Capítulo 9

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Las sirenas habían llegado a la barrera de coral. En ella cientos de pececillos nadaban, esquivando los corales. Era un espectáculo multicolor.

Nadaron por todos sus alrededores sin poder hallar "La perla de las piernas" como comúnmente la conocían las sirenas. Buscaron por cada recoveco e intersticio, pero no dieron con ella. La luna brillaba en lo alto, entorpeciendo el destello de la perla

- ¿Cómo podemos cubrir la luna? - Se preguntaban cuantiosamente las sirenas.

Salieron a la superficie y voltearon al cielo, viendo a la luna reinante, con las estrellas ayudándola a iluminar la tierra. De pronto, cuando estaban cansadas de ver hacia arriba, se dieron cuenta que una de las estrellas se movió.

- ¿Viste eso? - preguntó Yelei

-Sí, se ha movida una estrella- contestó Sisene

-Juraría que hasta hace poco estaba paralizada-

-Las estrellas nunca se mueve-

-Esta al parecer sí-

-Es increíble- vociferaron pasmadas.

La estrella descendió desde el cielo hasta posarse en medio justo frente a sus caras.

-Hola- dijo una voz que se desprendía de la luz, mientras las sirenas, enceguecidas por la intensidad de la iluminación, cubrían sus ojos.

-Hola, soy el Hada Madrina de la princesa Helen- cuando dijo estas palabras las sirenas pudieron otear la figura de una mujer con alas de cristal

-He venido hasta aquí, porque sé que están en la búsqueda de "la perla de las piernas" lamento decirles que no la van a encontrar. Las brujas la han sacado de estos corales, y se la han llevado al Bosque Oscuro, con la clara intensión de poder manipularlas a su antojo-

-No puede ser, ahora cómo haremos para salvar a Tobías- dijo Sisene llevándose las manos a la cabeza -está perdido- argumentó.

-No te preocupes, para eso estoy aquí -respondió el hada sonriendo al mismo tiempo- Yo tengo el poder de convertirlas a ambas en mujeres, pero toda la magia de un hada madrina es perecedera

- ¿Qué quieres decir? - preguntó Sisene

-Quiere decir que no podremos ser mujeres por siempre- le contestó Yelei decepcionada.

No es un secreto que el único deseo de una sirena es el amor, y para ello necesitan piernas-

-Es así- le respondió Yelei bajando la mirada.

-Al no ser ustedes mis protegidas, no sé con exactitud cuánto tiempo durará el encantamiento. Podría tardar doce horas o doce minutos, no lo sé-

-Danos piernas, debemos rescatar al muchacho- le respondió Sisene

-Danos piernas- dijo Yelei volviendo a alzar sus ojos.

Anfitrite movió su varita teletransportándolas a las aguas del puerto del Reino del Valle. Las sirenas, que no están acostumbradas a este tipo de viaje, se marearon. Sisene incluso vomitó.

-Diríjanse lo más cercano que puedan a la orilla, hasta que encallen-

Las sirenas nadaron con dificultad hacia la playa, hasta una posición en la cual ya no se podían seguir moviendo. Los labios de ambas estaban resecos y respiraban con dificultad cuando el hada dijo -Sacataranta puntaranta sacai – movió su varita y una luz cubrió a ambas sirenas, haciéndolas flotar por el aire, depositándolas pasivamente sobre la arena.

La luz las cubría por completo, no se podían avistar. Poco a poco se fue difuminando la claridad, hasta que se divisaron unas piernas en lugar de las colas de peces.

Helen Vimy y el Bosque OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora