capítulo 10

174 16 2
                                    

Pov Narrador

Una vez el padre bajo del carruaje, sus hojos se posaron en Elizabeth, la vio con sus ojos abiertos de par en par, impresionado, como si....... Hubiera visto un fantasma. 

-Buenos días padre Acacio, sea bienvenido- comentó la madre Teresa.

El padre parecio reaccionar.

-Disculpe, buenos días madre Teresa ¿cómo ha estado?

-Bien gracias, ¿Y usted cómo se encuentra?

-Bien, bien ...... también buenos días para usted Queing-dijo mientras se giraba a él, luego posó su mirada en la hermana.

-Buenos días padre, soy la hermana Elizabeth, a la que llamaron para ayudar en está iglesia- extendio su mano a él mientras mostraba una amable sonrisa.

-¿Ocurre algo padre?- preguntó la madre Teresa.

-No nada lo siento- extrecho su mano- lamento mi actitud, lo que sucede es que me .... recordó a alguien, me sorprendí por el parecido que usted tiene.

-Ya veo, no se preocupe, es normal que nos encontremos con personas parecidas a nuestros seres queridos o conocidos.

-Sí, eso es muy cierto.

-Bien- interrumpió la madre Teresa- Hermana Elizabeth, hagame el favor que le pedí.

-Sin problema madre.

Elizabeth se retiro a tocar la campana, mientras la madre Teresa se giraba al padre.

-Adelante.

-Gracias.

En el pueblo de Danaford, toda la gente se encontraba arreglada y elegante, los niños con un traje simple al igual que los señores, y las mujeres vestidos largos con colores suaves.

A lo lejos, se escucharon las campanadas que marcaban el inicio de la misa.

Unos quince minutos bastaron para que todos estuvieran en sus asientos, calmados mientras esperaban a que el padre entrara.

Unos momentos después, llego el padre Acacio, la madre Teresa, la hermana Elizabeth y con ellos el inicio de la misa.

Mientras todo se llevaba a cabo, Elizabeth noto algunas miradas en ella, volteo dandose cuenta que estaba todo el pueblo, unos la miraban sonriendo y otros sorprendidios, como el padre Acacio.

Estaba acostumbrada que la vieran, pero no de esa manera.

De reojo, buscó con la mirada a Sir Meliodas, pero después de tanto buscar no logró encontrarlo.

Que raro - pensó-creí que todo el pueblo asistía-se cuestionó.

Con el tiempo en su curso, la misa se dio por finalizada, todos salian de ahí, sin embargo varios de los pequeños se acercaban a Elizabeth de manera tímida solo para entregarle flores, que ella aceptaba con gustó, solo que un poco extrañada.

Cuando la iglesia estuvo vacía, y después de darle la despedida al padre Acacio, la madre Teresa se dirigio a ella.

-Bueno hermana eso ha sido todo, puede darse un descanso, y por descanso, se que ira a pasear al pueblo- le dijo sonriendo.

Ella río.

-Me conocé, ¡Y en muy poco tiempo!

-Soy observadora, venga disfruté su día.

Ella avanzó en dirección a la taberna de Sir Meliodas.

¿Por qué no habra asistido? ¿Habrá tenido algún inconveniente? ¿Habrá salido?

El octavo pecado (meliodas x elizabeth)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora