Capítulo 10

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Zacarías aterrizó en tierra firme después de ser dejado por el grifo, que despegó de inmediato y se unió a su manada que planeaba. Los hombres que sobrevivieron al ataque del Kraken se levantaron de la arena, sacudieron sus armaduras, se las quitaron y caminaron protegidos por cotas de malla.

-Nos encontramos en la tierra de los enanos, estamos lejos de nuestro reino, pero también del Bosque Oscuro- Adelardo tocó la tierra, la tomó entre sus manos y cerró el puño.

-Debemos continuar nuestro viaje- anunció Zacarías.

Los hombres tomaron los restos de vituallas que pudieron, tan escasa que servía para pocos días. Caminaron por un valle verde durante horas, bebiendo de los ríos, llenando sus odres con agua. Miraban en lontananza las montañas que se alzaban por detrás de unas colinas verdes tupidas de abetos. Sus dimensiones eran enormes, sus cúspides son retazos ondulatorios cubiertos de nieve.

-Traspasar las montañas es una opción- dijo Adelardo -Otra menos fatigosa es cruzar por la tierra de los Gigantes- sus hombres tragaron profundo, el siglo pasado habían participado en varias guerras entre sí, con victorias para ambos lados; las relaciones no eran buenas. Además, aunque tenían un poco menos de cien años de paz, los gigantes vivían alrededor de 200, mucho de ellos estaban mutilados, tuertos o resentidos por las batallas contra los hombres. Éstas se habían sucedido siglos después de que tuvieran que forjar alianzas en contra de los siete espectros del averno que habían emergido desde quien sabe dónde.

Estas sombras sembraron el terror entre los humanos. Se alimentaban de la sangre pura de los animales de los bosques, devorándolos por entero. Engullían a los niños y arrasaban aldeas y poblados enteros.

Los humanos yacían por las enfermedades, la espada, por los dientes de las fieras lacayas de los jefes oscuros o por los espectros.

Las ninfas y las hadas también caían. Héroes de todas las tierras se apilaban en fosas comunes en las cuales buitres, cuervos, moscas y gusanos se compartían el festín.

Hubo guerras en La Región de los Lagos, en el Gran Continente, en el Reino de las Islas... La oscuridad se expandía a cada rincón de la tierra. Soldados de todas las edades combatían; jóvenes que hacía pocos ayeres habían dejado los pechos de sus madres; viejos que habían visto miles de soles caer y ascender; hombres rollizos, caballeros valientes, granjeros, panaderos, artesanos, magos... todos luchaban vigorosamente para defender la libertad. También hubo destellos de mujeres guerreras, los ancestros de las soldados de los lagos.

Los gigantes también prestaron su ayuda, combatiendo con todas sus fuerzas ante los minotauros y los cíclopes que los superaban en número. Los centauros los asistían, quebrando los cráneos de sus enemigos con patadas, atropellándolos a toda velocidad, utilizando mazos para derrotarlos.

Los gigantes desgranaban a los duendes, a los hombres sin cabezas, a las brujas y las gárgolas.

La victoria llegó con un alto precio, un poco más de un tercio de la población de todos los reinos feneció. El hambre, el clima y las enfermedades también se cobraron víctimas.

La Legión de los Magos fue la que encerró en las catatumbas a los espectros, haciendo uso de sus sabios encantamientos para crear ejércitos de aire y de agua; tan etéreos como los espectros, pero invencibles ante sus manos.

Los seres oscuros quedaron encerrados en las catacumbas, durmiendo durante siglos la siesta de los vencidos. Sin embargo, ahora todo había cambiado. Esos mismos espectros se alborotaban desde las profundidades inexploradas.

En las guerras contra los gigantes del siglo anterior, comúnmente llamada la Guerra de los Ignaros, la paz tuvo que ser forzada entre ambos bandos, cuando un extranjero abrió de nuevo las catacumbas.

Helen Vimy y el Bosque OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora