CAPITULO 9 (marcando territorio)

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***Disculpen la demora, este es el capitulo del miércoles, para compensarles, les dejare 2 capítulos****

María se detuvo en el vestíbulo de su casa al oír unas voces masculinas. Una hablaba rápido y nerviosa; la otra, de su marido, sonaba calmada e imperturbable. La puerta del despacho de Esteban estaba cerrada. Si hubiese estado abierta, María se habría acercado a curiosear.

—¿Quién está con lord San Román? —le preguntó al mayordomo, cuando éste le cogió el sombrero.

—Lord Williams San Román, milady. —El hombre hizo una pausa y añadió—: El señor ha llegado con su equipaje.

María parpadeó atónita, pero ese gesto fue lo único que delató lo sorprendida que se había quedado. Asintió sin darle más importancia y fue a la cocina para asegurarse de que la cocinera estaba al tanto de que iba a tener otra persona para cenar.

Luego subió, dispuesta a descansar un rato. Estaba exhausta, tanto porque la noche anterior apenas había dormido porque se había pasado horas hablando de tonterías con unas mujeres que luego la criticaban a sus espaldas.

Se suponía que César iba a acompañarla para darle ánimos y hacerle compañía, pero él también parecía distraído y no paraba de mirar al grupo de invitados, como si estuviese buscando a alguien. Probablemente un modo de escapar de allí, dedujo María.

Se desvistió y se quedó sólo con las medias y la camisola y luego se soltó el Pelo. Unos segundos después de tumbarse, se quedó dormida y soñó con Esteban.

La llamaba con su voz pecaminosa. Tenía los labios húmedos y calientes y los movía sobre sus hombros. La mano con que la estaba acariciando también estaba caliente y las asperezas de su palma le hacían cosquillas a través de la seda que le cubría las piernas.

Su corazón le aconsejó que lo rechazase y María levantó un brazo para apartarlo.

«Te necesito», le dijo él emocionado.

A ella le hirvió la sangre de deseo y gimió. Todas y cada una de sus terminaciones nerviosas estaban alerta y ansiosas por sentir el placer que sólo Esteban sabía darle. Era un sueño y no quería despertarse. Nada de lo que hiciera dormida podría afectarla en el mundo real.

Dejó caer la mano.

«Buena chica», dijo él con los labios pegados a su oído.

Le levantó el muslo y deslizó el suyo entre sus piernas.

—Hoy te he echado de menos.

María recuperó la conciencia al instante.

Y descubrió que tenía a un San Román muy real y completamente excitado tumbado a su espalda.

—¡No! —Se movió nerviosa hasta conseguir apartarse de él y sentarse. Y entonces se quedó mirándolo—. ¿Qué estás haciendo en mi cama?

Él se tumbó boca arriba y entrecruzó los brazos debajo de la cabeza, sin avergonzarse de su erección. Llevaba los botones del cuello de la camisa desabrochados y unos sencillos pantalones, sus ojos azules brillaban de deseo y algo más. Estaba insoportablemente atractivo.

—Iba a hacerle el amor a mi mujer.

—En ese caso, te pido que desistas de tu intento. —Cruzó los brazos bajo los pechos y él desvió la mirada hacia ellos. Sus malditos pezones se excitaron al notarlo—. Teníamos un acuerdo.

—Yo nunca te dije que lo aceptara.

María se quedó boquiabierta.

—Trae aquí esa boca —murmuró él, entrecerrando los ojos.

¿COMO ME FUI A ENAMORAR DE MI MARIDO? (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora