Una Suegra para Annie

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Recogimos nuestras maletas y salimos por la puerta de arribos, dónde nos esperaban nuestros padres, los abuelos de Kentin, Gaeil y Helena. Al verlos nos acercamos corriendo y los abrazamos a todos.

-¿Cómo les fue? -preguntó mi madre mientras nos abrazaba a mi esposo y a mí.

-Increíble, aunque cuesta acostumbrarse al cambio de estación y sobre todo al jetlag -respondió Kentin.

-Y los carteles en japonés, nos costaba horrores encontrar algún lugar para comer, pero los japoneses son gente muy amable -dije, Gaeil tomó la valija de mi esposo y mi padre la mía.

Mientras les íbamos contando algunas experiencias, nos subimos en el monovolumen de mi padre junto con mis viejos y los abuelos, mientras que Gaeil, Helena y Thomas iban en la camioneta de mi suegro.

Nos reunimos en la casa de la pradera (que gracias a la donación en vida de Thomas, ahora era de nosotros), abrimos la puerta y nos percatamos que había muebles nuevos minimalistas en negro y marrón.

-Es una pequeña atención -dijo Gaeil mientras se colgaba al hombro de su hermano con una sonrisa-. Vendimos todos los muebles y compramos algunos nuevos.

-¿Todos? -quiso saber Kentin.

-Sí, hermano, salvo los del gimnasio y la habitación de nuestro padre y del estudio, que se los llevó al departamento -respondió Gaeil.

-¿Y mis cosas? ¡Mi cama, mi armario, mi escritorio!

-Tambiéééén.

-¡Imbécil!

-¡Es broma!

-Bueno, cuenten cómo les fue -dijo Helena mientras se sentaba en uno de los sillones.

-Tenemos millones de fotos y videos para mostrarles, ahora conecto la tele para que los veamos mejor -dijo Kentin mientras se acercaba al SmarthTv para que todos vean mejor. Yo saqué mi portátil de la mochila y esperé a que Kentin termine.

La tarde estuvo entretenida, nos reímos mucho recordando todos los detalles del viaje, como cuando a Kentin casi lo muerde un ciervo o sus serias dificultades para usar los palillos, la vez que nos perdimos en medio de Tokio y nuestras experiencias en los baños onsen, algo que tuvimos que hacer separados porque no había mixtos.

Ya cerca de las ocho de la noche, nuestros padres, los abuelos y Gaeil con Helena se despidieron para que podamos descansar; el día de mañana tendríamos mucho trabajo ya que Kentin se había percatado que las vallas que rodeaban la propiedad estaban muy espaciadas y deseaba colocar un alambre tejido para que Fuser no se escapase.

-Es una pena que teniendo casi dos hectáreas para que corra a su gusto se quede encerrado en la casa por las vallas -dijo Kentin mientras se sacaba las placas de identificación y la alianza para entrar a la cama-. Mañana me levantaré temprano e iré a comprar ese alambre.

Yo lo miraba mientras estaba recostada en la cama, habían mudado de lugar las cosas de la habitación de Kentin y ahora estábamos en el antiguo dormitorio de Thomas, pero lo habían pintado con los colores que tenía la habitación de Kentin, la cual ahora estaba vacía al igual que la habitación dónde estaba el estudio de mi suegro.

-Y apenas tenga tiempo voy a arreglar el viejo granero -dijo Kentin, se sentó en la cama y se estiró-. Mi viejo dejó la casa echa un desastre.

-A caballo regalado no se le miran los dientes -recordé.

-Sí, pero hace años que le digo que hay que arreglar el techo, limpiar la chimenea, arreglar el granero, las vallas...

-El bosque que está detrás, ¿es de ustedes?

Corazón de Melón con Chocolate (libro #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora