Capítulo VII

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Me encamino hacia la biblioteca, donde calculo que será mi castigo el día de hoy. El preceptor había sido demasiado generoso al llevarme la nota de detención a clases luego de que arregle el desastre con mi ropa.

Abro la puerta de la biblioteca de mala gana, la bibliotecaria me recibe con una sonrisa, intento devolvérsela pero no me sale. Camino hasta la misma mesa de siempre, un profesor de último año será quien nos vigile esta vez.

- ¿Por qué están aquí? -Inquiere el profesor mirándonos a todos.

Por lo menos somos siete alumnos en detención.

-Tirarle el borrador a la cabeza al profesor -responde un chico de ultimo año con cabello negro y un mechón azul.

-Pretender ser el nuevo profesor de matemáticas en primer año -comenta un chico que he visto en mi salón de clases.

Y las respuestas siguen.

-Perdón por llegar tarde -la voz de mi mellizo me saca de mi burbuja y lo miro.

El profesor se cruza de brazos.

- ¿Por qué llegaste tarde?

-No quería venir -Chad se sienta a mi lado, de su mochila saca una manzana y me la da.

- ¿Por qué los mellizos Parkinson están aquí? -Inquiere el profesor cansado.

-Gritarle a un profesor, bajar la bandera de la escuela sin permiso y confrontar al preceptor-digo antes de morder la manzana.

-Explicar explícitamente como los elefantes tienen sexo.

Miro a mi hermano sin creerlo, escucho un sonido de asco proviniendo del profesor, Chad se encoje de hombros.

-Yo le dije que me diera otro tema pero él insistió -responde como si nada.

Niego y sigo comiendo mi manzana.

-De acuerdo, delincuentes juveniles, se quedarán aquí dos horas en silencio -el profesor mira varias veces la mesa ahora con ocho alumnos en detención.

Toma asiento y comienza a leer.

Chad me mira y susurra:

-Tenemos que irnos de aquí, ahora.

Frunzo el ceño en su dirección y este me giña el ojo.

-Sí, claro, ¿Cómo saldremos de aquí sin ser vistos? Y no me digas que quieres que saltemos de un segundo piso.

Mi hermano se cruza de brazos y frunce el ceño.

-Nos haremos puré -sigo.

-Deja de ser tan fatalista -dice Chad y me mira-, ¿y si te dijera que Ezra y Raven nos esperan a bajo y nos atraparan?

Sonrío.

-Diría que tengo que saltar por esa ventana -no puedo evitar sonreír ante la mención de esos dos.

Chad me sonríe, apunta al profesor, levanta tres dedos y los va bajando uno por uno y luego lo apunta otra vez. El profesor larga un ronquido.

Miro extraña a Chad.

-No preguntes, solo mueve el trasero -se pone de pie, agarra el cuerpo de la manzana que he dejado y se lo tira al profesor, este solo ronca.

En realidad, ni siquiera quería preguntarle a mi mellizo, qué diablos le dio para que él se durmiera de ese modo.

Agarro mis cosas, los chicos que están ahí comienzan a agarrar sus pertenencias y uno por uno se van para no llamar la atención de la bibliotecaria. Chad y yo comenzamos a alejarnos de las mesas y nos vamos al fondo de la biblioteca, donde están las computadoras y las ventanas.

Otra Tutela © [01]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora