Esa misma noche
—No pareces feliz, María —le susurró Enrique Mendoza, (uno de los abogados más prestigiosos y ricos del país) al oído—. ¿Te apetece que te cuente un chiste picante? ¿O prefieres que nos vayamos a otra fiesta? Ésta es muy aburrida.
Ella suspiró sin ganas y esbozó una brillante sonrisa.
—Si quieres irte, no pondré ninguna objeción.
Mendoza colocó una mano enguantada en la espalda de María y la acarició suavemente.
—No he dicho que quiera irme. He sugerido que irnos podría servir para aliviar tu aburrimiento.
En ese instante ella deseó estar aburrida de verdad; tener la mente llena de cosas sin importancia sería infinitamente preferible a que estuviera ocupada por pensamientos sobre Esteban. ¿Quién era el hombre que se había mudado a su casa? A decir verdad, no tenía ni la más remota idea. Lo único que sabía era que se trataba de un hombre sombrío y muy atormentado por cosas que ella no podía comprender, porque él no quería contárselo. Y también sabía que era un hombre muy peligroso. Como su marido, podía exigirle cualquier cosa que desease y ella no podría negársela.
En el fondo de su corazón, María no pudo evitar añorar al Duque de San Román que había conocido años atrás. El joven Esteban, siempre dispuesto a burlarse de algo o a hacer alguna temeridad. Aquel hombre era simple y fácil de manejar.
—¿Y bien, María? —insistió Mendoza.
Ella ocultó su enfado. Enrique era un buen hombre y ya hacía dos años que eran amantes, pero nunca expresaba su opinión ni decía lo que él prefería hacer.
—Me gustaría que decidieras tú —le dijo María dándose la vuelta para mirarlo.
—¿Yo? —Enrique frunció el cejo, lo que no hizo que resultase menos atractivo.
Mendoza era un hombre guapo, de nariz aguileña y ojos oscuros. Tenía el pelo negro, con cabellos plateados en las sienes, una característica muy distinguida que sólo aumentaba su encanto. Era un gran abogado y poseía la figura de un dios griego. Era un hombre apreciado y respetado en toda la buena sociedad. Las mujeres lo deseaban y María no era la excepción. Era viudo y tenía dos hijos, por lo que no necesitaba volver a casarse, y poseía un carácter afable. María disfrutaba de su compañía, tanto dentro como fuera de la cama.
—Sí, tú —le dijo—, ¿qué quieres hacer?
—Lo que tú desees —contestó seductor—. Ya sabes que vivo para hacerte feliz.
—Me haría feliz saber qué quieres hacer tú —replicó cortante.
La sonrisa de Mendoza se desvaneció.
—¿Por qué estás tan alterada esta noche?
—Que te pregunte qué quieres hacer no significa que esté alterada.
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¿COMO ME FUI A ENAMORAR DE MI MARIDO? (terminada)
FanfictionMaria es una aristócrata moderna. Como toda niña enamorada se casa con su príncipe azul, grande es su desilusión cuando se transforma en un sapo. Gracias a Dios, perdió la vida, pero su padre quiere forzarla a casarse. Para escapar de esta situación...