Capítulo 4 ( ¡Atrevete! )

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¡Dios! María se desplomó contra la pared al notar que le fallaban las piernas. No podía dejar de mirar, a pesar de que los pezones se le habían excitado tanto que le dolían, y que el deseo empezaba a circular por dentro de su cuerpo. ¿Lo había llevado a ese estado sólo mirándolo? Pensar que tenía tanto poder sobre una criatura tan magnífica como él la excitó todavía más. Los clientes y los empleados de la sastrería se movían a su espalda Y María se quedó allí, espiando. Ella era una mujer de mundo, sin embargo, en aquel mismo instante estaba embriagada de deseo.

Esteban tenía la respiración entrecortada y apretaba los muslos Y María deseó poder verlo por delante. No podía dejar de pensar en el movimiento de sus manos, imaginar que eran sus manos las que lo estaba tocando ¿Qué aspecto tendría su bello rostro en medio de la pasión? ¿Se le contraerían los músculos del estómago al notar la tensión? ¿Su miembro sería tan espectacular como el resto de su cuerpo? Imaginárselo era peor que si lo estuviese viendo realmente.

¿Qué diablos se suponía que tenía que hacer ahora?

<<Maldición quiero entrar al probador con él>>, respira María, pero no pudo evitar deslizar sus manos sobre sus senos y emitir un leve quejido de frustración.

Sí, ella era una mujer sensual y ver a un hombre dándose placer a sí mismo podía resultarle excitante. Pero nunca se lo había parecido tanto como en ese momento.

María apenas podía respirar y si no tenía un orgasmo pronto, terminaría por volverse loca. Sería estúpido que intentase negarlo.

Podía reconocer perfectamente la sensación que tenía en el estómago. Algunos lo llamaban deseo. Ella lo llamaba destrucción.

—¿Lady San Román? —Esteban la llamó con aquella voz tan ronca y sensual.

Ahora que la había oído varias veces, María sabía reconocerla: era la voz que Esteban utilizaría en la cama, la voz que tenía un hombre justo después de eyacular de placer.

¿Por qué él tenía esa voz todo el tiempo? Era injusto que pudiese atormentar a las mujeres de deseo y hacerlas desear que les hablase siempre así, es una voz tan orgásmica.

—¿S... sí? —María respiró hondo y entró en el probador.

Esteban se volvió hacia ella con los calzoncillos puestos. Tenía las mejillas sonrojadas y era evidente que sabía lo que había hecho María. Su comportamiento no le había pasado desapercibido.

—Espero que algún día hagas algo más que mirarme y tocarte mientras me masturbo —le dijo en voz baja.

Ella se tapó la boca con la mano, muerta de vergüenza. Estaba claro que él no sentía ninguna. Se quedó mirándola intensamente y detuvo la mirada en sus pezones.

—Maldito seas —susurró María, odiándolo porque hubiera vuelto a casa y por poner su mundo patas arriba.

<<No resistí la tentación, me acerque, tocaba ardientemente el cuerpo de mi marido mientras este se encontraba frente al espejo, lentamente deslice mis manos a su entrepierna y acaricie lo que quería sentir desde que lo había mirado, sentí como crecía nuevamente entre mis manos y no se amilano mientras bajaba su ropa interior para volver a contemplarlo excitado.>>

Esteban, que estaba al borde del delirio, extasiado mirando la cara de su esposa mientras esta lo contemplaba a través del espejo, deslizo una de sus manos hacia atrás, introduciéndolas bajo las faldas de María, encontrando la tibieza de su braga y deslizando los dedos hacia su más preciado botón, haciéndola temblar de deseo.

María no pudo evitarlo y comenzó a gemir, anhelaba dejarse llevar, era tanta su excitación que el solo toque la lanzo al precipicio...

Esteban quería sentirla gemir más aún, quería darse la vuelta y tomarla ahí, atracarla contra el espejo e introducirse en ella, sentir la tibieza de su femineidad rodeándolo.

¿COMO ME FUI A ENAMORAR DE MI MARIDO? (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora