, tímido, introvertido...-. Supongo que mi inconsciente siempre se aferró a Neilel.

El frío estaba pegando fuerte y ya no sentía los pies, así que nos levantamos y salimos de la estación, en silencio, mientras que mi mente trabajaba a mil por hora intentando descifrar qué había sucedido en la mente de Alexy para que repentinamente le guste Violetta.

-Alexy... Creo que deberías ir a un psicólogo -le aconsejé, Armin lanzó una carcajada y su hermano le golpeó el brazo.

-Ya fui durante muchos años y me dijeron que no había que preocuparse por mi homosexualidad -respondió el peliazul.

-Si estás decidido con tu sexualidad sí, pero si te encuentras en tremendo dilema... no es algo sano -respondí, pero Alexy suspiró.

-Según la psicóloga que me vio desde lo de Rob hasta que terminé el instituto, la sexualidad es algo muy ambiguo, es como un helado: Llega un momento en el que te hartas de tomar tanto helado de un mismo y te asquea así que quieres probar otro sabor, según ella era lo mismo -me explicó. Armin estornudó con ganas provocando una cara de asco en su hermano y en mí-. Lo meditaré con la almohada esta noche, la verdad es algo que me rompe el coco desde hace tiempo.

-Está bien, sabes que lo que necesites me llamas -dije con una sonrisa, Alexy me sonrió y me abrazó con fuerza.

-Créeme que también me gustabas, pero Kentin me ganó de mano -dijo con una sonrisa.

-¡Alexy! -lo reté colorada, los gemelos se rieron con ganas, nos despedimos y yo regresé a mi casa.

Eran cerca de las once de la noche cuando por fin metí la llave para abrir la puerta, encendí la luz y vi que mis padres de nuevo no estaban en casa, seguramente aprovecharían esta última semana de vacaciones pues ya debían de volver al trabajo y eso significaría menos tiempo para ellos. Subí las escaleras hacia mi habitación y vi a Fuser durmiendo panza para arriba en mi cama, no pude evitar reírme, al escucharme mi perro giró la cabeza en el colchón sin moverse de cómo estaba y me observó.

-Yo también quiero usar esa cama, así que vete a tu cojín -le dije mientras dejaba mi llave y cartera en mi escritorio, como no se movió lo tomé en brazos y lo deposité en su cama. Me desvestí y busqué mi pijama debajo de mi almohada, estaba haciendo mucho frío así que cerré las ventanas y me arropé debajo de las sábanas.

No había recibido mensajes de Kentin en todo el día, me imaginaba que ya había aterrizado en Irlanda, y a pesar de la diferencia horaria, quería mandarle un mensaje para decirle que lo extrañaba mucho. Rápidamente, le tecleé un corto pero tierno mensaje de amor y lo envié. Cuando estaba por apagar el teléfono me entró un audio de un número que no conocía. No lo tenía agendado y la característica internacional era de Estados Unidos. No conocía a nadie de ese país; presa de la curiosidad abrí el chat y escuché el audio. La voz que se reprodujo me puso los pelos de punta.

-Vas a pagar por todo esto, Annie Sucrette -dijo la voz de una mujer del otro lado del teléfono. Su voz no era natural, claramente estaba modificada por algún tipo de programa, pero no me afligía el tono que había usado sino que sabía quién era y tenía mi número de teléfono. Miré la pantalla de mi celular, debatiendo si responderle o no, pero decidí apagar el aparato e intentar conciliar el sueño mientras las palabras de aquella mujer seguían retumbando en mis oídos.

Corazón de Melón con Chocolate (libro #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora