Annie, creo que...

2K 120 35
                                    

Kentin me acorraló entre la mesada de la cocina y él, con la mano izquierda apagó la hornalla y la pava dejó de silbar.

-Ken-Kentin, están... mis padres -susurré, pero eso a él no le importaba en lo absoluto, le encantaba torturarme, hacerme que lo desee... que lo busque.

-Si haces demasiado ruido posiblemente nos escuchen -me susurró al oído, acto seguido le pasó la lengua a mi oreja, haciendo que me derritiera en sus manos; se sabía de memoria todos mis puntos débiles, lo que tenía que decir y cómo lo tenía que decir, y en ese momento yo estaba perdiendo el control de mi cuerpo.

Una de sus rodillas separó mis piernas y con agilidad me subió a la mesada; la tela de mi vestido azul se subió por mis muslos, dejando una peligrosa entrada en mi fortaleza corporal. Kentin seguía atacando mi cuello y mis orejas, mordiendo y tirando mientras yo intentaba ahogar mis gemidos.

Se escuchaban los pasos de mis padres en el piso superior, pero nada que indique que se propusieran a bajar, de todas formas tenía el oído bien agudizado.

Las manos de mi novio subieron hacia mi busto y tomó mis senos mientras atacaba mi cuello; me aferré a su espalda con fuerza y lo arañé, Kentin lanzó un gemido que sofocó en mis cabellos, pegó más su cadera a la mía, podía sentirlo... Cuando estuvo a punto de introducirse en mí, escuché los pasos de mis padres bajando por la escalera; lo empujé y me acomodé el cabello, fingí estar haciendo el té mientras ellos bajaban con sus abrigos.

-Cariño, nos vamos al cine. Volveremos tarde -anunció mi papá, asentí mientras le sonreía.

-¡Está bien, diviértanse! ¡Y si sobran palomitas no se olviden de traerme unas cuantas! -exclamé, mi madre me sonrió y salieron por la puerta. En ese momento sentí de nuevo las poderosas manos de novio.

-Ahora sí no te vas a escapar -me gruñó con su voz llena de deseo y lujuria.

Kentin ya se había marchado hacia Irlanda, desgraciadamente se perdería la boda de Rosalya pues volvería en dos semanas, si es que no demoraba más tiempo. La espera se me haría eterna y sólo restaban tres días para la boda de mi amiga, estaba de más decir que todos nos encontrábamos histéricos, pero Rosa tenía ya otro nivel de histrionismo.

Esperé a Armin y Alexy en la heladería del pueblo. Gracias a Dios las ansiadas lluvias se hicieron presente, habíamos estado atravesando una poderosa sequía y el gobierno había dictado la emergencia hídrica, razón por la cual estaban produciéndose cortes intermitente en los servicios de agua y de energía eléctrica; mamá, papá y yo nos levantábamos temprano, juntábamos toda el agua que podíamos en botellones y baldes, lavábamos toda la ropa que había, nos duchábamos rápidamente y regábamos las plantas del jardín. Teníamos que hacer esto porque, a las once de la mañana, ya no había presión de agua, y desde el mediodía hasta las cuatro de la tarde, la energía eléctrica estaba suspendida para evitar que la gente encienda los aires acondicionados a veinte grados. El calor era insoportable, Fuser jadeaba todo el día, sofocado por las altas temperaturas, y papá se paseaba por la casa en bóxer y descalzo, abanicándose con una revista. Todo el mundo le estaba rogando a la Madre Naturaleza clemencia, hasta que por fin nuestros ruegos fueron escuchados y las muy necesitadas lluvias llegaron por fin, junto con un abrupto descenso de la temperatura, algo que provocó que la misma gente que se quejaba del calor ahora se quejaba del frío y encendía los aires acondicionados en veintiocho grados. Como dice mi amigo Castiel «no veo la hora que nos extingamos como raza».

El día no estaba como para tomar un helado, pero siempre podía pedir un capuchino; finalmente llegaron los gemelos, Armin tenía el cabello mucho más largo pero aún estaba corto y Alexy había adoptado un look Castiel, con el cabello hasta los hombros y atado en una colita.

Corazón de Melón con Chocolate (libro #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora