Capítulo 14

50 1 0
                                    

Tobías fue conducido entre la maleza por las damas . Las mujeres despedían un estridente cántico que dejaba ateridos a las fieras o las arredraban con amenazas. Los lobos eran las bestias más osadas, cuando se toparon con uno de ellos, las mujeres tuvieron que mostrarle su peor cara. Estos y todos las demás sabían que no podían lastimarlas, pero entendían que podían serlo por ellas. Ese había sido el verdadero secreto del porqué pudieron conocer el Bosque Oscuro en cada rincón y salir incólume, sólo un espectro o Zamira podría contra ellas.

Cuidaban al chico en las noches, mostrando sus dientes, arrugando sus rostros ante las fieras que escapaban despavoridas. Los hombres sin cabeza se quedaban paralizados al verlas, los bicéfalos las insultaban no atreviéndose a acercárseles demasiado.

Ni siquiera los duendes se atrevían a entablar batalla contra ellas. Éstos se acercaron a Tobías que estaba tumbado durmiendo. Apresuraron el paso para frenarlo de golpe al ver que las fantasmas lo acompañaban.

La mujer los miró recorriendo todo el escenario hasta que se perdieron de su vista, luego se relajó y le echó un ojo complacida al joven que estaban cuidando. Sin embargo, nada es simple en el Bosque Oscuro, pese a contar con la gema que lo protege de las visiones y las fantasmas de las fieras, los treants son otro asunto. Estos vigilantes del bosque son astutos, cerraron sus ojos y sus bocas, hundieron sus rostros en la corteza, desapareciéndolo. Usaron a los cuervos que se posaban en sus ramas cantándole los movimientos del chico. Los repentinos graznidos asustaban a Tobías que sacaba su machete presuroso mirando alrededor. Al ver que se trataban de cuervos se relajaba. Las fantasmas los espantaban.

-Estamos siendo vigilados. Esos cuervos pertenecen a la brujas-

-No he visto a los treants, pero ellos son ladinos, están acá. En el Bosque Oscuro nunca hay un secreto lo suficientemente oculto para ellos. Debemos tener cuidado-

Los treants nunca se les mostraron. Las luces verdes no iluminaban los pasos, pero en el ambiente se sentían sus exhalaciones, en un frío que calaba los huesos y hacía vibrar las hojas de los árboles.

Ya se había corrido la voz de que el muchacho estaba bajo la protección de estas mujeres. Los treants se fueron musitando la información el uno al otro, hasta que llegó al cuervo que se encargaba de llevar las noticias del Bosque al Hada Perdida.

Este era un cuervo ciego con heridas en sus alas. Nunca graznaba a no ser para informarle al Hada Perdida.

Zamira se encontraba sumergida en un libro de pociones, deslizando sus uñas puntiagudas sobre las líneas, con el ceño fruncido y maldiciendo. El cuervo entró por un ventanuco, se posó sobre su hombro izquierdo, dio unos pasitos hacia el oído del hada y graznó.

-No puede ser. Esas aciagas. Sabía que mantenerlas allí me traería problemas- la mujer se levantó corriendo de su silla, mientras el cuervo salía por la ventana. Una estela de humo se difuminó desde su túnica grisácea. Trajinó enfurruñada por toda la habitación -Esas bestias cobardes, no son capaces de encargarse de ellas-

Zamira se dirigió a un pozo de aguas burbujeante. Las burbujas estallaban vociferantes. Tomó un cucharón de madera de Treant e inició la mezcla de la sustancia. Sus manos se tornaron lisas, su rostro lozano. La vejez que la aquejaba se perdía en una dama esbelta de pómulos prominentes y mandíbula alargada. El conjuro le permitía ser joven por un periodo aleatorio, dándole la fuerza para lanzar hechizos más poderosos.

El hada hizo una serie de conjuros que abrieron unos portales por los cuales salieron tres espectros con capuchas negras que impedían denotar sus rostros. Exhalaron vociferando sonidos guturales, tensando sus dedos flexionados con las palmas en dirección al techo. Una sustancia negra y babosa se expelía de sus bocas adosadas por colmillos filosos.

Helen Vimy y el Bosque OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora