—¡Kacchan! —exclama un pequeño pecoso de cinco años corriendo detrás del mencionado tanto como sus piernas le permiten. Es muy chiquito aún y no es tan genial como el rubio—. ¡Espérame!
—¿Qué pasa, Deku? Muévete —habla Katsuki con su típica sonrisa victoriosa deteniéndose, volteando a mirar al de cabellos verdes—. Apresúrate, quiero escalar ya.
—Eso hago. —Logra llegar a su lado, esta vez andan un poco más despacio—. ¿Por qué estás tan apurado? —pregunta siguiéndole el paso.
—Porque luego llegan otros niños y se trata de nuestro lugar, ¿entiendes? Ningún extra tiene permitido de estar ahí, es nuestro, tuyo y mío. —Las mejillas del pecoso se encienden. Se detiene. Katsuki voltea a mirarlo—. ¿Qué pasa?
—Kacchan... ¿Te diviertes jugando conmigo? —pregunta haciendo un curioso puchero. Katsuki enrojece levemente desviando la mirada.
—Deku, es divertido ganarte. —Toma su mano y le jala a él haciendo que el pecoso pierda el equilibrio y se recargue en su pecho—. Ahora venga, vayamos a escalar el árbol más grande del mundo.
—¡Sí! —Katsuki lo lleva corriendo, Izuku trata de seguirle el paso. Esta vez se siente más seguro. Ahora sabe que no perderá de vista a Katsuki porque él lo guía.
Y cuando él voltea a mirarle, Izuku siente su rostro enrojecer. Nadie sabe como él se siente cuando Katsuki está a su lado. Nadie sabe los bonitos colores que el representa. Rojo, blanco y amarillo. Y cuando se combinan con el cielo claro y el verde de la naturaleza le parece la cosa más hermosa del mundo. Es como un cuadro que nadie ha pintado. Como una obra de arte.
Porque él piensa que Katsuki es arte.
Cuando llegan al afamado árbol, Katsuki es el primero en treparse entusiasmado. Izuku va por detrás. El rubio le ayuda cuando le ve apunto de caer y viceversa. Van riendo, haciendo bromas tontas. Y cuando llegan a la rama en la que siempre se sientan, Izuku se recarga en su hombro, Katsuki le acaricia la cabeza y le parece escuchar una dulce melodía cada vez que están juntos.
Izuku no entiende por qué su corazón late con tanta fuerza cuando está con Katsuki, pero no le molesta en lo absoluto, porque sabe que aquel frenesí de latidos hacen que en su rostro nazca una sonrisa y sus mejillas se pinten de rojo. Y si él está rojo, puede ser parte de la paleta de colores de Katsuki, de su Kacchan.
—¡Mira, un búho! —comenta Katsuki apuntando a la copa de otro árbol. Izuku se recarga más en su pecho, dichoso.
—Qué lindo —comenta suavemente sin tener que mirarla.
—Otra vez no estás haciéndome caso, Deku. —Katsuki le empuja con poca fuerza. Izuku se aferra a él así que nada sucede. El rubio acaricia su cabeza haciendo adormecer al pecoso.
—Me gusta estar así con Kacchan.
***
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El KatsuDeku más soft que podrás encontrar
FanfictionPorque el KatsuDeku soft vende y tengo hambre.