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-¡No puede ser! ¡De verdad no puede ser!- Steve susurraba a los gritos, si eso es posible. Tony reía y cada carcajada le provocaba una punzada en el estómago.

-¿Quieres discutir en el medio del hospital?

-Cualquier lugar es perfecto para discutir contigo sobre tus instintos suicidas.

-Comprate una jarra de dos litros de té de tilo, Steve.

-Madura, por favor.

-Obligame.

Steve rodó los ojos. La puerta de la habitación se abrió y Sarah entró cautelosa con su uniforme de enfermera. Los chicos se callaron.

-¿Todo en orden?

-No- se apresuró a responder Steve y se dejó caer en la silla junto a la camilla. Sarah ahogó una sonrisa, se paró detrás y le acarició el cabello. Miró a Tony.

-¿Duele algo?

-Este es mi brazo favorito, mi mejor amigo- bromeó levantando el yeso del brazo derecho.

-No lo muevas.

Steve se levantó y lo señaló acusador.

-Yo te voy a enseñar y tú vas a aprender defensa personal y pelea cuerpo a cuerpo aunque sea lo último que yo haga- bajó ese dedo y se fue.

-¡¿Dónde vas?!- lo llamó su madre.

-¡Quiero un té!- respondió desde el pasillo. Tony rió y se agarró el vientre adolorido.

-Él te ama- sonrió la mujer sentándose.

-Si, ya sé. Y yo a él. Y sé que tiene razón. No tengo idea de como pelear sin mi armadura pero soy demasiado terco como para permanecer seguro hasta que una de ellas llegue y lo mejor sería que me enseñe a pelear- Sarah sonrió- pero eso significaría admitir que él tiene razón, lo cual no voy a hacer.

-Eres complicado- lo observaba con el ceño fruncido.

-Claro que si.

-No era un halago, piénsalo- dijo dándole un golpesito en la nariz como si fuera su propio hijo.

Steve volvió. El tiempo de su ausencia había sido tan corto que se podía notar que no había llegado hasta el bar de abajo. Sin té y haciendo ejercicios de respiración mientras miraba el suelo, entró a la habitación balbuceando.

-Escucha, no quiero pelear ni obligarte a hacer algo que no quieres pero tienes que admitir que necesitas…

-Si, tienes razón- lo cortó Tony y Steve levantó la cabeza confundido.

-¿Qué le hiciste?- se dirigió a su madre. Sarah sonrió en silencio.

-Tienes razón, dame clases- repitió Tony.

-Okey..- asintió Steve extrañado y se acercó a la camilla.

Tony se estiró para poder dar palmadas al costado derecho del colchón con su brazo izquierdo. Steve se sentó.

-¿Sólo fisura?- preguntó a su mamá.

-Si, pero debe tener cuidado- respondió regañando por anticipado y tiró del lóbulo de la oreja de Tony. El moreno soltó un quejido.

Steve sonrió.

-Yo lo voy a cuidar, él es muy terco- dijo mientras le peinaba los cabellos que le caían en la frente.

-¡Ey! Te di la razón ¿Sabes lo mucho que me dolió eso?

-Me imagino- sonrió Steve y sus manos bajaban despacio y con caricias delicadas por la mejilla contraria.

-Acabo de tener una idea de ti vestido con uniforme de algún profesional de la salud y yo así inválido- señaló el yeso con las pupilas- pero no ampliaré en la temática porque mi suegra esta en el cuarto- las carcajadas de la rubia se hicieron sonoras y duraderas mientras Steve negaba con la cabeza avergonzado.

-Te puedo prestar mi uniforme, bebé- su madre le apretó una mejilla.

-Ustedes dos no tienen cura. Nada de vergüenza, nada- mascullo el rubio harto. Sarah y Tony rieron cómplices.

Avengers Academy Things IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora