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El reloj casi daba las ocho de la noche, Gerard ya quería dormir por haber madrugado, pero Frank estaba tan despierto y activo que al mayor le causaba gracia.

—No quiero seguir hablando sobre eso.

—¿Por qué?, ¿te pone incómodo?—El menor continuaba preguntandole con quienes había salido y también contaba sus interminables anécdotas. Algunas le causaban un poco de gracia al mayor, aunque no podía parar de pensar en que ese niño había tenido más experiencias sexuales que un adulto.

—No, pero me gustabas más cuando no hablabas.

—¿Te gustaba?—Gerard inmediatamente negó.

—¡No!, sólo es una expresión—Frank se rió, él lo había preguntado en serio, todo lo que estaba diciendo era verdad, pero el pelinegro creía que estaba bromeando cuando le coqueteaba.

Era cierto que le había llamado la atención, pero al darse cuenta de que era muy pequeño, un adolescente, esos pensamientos se desvanecieron para volverlos casi inexistente. Las declaraciones del castaño dentro del cuarto para fumadores no fueron reelevantes para él, la mayoría de sus palabras eran filtradas, lo único que escuchaba eran las cosas serias, todo lo demás lo minimizaba a simples tonterías de adolescentes.

—Oh, ¿cuántos años estudiaste?—Lo repentina que eran sus preguntas hacía pensar que la conversación era con un niño de seis años.

—Cuatro años en la universidad y otros dos en un curso—Ambos se encontraban en uno de los bancos fuera del centro comercial, Frank aún tenía el cono de su helado entre sus manos, el mayor lo había terminado antes de salir de la heladería. Le causó ternura lo lento que era para comer.

—¿Y que pasa si ya no te gusta?—Gerard levantó una ceja por lo tonta que era la pregunta, y se dió cuenta de que tenía actitudes de un adulto al igual que las de un niño.

—Vuelvo en el tiempo—Frank rió, pero unos segundos después sus expresiones de volvieron serias.

—Yo no sé en qué universidad inscribirme, tengo miedo de elegir una y arrepentirme, no quiero ser un adulto triste—El mayor se enterneció por sus palabras, nunca había pasado por ese problema porque desde pequeño supo lo que le gustaba, pero muchos de sus amigos y hasta su hermano se cuestionaban esas cosas.

—Es normal tener miedo a eso Frank, podrías investigar cuáles son las universidades que existen y al menos saber qué es lo que no te gustaría hacer—El menor prestó atención a ese consejo, tenía menos de unos meses para decidirse.

—Creo que eso voy a hacer, me gustaría estudiar algo relacionado con la música pero no estoy seguro—Tiró el cono a un tacho de basura y torció su sonrisa, en cualquier otro momento y con otra persona hubiera insinuado que lo acompañe a la universidad o cualquier otra cosa para hacer notar su interés, pero sentía que Gerard estaba siendo amable y no deseaba tomarlo por tonto.

Caminaron hacia el sector donde todo estaba rodeado de vidrieras, todos los estilos de ropa se exhibían detrás de los enormes vidrios. Los ojos de Frank brillaban cuando veía algo que deseaba tener en su guardarropa, pero ni siquiera se desilusionaba al darse cuenta que no podía comprarlas, porque inmediatamente aparecía otra prenda que le llamaba la atención y así iba de vidriera en vidriera.

Frente a un local en particular, Frank quedó encantado, uno de los maniquies tenía puesta una remera de mangas cortas que llegaba hasta el ombligo, con unos dibujos muy llamativos.

—¿En serio te gusta?—Preguntó el pelinegro con duda, él no veía nada de bonito en esa camiseta. El contrario asintió efusivamente y sin pensarlo demasiado ingresó al lugar.

El mayor se quedó fuera, vió que a un par de metros había un local que vendía golosinas y se dirigió de inmediato. Unos minutos después se reencontraron en el gran pasillo.

—¿Qué pasó?—Gerard le tendió una bolsa de papel con varias golosinas dentro. El menor sacó algunas y comenzó a masticarlas.

—La tipa que atiende no me presta atención.

—¿Qué?.

—Seguramente cree que no tengo dinero—El mayor se rió un poco por lo enojado que parecía Frank, seguramente la dependiente creyó que sólo era un chico de secundaria que deseaba mirar un poco.

Gerard se burló un poco más de que no lo tomaran en serio, para hacerlo enojar, después lo acompañó a la tienda. Unos segundos luego de haber ingresado la jóven empleada se acercó y preguntó qué prenda buscaba.

Frank la miró con odio porque ni siquiera lo tuvo en cuenta, pero pronto se le pasó cuando vió la remera que le había gustado anteriormente.

Decidió probarsela para ver si le quedaba bien, y efectivamente lo hacía. Así lo confirmó Gerard con sus dos pulgares arriba cuando Frank salió del probador.

Luego de obtener la bolsa con su compra continuaron paseando por el centro sin ningún rumbo.

El castaño se sentía fabuloso, llevaba su bolsa con ropa de marca y caminaba junto a un hombre mayor, extremadamente hermoso. Pensó en las bromas que podría hacerle su amiga Jamia cuando se lo contara, porque a nadie más le contaría esos delirios que tenía de creerse una perra millonaria.

—¿Frank?—Un chico se acercó a ellos desde atrás.

—¿Alexander?—El castaño casi se desmaya al verlo parado allí, en especial porque estando borracho le había parecido más atractivo. Tenía ganas de golpear su frente.

—Tuve un inconveniente muy grande y te llamé muchas veces per...—Frank puso sus ojos en blanco e ignoró todo ese discurso. Gerard no entendía nada de lo que estaba pasando.

—No me importa—Alexander cerró su boca apenas escuchó esas palabras y el mayor se sorprendió por la frialdad que transmitía, la excusa del chico hasta lo había convencido a él.—Ya estoy con otro así que fuera de mi camino.

Gerard se rió por esa frase, pensó que había sido en broma pero el menor lo miró mal y supo que era en serio. No sabía cuántas veces más lo sorprendería su personalidad, era muy extraño.

Little. [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora