Capítulo 05

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  Al terminar la cena Tiziano me escoltó hasta el cuarto.

—Papá tiene razón, eres un ser vivo y necesitas comer, bueno cosas básicas, así que le diré a Nala te suba algo que puedas usar de ropa, no tienes porqué sufrir por mi culpa —Comunicó con tristeza, se veía que él era más empático que su hermano mayor, seguro por eso me dijeron que no me encariñara con él.

—No fue tu culpa, pensaste que era Ivory.

—Es que yo, no sirvo para este mundo, solo quiero terminar ya con este secuestro e irme -Estaba cansado, abrió la puerta de la habitación y yo entré.

—Verás que luego de esto todo irá mejor —Dije siendo positiva.

—¿Podrás perdonarme?

—¡Sí! ¡Claro que sí! —Comuniqué amable regalándole una sonrisa, aunque fuera para levantar si ánimo —¿Amigos?

—Los amigos no te meten en asuntos como estos —Comentó antes de retirarse, miré la puerta abierta ¿Huir de nuevo? Pésima idea, cerré, en la cama seguían los libros.

Athur Conan Doyle
Charles Barlitz
Roque Daltón

Leí los autores con gran interés, de Arthur había leído, los demás no, bajo el cerro de libros encontré uno que me hizo mucha gracia, parecía un libro para niños; Michael Dahl - Cazadores de Trolls.

—Leeré este primero —Una noche me bastó para terminarlo, era delgado y demasiado emocionante ¿En qué momento terminé enganchada a una fábula? Lo peor no era eso, este era el primero de una saga ¿Ahora qué haría? Volver a casa a comprarme los otros tres.

—¡Buenos días cautiva aquí traje de comer! —Sergio entró sin más a la habitación, pegué un salto asustada.

¡Que maneras de despertar a alguien!

—Gracias.

—Mi padre lo ordenó —Indicó sin interés, ojalá la comida sea menos insípida —¿Libros de papá?

—¿Lo has leído? —Pregunté levantando el que terminé ayer.

—No me gusta leer esos libros, son cosas de Tizio —Señaló dejando la bandeja sobre mi cama, lo detesta un poco más —Lo que yo leo es plenamente informativo, leer cuentos de Trolls y niños, me aburre.

—Leer es lindo, ilumina la imaginación y...

—Suenas como papá.

—¿Mucio?

—Llámalo Señor Graham —Puntualizó yendo de nuevo a la puerta —Cuando te vallas no podrás leer más, apresurate —Luego de sus palabras agrias se fue.

—A tí te llamaré Señor Amargura —Dije a la nada mientras tomaba mis alimentos, todo se veía muy sabroso. Más tarde fue Nala quien se hizo presente en el lugar.

—Te traje ropa para que puedas darte un baño, tal ves te quede grande, estás muy flaquita y mi hija es más rellenita.

—Gracias Señora Nala.

—Me llamo Anala, puedes decirme solo Nala querida —Indicó dejando la ropa en la cama y recogiendo los trastes del desayuno —Dejaré la puerta abierta, no trates escapar que hay guardas en todos lados, el baño es la puerta a la derecha de la que dice Tiziano, es color blanca y lo que necesites —Decir esto se marchó, dejé el nuevo libro que ya empezaba a curiociar a un lado para ir a darme una ducha, agarré la mudada, noté que la ropa interior traía aún la etiqueta, salí con nerviosismo mirando a un lado y al otro, no valla a ser que me encuentre con Sergio, es capás de prohibirme bañarme. Frente al cuarto se leía en letras grandes Tizio, así que a su derecha pude visualizar la puerta blanca, corrí a esta y entré.

¡Listo!

Me di vuelta y casi me caigo al suelo del susto.

—¡QUÉ DEMONIOS HACES AQUÍ! —Me aturdió el grito aterrado de Mucio mientras se tapaba como podía con sus manos.

—Yo no, yo iba a...

—¡PERO NO ME MIRES! —Habló alarmado, yo cerré los ojos y me tapé con las manos.

—No no, no veo nada —Luego hubo como treinta segundos de puro silencio en el que solo oía la agua cuando caía al suelo, él fue quien habló primero.

—Sal de aquí —Eso bastó para que yo me volteara y saliera huyendo directo a el cuarto, cerré la puerta para ir a sentarme en la cama.

—¿Por qué me pasa esto? —Pregunté tapándome con las manos el rostro, seguro y mis antepasados hicieron algo que ahora estoy pagando, igual y si no me baño hoy no pasa nada.

—Ya esta libre el baño —Su voz me hizo sobresaltarme, miré a la puerta y estaba apenas con el paño en la cintura, que vergüenza —Tu ropa estaba en el suelo, la puse en la repisa de arriba —Indicó ante marcharse, ni siquiera había notado que volví sin nada.

¡Que vergüenza! ¡Ahora como le veré a la cara! ¡Y no le pedí los libros!

—Ahora no podré leer los demás libros nunca —Me quejé suspirando, para luego tomar el valor para ir a darme el baño, ya ni modo.

El dilema de los Graham. (Está en corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora