Preparativos de Bodas

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Me desperté en lo que era mi antiguo dormitorio, Fuser roncaba en su cojín y el Sol estaba saliendo lentamente, iluminando mi habitación. El viaje de regreso había sido muy largo, a mi parecer; el abuelo Rick dejó a Irlanda y a su mujer atrás y se vino con su hijo y nieto menor, ahora vivía con ellos en la casa de la pradera. Gaeil prometió que iba a hacer lo mismo una vez que dejara su negocio a un amigo, y así fue: Vendió su parte a su socio, vendió su casa y luego de una semana se vino a vivir al pueblo. Con mucha dedicación iniciaron los trámites para abrir su pub irlandés; aunque lo más complicado fue conseguir los permisos para la venta de bebidas alcohólicas y la habilitación nocturna, pero luego fue sencillo hacerle publicidad, pues en un pueblo tan pequeño era novedad un bar de esa calidad, de modo que siempre estaba lleno. Gaeil vivía sólo en un departamento pequeño, en el centro del pueblo. Por fin, ambos hermanos estaban recuperando los años perdidos por la estupidez de una persona, y poco a poco empezaron a hacerse más unidos.

Ese día tenía una reunión en casa de Rosa para ayudarla con su boda, era su dama de honor (una tarea que no era nada sencilla, menos con Rosalya, que siempre le encontraba la quinta pata al gato); me vestí con lo más fresco y suelto que encontré, estamos en pleno verano y aún no me había acostumbrado de nuevo al calor del hemisferio Sur, cuando me estaba empezando a aclimatar al invierno del Norte tenía que reacondicionarme al calor del Sur. Tomé mi cartera y salí de mi dormitorio con cuidado de no despertar a Fuser que seguía durmiendo; bajé las escaleras y vi a mis padres desayunando en la mesa de la cocina, no esperaba verlos despiertos.

—Buenos días —saludé, mi madre me saludó con una sonrisa y mi padre al querer abrir la boca para saludar, derramó su jugo de naranja, mi madre suspiró mientras negaba con la cabeza.

—Veinte años casada contigo y sigues haciendo lo mismo, Rodolfo —suspiró mi madre mientras se acercaba para limpiarle la camisa llena de jugo, mi padre se rio.

—Hay mañas que no se quitan ni con los años —sonrió.

—Esto no es una maña, eres muy despistado.

—¿Tienes planes para el día de hoy, cielo? —quiso saber mi papá.

—Tengo que ir a casa de Rosa a ayudarla con su boda —respondí.

—Es cierto. Se casa en sólo unas semanas. Me imagino que está todo listo. —mi madre se sentó al lado de mi padre y continuó comiendo su desayuno.

—Eso sería lo lógico, pero no —respondí—. Rosa siempre le encuentra un defecto a algo, si vieras todas las vueltas que le dio al servicio de la cena, a las flores, a la música... Lo único que no sufrió ningún cambio fue su vestido de novia, pero porque lo viene cosiendo desde hace un año.

—¿Tanto tiempo? —preguntó papá.

—Rosa estaba COMPLETAMENTE SEGURA que Leigh se lo iba a proponer —expliqué— Así que viene cosiéndolo desde que cumplieron un mes de novios.

Papá y mamá se quedaron en silencio.

—Algo que de verdad tengo que felicitar pues Rosa no quiso contratar un organizador de bodas y ella solita está haciendo todo en tiempo récord... considerando que Leigh se lo propuso hace solo un mes.

—¿Un mes? —preguntó mamá—. ¿Cómo logró conseguir todo en menos de un mes?

—También viene planificando todo desde hace tiempo: Sólo tuvo que pelear la fecha del salón y convencer al sacerdote.

Luego de desayunar me despedí de mis padres y caminé hasta la casa de Rosa.
La casa de los Glasmond estaba estratégicamente ubicada al frente del paseo de compras, donde había varias casas de ropa, entre ellas la de Leigh. Creo que Rosa tuvo algo que ver con esto... Era una edificio de tres pisos, con jardín frontal, muy bien cuidado y lleno de hermosas flores y otras plantas, en estilo francés. En todo este tiempo que era amiga de Rosalya jamás había venido a su casa, generalmente ella venía a la mía. Una verdadera vergüenza. Entré al jardín y toqué el timbre de la casa, esperé unos segundos y me abrió la puerta una hermosa mujer, era alta y de buen cuerpo, tenía el cabello blanco como el de Rosa y ojos celestes, los labios pintados en violeta y una mirada condescendiente y soñadora; esa mujer era la madre de Rosa, la recordaba del baile.

Corazón de Melón con Chocolate (libro #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora