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La mejor opción para Frank, fue alejarse de Gerard un tiempo. Al menos el mínimo que necesitaba para sentirse mejor, porque pensaba que al no consumir cocaína su estado de ánimo sería mejor, pero fue todo lo contrario.

Por la noche solía mover sus piernas con nerviosismo, todo el tiempo parecía esperar que algo llegara y cualquier interrupción a esa espera, de cualquier persona, lo molestaba. Ya sentía que no podría pasar ni un segundo más sin consumir.

Estiró su mano hacia debajo de su cama, donde había arrojado su celular cuando Gerard le envió un mensaje diciendo "no voy a comprar eso, Frank" refiriendose a la droga. Aunque le rogara como lo hizo a Jamia, no logró que ninguno titubeara. Ya lo había intentado con todos sus amigos y ninguno estaba dispuesto a ayudarlo.

—¿Mikey?—Preguntó inmediatamente cuando contestaron al otro lado de la línea.

¿Si?—El menor ya sabía lo que le esperaba, tendría que soportar alagos, insultos, gritos, llanto y varias cosas más hasta que Frank se rindiera.

—Yo sé que me vas a ayudar—Comenzaba con el discurso que le dió a Peter.—Siempre fuiste un buen amigo, necesito que compres un poco de...

No—Michael interrumpió antes de que pudiera terminar.—Jamia ya me contó sobre lo que estas intentando.

—Por favor—Aunque le dijo al menos unas diez veces esa palabra, el de lentes continuaba musitando "no" después de cada una de ellas.—¡Ojalá te mueras!—Gritó y luego volvió a arrojar su celular contra una de las paredes, esa vez haciendolo pedazos. Ni siquiera pensaba en lo que decía.

Linda también lloraba en su habitación, escuchando el escándalo que hacía su hijo. Se había sentido feliz por la decisión de Frank de no consumir más, pero cuando dijo que no necesitaba que nadie lo ayudara sabía que las cosas se le irían de control. Intentó levantarse cuando escuchó la puerta de entraba cerrarse, pero sabía que no podría hacer nada, solo podía confiar en que Frank haría lo correcto.

El castaño se colocó las primeras prendas que encontró y salió con su ropa mal acomodada a la calle, dispuesto a encontrar a alguien que le vendiera lo que tanto buscaba. Llevaba el reloj que su madre le regaló por su graduación, como no tenía dinero planeaba intercambiarlo.

Sus manos temblaban ligeramente, la noche no podía estar más oscura, amenazaba con llover. Pasaba la medianoche, pero no podía encontrar a nadie que parezca ser un dealer. Solo veía personas apresuradas por llegar a su casa, seguramente con miedo de estar a esas horas de la noche en las calles.

A él no le interesaba en lo absoluto que fuese tan tarde, al contrario, había más posibilidades de encontrar un traficante.

Recorrió varios callejones, en los que impresionantemente no había nadie. Pasó por en frente de un local donde vendían electrodomésticos.

Las luces de los televisores y lámparas hicieron que sus pupilas se vieran pequeñas. Recorrió las pantallas y todas, absolutamente todas, llevaban el mismo encabezado.

《¿Qué estas haciendo?》

Antes de que pudiera darse cuenta, la imagen cambió, esa frase continuaba con un anuncio de autos, siendo solo una parte de la pregunta la que vió, pero de todas formas volvió su mirada al frente y se lo preguntó.

Varias veces quiso mandar esos pensamientos al demonios y encontrarse con la cocaína, pero un auto pasó a su lado, sus luces llegaron hasta el reloj dorado que llevaba en su mano izquierda, los destellos de luz le llamaron la atención. ¿Qué estaba haciendo?, iba a cambiar el regalo de su madre por un poco de droga y caer de nuevo en lo que unas semanas atrás juró salir.

Algo en su cabeza repetía que eso no importaba, esa sensación fuerte de querer llevarse el mundo por delante estaba tan cerca de él, solo necesitaba despegarse de esos pensamientos que le hacían sentir culpa. Pero no podía, observó su ropa, el abrigo que llevaba era de Gerard. Apretó las mangas, recordó todas las palabras bonitas que le enviaba por mensaje, cuando él se sentía mal.

No estaba tan alejado de su nuevo departamento, sabía que estaba cerca, aunque no reconociera bien el nombre de las calles. Caminó por la avenida, rozando sus dedos por las paredes de las tiendas, sus ojos estaban llenos de lágrimas y continuaba temblando, la sensación de abstinencia no se iba, eso lo desesperaba aún más.

Una jovencita pasó por su lado rápidamente, con una expresión de miedo en su rostro. Probablemente Frank le pareció extraño, eso hizo sentir peor al castaño y comenzó a caminar de una manera más rápida. Al parar frente al edificio de ladrillos vistos en el que se había mudado Gerard, se percató de su aspecto, estaba parado frente a un vidrio polarizado que le devolvía su reflejo. Según su opinión se veía desagradable, como si fuera un vagabundo, y eso era justo lo que quería evitar, no quería que el pelinegro lo viera así, pero no tuvo otra opción y tocó el timbre de su departamento.

La voz por el portero eléctrico se escuchó bastante distorcionada, pero aún así podía reconocerla.

¿Quién es?—Preguntó automáticamente, no tenía ni idea, era demasiado tarde para ser una visita normal.

—Frank—Fue lo único que dijo, no sabía que más decir. Hacía más de dos semanas que el menor se rehusaba a verlo, no lo deseaba mientras se sintiera fuera de sí mismo. Pero en ese momento todo eso no le importaba.

Solo respondió un "ya voy" y algunos minutos después estaba abriendole la puerta de entrada con una tarjeta.

Frank ingresó ya con sus cejas inclinadas, indicando que iba a llorar. Apoyó su cabeza en el pecho del mayor, quien lo envolvió mientras cerraba nuevamente la puerta y luego lo tomó por una mano para llevarlo hasta su piso.

En el ascensor no hicieron más que estar abrazados, Gerard intentaba tranquilizarlo, frotando su espalda y musitando algunas palabras que lo ayudaron a calmarse.

Cuando entraron al departamento, el mayor inmediatamente lo llevó hasta el sillón de su sala, allí lo sentó en su regazo para acunarlo y hacerlo sentir mejor. Frank no paraba de repetir lo desagradable que se sentía, y la tristeza que tenía por haber tratado mal a todos sus amigos y a Linda. Incluso a Gerard lo insultó una vez.

—¿Te gustaría solucionarlo?—Preguntó el pelinegro, observando las pestañas húmedas de su novio, quien le respondió de forma afirmativa con su cabeza.

—Pero no se puede—Algunas respiraciones agitadas interrumpían sus palabras, junto a su voz quebrada y baja.

—Eso no es cierto—Gerard tomó su celular y buscó en sus contactos a cada una de las personas que Frank decía haber tratado mal; Jamia, Michael, Peter. Todas atendieron y aceptaron las sinceras disculpas que el castaño les ofreció. Jam también lloró, y pidió unas disculpas de vuelta, se sentía una mala persona por haberle permitido tener ese problema.

Antes de que Gerard intentara llamar a Linda, Frank lo detuvo, deseaba hablar con ella personalmente.

—Te extrañé mucho—Murmuró, ya mucho más tranquilo. El mayor sonrió por esa frase, parecía un niño. Tenía las mejillas y nariz rojizas.

—Yo también—Continuó acunandolo, cuando estuvo a punto de dormirse, lo llevó hasta su cama para que pudiera estar más cómodo.

Viéndolo dormido parecía tan pacífico, como un ángel. Acarició un poco su cabello y luego dejó un beso sobre su frente. Era tan lindo, le gustaba observarlo. De todas las personas que existían, justo en esa tuvo que fijarse, y no podría haber sido más perfecta elección.

Little. [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora