capítulo 16

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Pov Elizabeth

Una sombra...... Lo único que logró recordar es una sombra.

Una silueta obscura que se escondía detrás de unos árboles.

Me miraba fijamente y, antes de yo tan siquiera reaccionar me encontraba débil.

Un cansancio y sueño se apoderó de mí sin ninguna razón, obligándome a cerrar mis ojos.

Tengo vagos recuerdos de Sir Meliodas sosteniéndome para no caer. Y de ahí...... Nada.

Con mucha pesadez abrí mis ojos.

Cómo la última vez, me encontraba en un espacio negro, frío y vacío.

Siento que voy a terminar acostumbrandome a esto.

Y le temo tanto.

Comencé a caminar, los ecos de mis pasos inundaban el lugar.

Oh vaya..... Me siento tan sola.

Un sentimiento que crei a ver superado hace tiempo, si que estaba equivocada.

Una luz me deslumbró, cómo la vez anterior, cegandome la vista, cerré los ojos por inercia.

Me deje guiar por eso, de todas formas que otra opción tenía.

Llegué al lugar, con miedo abrí los ojos de nuevo.

-.....-

Me arrepentí de ello.

............

Pov Narrador

-¡Elizabeth!- dijieron los cuatro al Unison.

Meliodas la sostenía con fuerza por la cintura.

-¡Elizabeth!- dijo Meliodas, mientras la sacudía un poco.

Tenía los ojos entrecerrados y fijos al bosque, y en segundos se desplomó por completo.

Meliodas la cargo rápidamente, sosteniéndola con fuerza por sus muslos con su mano y antebrazo, y recargando las cabeza de Elizabeth en su otro antebrazo.

Los cuatro la vieron.

A diferencia de lo que creían, ella parecía descansar, tenía la imagen de estar en un profundo sueño.

-Hay que llamar a un curandero ¡Rápido!- Mencionó Queing algo desesperado.

La madre Teresa que parecía haber entrado en un estado ligero de shock, recobro la compostura rápidamente.

Sacudió la cabeza, intentando quitar todo tipo de preocupaciones y sentimientos negativos.

-¡Si!- se giro al capitán- Tu y yo la vamos a dejar a su habitación, Queing y el padre Mael se encargarán de buscar un curandero, vamos.

Todos asintieron con la cabeza acatando las órdenes, y dirigiéndose a distintas direcciones.

Una vez llegaron a la casa a toda prisa la madre Teresa y Meliodas dejaron a Elizabeth en la cama de su habitación.

Teresa suspiro frustrada.

-¿Y ahora que?- se sentó en una silla cerca de una mesita en el cuarto.

-No lo sé y la verdad no me gusta nada- dijo Meliodas bajando la cabeza, con el seño fruncido, cruzándose de brazos y perdiéndose en sus pensamientos.

Pasaron unos minutos.

Se quedaron en un profundo silencio.

No fue así, si no el sonido de la puerta de la habitación abriéndose que los hizo dar un pequeño respingo y prestando atención a su alrededor.

El octavo pecado (meliodas x elizabeth)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora