Capítulo 2

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Justo en esa tarde, Sirrush y dos tropas junto a su hermano habían ido a lo alto de una montaña cercana al valle, uno de sus guerreros informó haber visto a dos Tyranitar merodear por el exterior del territorio y se ocultaban tras una cueva que pa...

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Justo en esa tarde, Sirrush y dos tropas junto a su hermano habían ido a lo alto de una montaña cercana al valle, uno de sus guerreros informó haber visto a dos Tyranitar merodear por el exterior del territorio y se ocultaban tras una cueva que pasaba casi desapercibida.

—¡Intenta no moverte o te haré sufrir canalla! —ordenó uno de los guerreros, el cual era un Haxorus, se refería al Tyranitar que tenía bajo su pata y al cual habían sometido hace unos momentos junto a otros tres más.

—Bien hecho muchachos —felicitó el líder Sirrush a sus guerreros—, ahora este territorio a quedado a salvo de la tiranía de estos monstruos.

—¡Cállate demonio de tierra! —vociferó con furia uno de los sometidos.

—En nombre de Wawel, te ordeno guardar silencio bestia maldita —dijo Sirrush el cual escupió en la cara de aquel Tyranitar. 

—Señor —lo llamó uno de sus soldados—, acabamos de encontrar lo que parece ser el punto de entierro —aquel lugar se encontraba dentro de las cavernas, los puntos de entierro son llamados así por ser el lugar donde los Tyranitar entierran sus huevos para protegerlos de los depredadores.

—No sé qué espera soldado, encárguense de romperlos usted y su tropa —ordenó con frialdad el líder, Sirrush no quería ni un inconveniente—, no quiero ni un sucio huevo en este lugar —agregó.

—Como diga mi señor —aceptó aquel guerrero que se internó en las cavernas de la cueva y junto a su tropa se dedicaron a excavar y romper dichos huevos.

—¡Maldito! —maldijo una madre, forcejeaba contra la fuerza que aplicaban dos soldados—, ¿y así quieres que las demás aldeas te respeten? 

—No, solo quiero que me teman a mí y a mi ejército —admitió—. Y quiero que sepan que cualquiera que se proponga vivir cerca de las tierras de Wawel, será erradicado si no hace caso a la advertencia.

—Malditos dragones y sus leyendas de mierda, ¡alaban a un maldito tirano que solo se dedicó a conquistar este valle! —gritó refiriéndose a Wawel— Y su maldita descendencia ha estado siguiendo esta masacre por siglos.

—Ya calla mujer, creo que por ese ímpetu tuyo te dejaré irte pero no quiero volverte a ver en la vida —le propuso— ¿qué me dices?

—Antes muerta que aceptar un trato como ese contigo —respondió negándose.

—Te concedo tu deseo —le dijo antes de matarla con la fuerza de sus garras, cortando profundamente su cuello. — ¿Alguien más que quiera dar su opinión? —dejo la pregunta al aire, nadie respondió hasta que...

—Yo maldito bastardo —contestó una imponente voz arriba de Sirrush—, te sientes fuerte con tu ejército, pero si él no eres nada más que simple arena desértica —era un Tyranitar, bajó de un salto de donde se encontraba, se mostró ante los ojos de Sirrush, a diferencia de los otros su tonalidad era bronceada con un ligero toque dorado, pero eso solo hacía que se viera más intimidante. 

Honor de dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora