Capítulo 12

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La húmeda noche, eso era lo que estaba presente en Nevsnar, las suaves brisas y la hermosa danza de las gotas de lluvia solo transmitían la tranquilidad pura en su máximo esplendor

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La húmeda noche, eso era lo que estaba presente en Nevsnar, las suaves brisas y la hermosa danza de las gotas de lluvia solo transmitían la tranquilidad pura en su máximo esplendor. Y pese a estar acurrucado en la cálida compañía de su amada familia, algo que nunca pensó tener en la vida, un pensamiento cruzó por su cabeza y se hizo sonar fuertemente dentro de esta: "Ojalá Reeka..." y un montón de situaciones se centraron en dicho pensamiento, el siquiera pensar que tal vez ella ya se habría llegado a enamorar de algún dragón de la aldea lo dejaba con el corazón muy sensible, muy acelerado pero de única y exclusivamente de tanta angustia e inseguridad. Incluso pensaba en como podría haberla castigado Sirrush, ya que era alguien que pese a no demostrarle a primera vista era bastante estricto.
"¿Y si la golpeó cuando me fui?", fue otra de las ideas que se le pasó por la cabeza. Tal vez podría haberlo hecho, después de todo Sirrush no era alguien que arreglara las cosas con el dialogo, al menos no cuando este estaba furioso.
"¿Y si... Ella me ha olvidado?", pensar eso, pensar que él incluso se olvidaba de ella en más de un día, esa simple posibilidad terminó por provocar un llanto que intentaba callar, pero las lágrimas se resbalaban de sus mejillas y tenían tristeza pura contenida en ellas. Si él la llegaba a olvidar un poco, ella sin duda que terminaría por olvidarse de él en un momento, pues habían pasado meses, el joven recordaba que terminó por ser exiliado en primavera y que ahora se acercaba el frío invierno. Mucho tiempo había pasado, Ramlah una vez más sentía como su pasado volvía para atormentarlo, para herirlo y sobre todo, recordarle que haga lo que haga, el sufrimiento no va a acabar hasta que su vida termine. En Wawel está el amor por el cual luchó y se esforzó pero que ahora por su torpeza no es muy seguro que vuelva a ver, fuera de Wawel hay un mundo esperando pacientemente para acabar con él.

Un trueno golpeó la tranquilidad en Nevsnar, la lluvia incluso se volvió más intensa al presenciar tal estallido en los cielos. Entre esta tempestad se encontraba Lune corriendo a toda velocidad por la frondes de todo Nevsnar, salpicando más de un millar de veces con cada paso suyo con el destino bien fijo, el hogar de Rose. Con mucho esfuerzo había llegado a estar muy cerca de donde vivía la Roserade, aunque en ciertos momentos sentía equivocarse al avanzar, había pasado mucho tiempo desde que su último contacto, hace más de cinco años para ser exactos. También estaba el hecho de que la lluvia transformaba a Nevsnar, más esta temporada ya que cerraban el ciclo del verano, comenzado con el frío otoño que se acercaba poco a poco para teñir de colores cálidos a Nevsnar.
Pese a todo lo previsto, Lune llegó hasta el hogar de Rose, simplemente dándose cuenta de un hermoso arbusto de rosas, único en verdad ya que en espinas eran algo más finas de lo habitual y hasta parecían ser más un adorno que dolorosas espinas de rosa; típico en Rose ya que eran idénticas a las que le mostró a Lune en su última visita a su hogar. El hogar de Rose era casi único, un gran roble era el centro de este, la gran copa era tan espesa que apenas y se podría distinguir una hoja de otra al elevar la vista, sin embargo lo que era el principal atractivo era que miles de lianas caían desde lo alto hacia el suelo casi enterrándose el extremo en la tierra, sin olvidar que desde la elevación, en el comienzo de la copa hasta su final en el suelo se formaba un ángulo agudo, un hogar cónico. A su vez, el musgo y las hojas de dichas lianas le daban cierta dureza e impermeabilidad a la estructura, era deslumbrante por dichas características y por el gran tamaño del hogar, casi sacado de un relato de fantasía que se pudiera contar para asombrar a los cachorros.

Honor de dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora