Capítulo 3

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Las ninfas son mujeres muy hermosas, con cabellos largos hasta sus huesos sacros, vestidos rojos, verdes o violetas, que danzan por el verde prado. Cuidan de las criaturas del bosque. Viven sin dinero ni comercian, todas siguen las leyes naturales; no lastiman, no odian, no envidian, todo lo sirven y cada una es complemento de la otra.

Hay hombres entre estas ninfas, pero aparecen cuando se sucede una batalla. Altos, rollizos, nervudos, habituados a las más arduas campañas. Son asiduos en el logro de sus metas. Usan las espadas que nunca enmohecen y los escudos de platino que reflejan las estrellas en sus superficies.

En tiempos de paz no se les ve. Ninguno de los horticultores que se aventura al bosque en busca de flores o fertilizantes naturales, se ha topado con alguno de estos guerreros cuando no hay guerra.

Se tiene la teoría que los soldados son fantasmas del pasado, espíritus del bosque, hombres de antaño que, en su ferviente amor al reino vegetal, prometieron a los Dioses ser los eternos guardianes de su pureza. Se estima que en tiempos de guerra, surgen sus huesos de la tierra ayudados con la magia de las ninfas, quienes les devuelven la carne, los ojos, los cabellos, y las mañas ilusorias de los vivos.

Esta hipótesis en defendida por muchos letrados, pues nunca se ha tenido registro del deceso de alguno de estos soldados ¿Son inmortales? Tal vez ¿no nacieron por eso no pueden morir? Es probable. Hay muchos misterios en el Bosque Mágico. Su belleza puede perder hasta la mente más esclarecida y al espíritu más fiero, una característica que lleva a los hombres, enanos o gigantes a no querer pasar muchas horas en estos dominios.

El peor temor nace de aquellos que saben que esta perdición también ocurre en su contraparte, en el reino de las sombras, en el Bosque Oscuro. Aquello que más desees se edifica delante de ti, tal un espejismo o un sueño, el genio maldito, que recrea un escenario muy real acerca de tus sueños. No se sabe exactamente qué pasa con los hombres que se han adentrado, porque siempre se han perdido en estos dominios.

Se cuenta que si lo que deseas es oro, un enorme castillo ha de ser encontrado, en cuyas bóvedas están los mayores tesoros de la historia. El Calix de plata, los platones de oro, joyas que destellan a miles de kilómetros de distancias; tapices, perfumes, estatuas de bronce, collares de diamantes, utilerías de cristales, diademas, gemas preciosas... el avariento se pierde en su codicia hasta el vacío de la oscuridad.

Si deseas mujeres las tendrás entre las más bellas, sensuales, tiernas, exuberantes; de sinuosas figuras, de andar y posturas seductoras, de todas las razas si te complacen, o sólo de aquellas que tu deseo apetece.

O acaso quieres fama, los colirios del vitoreo, las lisonjas por tus logros, el bastón de la voluntad. Todo lo tendrás, todo será tuyo, lo que deseas se te muestra frente a ti, para enloquecerte y perderte entre las sombras.

Hubo un hombre que de adolescente pudo superar todas estas tentaciones, uno que nació con la estrella de la sabiduría alumbrando su vereda, ése que conoce los misterios de la ciencia y de la magia, y hace nacer de los tremedales las hordas defensoras de su reino; Zacarías, el fiel sirviente de la reina Bella, la soberana de la Región de los Lagos.

Zacarías cuenta que se perdió entre los bosques una vez que se fue a dormir. Por aquel tiempo vivía con sus padres, tenía 12 años, a punto de cumplir trece. Una hermosa voz cantando lo atusó, y en volandas llegó hacia una roca mullida por la humedad. Allí descansaba la más bella de las doncellas, peinando su cabello con un cepillo de cristal, a la vez que entonaba una sonata hipnótica.

, justo donde estaba postrada la dama, que enternecía con su presencia al joven mago. Éste con estupor se acercó lentamente a ella, hasta que la tomó de la muñeca. El muchacho abrió los ojos de sorpresa, estaba fría como el hielo. Sus ojos eran grises, su cabello blanco, pero su rostro y su piel era lozana y hermosa. Cuando hubo terminado de entonar, se puso de pie y sentó al muchacho en la roca. Se encaramó a horcajadas sobre él, se acercó a su oído preguntándole -Dime joven Zacarías ¿Qué es lo que más quieres en la vida? -. Parpadeó varias veces, esbozando un gesto tierno y sonriéndole tímidamente.

Helen Vimy y el Bosque OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora