Capítulo 09.

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  Abrí los ojos con pereza ¿Era ya de noche? Ni había cenado... solo espero que no me de hambre ahora porque seguro la cocina ya está cerrada, yo...

-Mucio -Vociferé más que duda como exclamación, él estaba acostado en el extremo inferior de la cama, con las botas en la cama... ¡Mi cama! Nala me va a ahorcar, mira esa mancha café horrenda...  yo, no importa ya.

  Me acerqué a él y intenté deslizar su celular con cuidado, tenía como idea ver la hora, pero... podría llamar a alguien para rescate, dudé un poco ¿Sería seguro? ¿Acaso no debería mejor seguir el plan de los chicos?

-Espero que intentes robarme y no estés ultrajándome sexualmente -La voz de él hizo que pegara un salto torpe hacia la cabecera de la cama, ¿Cómo se dio cuenta? ¿Acaso tiene un sensor automático o qué?

-Intentaba yo... inten... el celu... y ver la hora.

-Ya tranquila, sé que no ibas a toquetearme, aunque dudo que pretendieras solo ver la hora -Indicó con tono divertido mientras se incorporaba.

-No, solo eso planeaba -Mentí nerviosa.

-No me engañas Ivory, pero fingiré que sí -Comentó mientras estiraba sus brazos- ¿Tienes hambre?

-Sí, un poco.

-Bajemos por algo... pero debemos ir en silencio, no queremos llamar la atención de Tizio -Indicó complice, yo asentí colocándome de pie y descalza lo seguí escalera abajo ¿Como pretendía hacer silencio él con esas botas?

-No enciendas luz -Manifestó en un susurro, yo solo asentí mientras atravesaba la sala en penumbras agarrada de su mano, más de un choque con los muebles me di, al llegar a la cocina Mucio encendió en la luz del espacio, luego abrió el refrigerador con incertidumbre.

-¿Leche? ¿Te gusta la leche?

-Sí

-Te daré de la mía, aquí todo lo tenemos separado porque los chicos toman deslactosada, notan cuando falta hasta un vaso menos -Me quedé petrificada.

¡Mente sana! ¡Mente sana Camelia!

-Haré un emparedado ¿Te gusta la jalea con mantequilla? -Preguntó volteando, yo disimulé mi torpeza.

-Sí, claro.

-Bien -Dicho esto siguió lo suyo, me quedé unos minutos admirando a el sujeto frente a mí, Mucio tenía un cuerpo hecho a trabajo, seguramente cuidaba mucho su alimentación y debía hacer ejercicio cuando trabaja en el jardín, su perfil da aire a hombre de granja pero esa cicatriz le da un aire... peligroso, sin embargo, es muy atrayente, incluso yo...

-Si quieres comerme a mí no hay problema

¡Qué!

  La risa de Mucio no se hizo esperar, al parecer me había perdido mirándolo de nuevo y parecía una completa acosadora, yo... ¿Comerlo? Que vergüenza yo... 

-Sin embargo, si prefieres el aperitivo, ya están listos -Manifestó ofreciéndole un emparedado, yo lo tomé y me lo empecé a comer el silencio, no quería hablar, luego me entregó el vaso ya lleno, él tomó lo suyo y caminó hacia la sala... ¿Y qué hago yo? ¿Lo sigo? ¿Termino la comida aquí? Comí el emparedado con prisa, luego me bebí la leche en una sola ves, no quería incomodar más, así que regresaría a mi cuarto, al terminar de lavar el recipiente me dispuse a volver.

-Tu padre es un hombre complicado -Las palabras de Mucio detuvieron mi paso en medio de la sala, el estaba en el sofá, rodeado de pemunbras, solo iluminado por el brillo que emitía la televisión que ahora reproducía una vieja serie de vaqueros -Lamento hacerte daño -sus palabras dieron paso a un silencio solido, así que mejor me marché de allí.

  Los Graham complicados, los tres, a veces olvidan que soy una secuestrada, por momentos somos solo personas conviviendo, conociéndose, hablando, riendo, luego recuerdan la realidad y... es como si su propia conciencia los mortificara, así que se alejan. Luego de que Mucio me dijo esas palabras tras bajar por algo de comer no volvió a convivir, en realidad el único era Sergio que a diferencia de los demás parecía más positivo que nunca, como si  tuviera un secreto que lo volviera cada ves más efusivo.  Ya ha pasado una semana desde que estoy aquí, es mucho tiempo, sin embargo no lo he sentido tanto, ha sido un tiempo bueno, me dan comida, tengo un lugar cómodo, no hay maltrato y solo debo esperar para ser libre... luego... luego solo será una anécdota privada, tal ves en mi vejez se lo contaré a alguien.

-Si sigues pasando tu tiempo libre admirando la pared resultarás loca -Habló Sergio desde la puerta.

-¿Otra ves aquí?

-No tengo con quien hablar, Tizio no está y papá... él no es muy de socializar.

-¿De qué quieres hablar?

-De mi madre, tal ves, no sé

-Claro que puedes hacerlo, soy buena guardando secretos.

-No es un secreto solo... finjimos que no notamos que desde que partió la familia no es la misma -Expresó caminando hasta la cama y acomodándose a mi lado.

-¿Cómo era?

-Era bajita, gordita, tenía el cabello hecho un dilema... sus ojos eran café oscuro y siempre llevaba una sonrisa amable -sonrió nostálgico -era hermosa -miró al techo como si estuviera reviviendo sus recuerdos -su nombre era Tatiana.

-¿Puedo preguntar de qué murió?

-Era diabética, siempre se cuidaba mucho, no sé si sabes que esa enfermedad te dificulta sanar las heridas -Yo asentí sorprendida -Bueno ella se hizo una y la llevamos al hospital, todo salió bien o eso parecía en un principio, luego empezó a estar mal, no sabíamos a que se debía así que regresamos al médico, creímos que se debía a la diabetes... había contraído una bacteria, intentaron salvarla pero... llegó al hueso, le cortaron la mano... eso le dio tiempo sin embargo, no la salvó.

-Lo lamento.

-Supongo que esas cosas suceden... nadie lo imaginaría -Dijo con ojos llorosos y voz dolida -Papá lo tomó bien, pero a veces no sabemos que lo que parece bien no lo es, él no se derrumbó pero... creo que hubiera preferido que sufriera su luto, que lo hiciéramos todos y no fijamos que estamos bien.

-¿Quieres un abrazo?

-Sí -Nos abrazamos sin decir nada, me sentía mal, me sentí triste por ellos.

-Puedes soltar a Roshawna -Nos separamos asustados, Macio desde la puerta nos miraba con los brazos cruzados -No olvides que es una prisionera -Su hijo asintió a sus frías palabras mientras se limpiaba la nariz con su mano para luego salír huyendo de ahí, sin decir más su padre se fue dejando la puerta cerrada.

El dilema de los Graham. (Está en corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora