La Vuelta al Mundo en una Vida

"El Bosque"

Me alegra que hayas venido a verme. Los doctores dicen que no me voy a recuperar del todo y que voy a ir perdiendo la vista poco a poco hasta quedar totalmente ciego. La verdad, creo que su diagnóstico está mal, puesto que ya estoy casi ciego.

En fin, quería agradecerte por todo este tiempo que has estado conmigo sólo escuchando hablar a un viejo que está mal de la cabeza. Sé que podrías estar con tus amigos haciendo cualquier otra cosa que a los jóvenes les guste, pero te quedaste conmigo en la mansión y eso es algo que aprecio mucho. Así que, para compensarlo, te tengo una pequeña sorpresa, pero no estará lista todavía hasta dentro de unos días, por lo que te pido paciencia.

¿Te contaron lo del ataque? Fue el dolor más horrible que haya podido sentir en toda mi vida, o bueno, en la que recuerdo. Fue un dolor en la cabeza tan terrible que quería que me dieran los documentos necesarios para poder firmar la eutanasia. Tuvieron que reanimarme con algún extraño aparato que los doctores usan. Tú sabes, de esos con nombres que tienen muchas letras difíciles de pronunciar.

Ese dolor fue tal, que incluso soy capaz de compararlo con el malestar que sufrí en Japón. Ambos fueron horribles y en ambos quería morir antes de que otra cosa ocurriera. El primero, ya te dije, porque era simplemente horroroso y sabía que a pesar de que librara ese ataque, las probabilidades de que pusiese volver a la mansión por mi propia cuenta eran ínfimas; las probabilidades de que sobreviviera a la internación del hospital eran muy, muy pequeñas.

La segunda, al igual que la otra, no quería continuar viviendo ese momento pero, al contrario del primero, el dolor no fue físico sino emocional. Todo ocurrió en Japón, en un lugar conocido como Fujikawa... Fukijakawu... Kujifawaku... Algo así, Star era la que hablaba japonés, no yo.

Luego de cinco extraños días en Venecia, días muy raros —e incómodos— por cierto; yo pensaba en visitar Inglaterra, para caminar por Londres y ver el Big Ben, el Palacio de Buckingham, o aquél puente del cual viene la canción: "El Puente de Londres se va a caer, se va a caer, se va a caer...". Sin embargo, justo cuando estaba reservando el vuelo en la computadora, ella me interrumpió, diciendo que quería ir a Japón antes de ir a otro lugar. Por fortuna no había cerrado el trato y cambié el destino a Japón. Pensé que quería visitar Tokio y ver todos esos dibujos de anime, o probar esas extrañas comidas preparadas con arroz y mariscos. Pero no fue así.

Esos cinco días en Italia fueron... Incómodos. La mañana siguiente Star intentó actuar como si no importase. Yo también lo quise hacer, pero me era mucho más difícil que a ella. Me miraba extraño, a veces torcía la boca, apenas hablamos, y cuando lo habíamos eran pláticas muy superficiales; no hubo más Reina Paloma ni nada así, sólo nos limitamos a ir a probar comidas típicas y a visitar lugares concurridos. Era como si ambos quisiéramos evitarnos, pero al sólo ser nosotros dos en una ciudad desconocida resultaba imposible.

No dejaba de pensar en lo que hice mal y en cómo poder arreglarlo. Me desvelaba, y como dormíamos en habitaciones separadas, miraba el techo debatiéndome en si debía cruzar el pasillo y entrar a su habitación para hablar, o si debería esperar a la mañana siguiente para eso. En ocasiones, la escuchaba deambular por el piso, caminando de su habitación al baño y del baño a la cocina. Según tenía entendido, sufría de insomnio desde hace ya algunos días.

Habíamos bajado del avión en el Aeropuerto Internacional de Barita, en Tokio. Al contrario de lo que pensé, también me pidió un hotel en otra parte de Japón. Un hotel en un lugar con un nombre impronunciable, pero que sé que se encuentra cerca de un bosque al pie del monte Fuji. Yo no entendí la razón de ello, pero decidí no poner objeción, tal vez se había cansado de ir a donde todos van y esa vez sólo quería pasar unos días cerca de la gente local y lejos de todo el bullicio.