Capítulo XXIV

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El nuevo profesor de lengua y literatura entra al salón de clase sin decir una palabra, agarra una tiza y escribe en el pizarrón: "James Lynch"

Webber no mentía.

El hermano mayor de Lynch está dando clases como profesor suplente.

Frunzo el ceño.

Su parecido con su hermano menor da miedo, son demasiado idénticos, creo que solo el color de ojos cambia.

Apoyo mi cabeza sobre la palma de mi mano y suspiro, este va a ser un día muy largo.

No tengo idea del porque el profesor Gutiérrez se ha ido, en más, ni siquiera nos avisó que faltaría por unas semanas y luego volvería para el trabajo final, o sea, las representaciones de los libros o eso quiero creer, no avisaron nada sobre eso.

El nuevo profesor se lleva la gran parte de los suspiros de la mitad de las chicas del salón y también de algunos chicos.

—Señorita... ¿Parkinson? —Se ríe al decir mi apellido, entorno los ojos hacia el profesor Lynch— ¿Qué clase de apellido es ese? Es igual a la enfermedad.

Elevo las cejas.

—No me digaaaaa —respondo con notorio sarcasmo, alargo la última palabra para que se de cuenta de ello—, es la primera persona que me lo dice en toda mi vida.

Escucho como varios de mis compañeros se ríen.

El profesor Lynch eleva las cejas, saca unos papales rojos y camina hacia mí.

Me tiende dos.

— ¿Se puede saber por qué dos? Hoy no he hecho nada... a menos que quiera esperar al recreo.

Él se cruza de brazos.

Tomo los papeles y miro las fechas, frunzo el ceño. Una es del día en que atamos al profesor nuevo al asta de la bandera... oh, ya entiendo. Él es a quién atamos al asta de la bandera por ser un cretino en el castigo.

Suspiro. Bien, no me arrepiento de nada pero es una cagada.

—Creo que ya sabe por qué —responde el profesor—; ahora, comencemos la clase.

Me recuesto en mi asiento y comienzo a doblar los papeles rojos que notificaban mi castigo, cada uno de una hora, así que tengo dos horas luego de la escuela donde me la pasaré en la biblioteca, tal vez y aproveche a ayudar a la bibliotecaria.

Miro el asiento continuo al mío, el Lynch menor no ha asistido a clases y eso es un GRAN alivio, pero lo que más preocupa es Miley. No ha venido a la escuela y le he dejado como cinco mensajes de voz y ni siquiera los ha escuchado, ¿y si le hizo algo?

Un gran golpe me sobresalta, cuando elevo la vista, me encuentro con que el profesor Lynch ha golpeado el borrador contra la pizarra para llamar la atención de todos.

Cretino.

—No porque sea el profesor suplente deben ignorarme de esa manera. Tengo la misma autoridad que su profesor titular, ¿entienden? En un par de años, si alguno de ustedes decide estudiar algún profesorado, no les gustará para nada intentar dar una clase y que sus alumnos lo ignoren.

Ruedo los ojos.

—Tal vez prestaríamos atención si diera algo más entretenido —las palabras salen como si nada de mi boca.

Bien, debo pensar antes de hablar.

El profesor Lynch frunce el ceño.

Saca otro papel rojo.

Otra Tutela © [01]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora