Capítulo 53

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Agosto

Tendría que sentirme mejor, sobre todo a ver mejorado mentalmente pero creo que estaba cayendo en el pozo oscuro, ese pozo que estaba viendo destellos de luces pero estaba volviendo a caer.

Con la diferencia que estaba libre del alcohol y de las drogas pero me parece que era mucho peor.

Estaba cuerda, estaba viviendo en la realidad y era una penosa realidad en la que Izan no se encontraba.

No había ido a Bristol a visitar a mis padres.

Mis amigos no me habían llamado ni una sola vez.

Perdí el rastro de John.

Estaba completamente sola.

Todos los días me encontraba en el apartamento, dormida en el sofá, dormida en la cama.

Me quedaba horas y horas en la bañera sin querer salir de allí.

No hacía nada más que dar vueltas por el apartamento.

Imaginando que Izan estaba en cada parte de este apartamento.

Imaginando miles de situaciones imaginarias, cosas que no habíamos hecho aún.

Imaginaba como sería nuestro reencuentro una y otra vez.

Tenía metido a Izan en mi mente.

Por que no tenía nada con lo que distraerme.

Solo salí dos veces de mi apartamento para hablar con mi psicólogo pero estaba viendo que era absurdo hablar con él.

No me estaba ayudando, le dije que si me podía recomendar unas pastillas pero no quiso.

Asique estaba todo los días llorando en mi casa, recordando, tenía una inmensa tristeza en mi cuerpo que no podía controlarla.

......

Empecé a tener pensamientos oscuros y escalofriantes.

Por eso quise hablar con mi psicólogo antes que algo malo ocurriera.

<< ... >>

Entraba en habitación del psicólogo, me sentaba frente a él y colocaba mi coleta hacia un lado.

Tenía mi mirada perdida.

—¿Entonces te encuentras mejor desde nuestra última consulta, Erika?—

Tenía mis manos entrelazadas con la mirada perdida a su pequeña ventana que tenía en su consulta la cual entraba un pequeño y lucido rayo de sol.

—Cada vez me encuentro peor, no veo esperanza a esto.—

—¿No sabes nada aún de...?—

—No.—Interrumpí.— Es como si no existiera, pero esta aquí conmigo.—Señalaba mi cabeza y volvía a bajar la mano.— Busco con la mirada, cada rincón de la calle su existencia y ni rastro, nada, es como si no existiera pero sigue en mi mente.—

—¿Ni si quiera has recibido ninguna llamada?—

—Nada, doctor.—

Escuche a mi psicólogo de respirar profundamente y se inclino hacia delante.

—Erika, lo mejor que puedes hacer, es seguir hacia delante.—

Mire de repente a mi psicólogo con tristeza profunda penetrando mis ojos a los suyos.

—¿Seguir hacia delante?—pregunté.—

—Si, Erika, es lo que hacemos todos.—

Trage saliva como si me lo estuvieran clavando en el cuello y contenía mis lágrimas.

La InsatisfechaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora