¡Confiesa tus caprichos!

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La barbacoa había terminado bien. Todos parecían haber disfrutado de la tarde.
Shawn se encontraba recostado en la cama leyendo una nueva revista de diseño, ignorando por completo el ritual de antes de dormir de su prometida.
Cecilia se colocaba crema hidratante frente al tocador de manera despreocupada, pero en el fondo quería que su chico la mirara.

Cecilia se colocaba crema hidratante frente al tocador de manera despreocupada, pero en el fondo quería que su chico la mirara

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—¿Qué es tan interesante?— Trató de llamar la atención de Shawn.

—Habla de las nuevas tendencias para esta temporada y en qué tenemos que hacer hincapié los diseñadores. Es muy interesante. — dijo el moreno sin apartar la vista de su lectura. —Y también habla de un nuevo programa de diseño que me gustaría implementar en Icon.

—Mañana puedes pasarme la propuesta del programa y pido el presupuesto. —Miró lo concentrado que estaba, pero ella estaba aburrida y de repente deseosa.  No sabía de qué, tal vez hambre. ¿Dulce? Pero si terminaban de cenar.

—Genial. Mañana lleno las fórmulas y las dejo en tu escritorio. Me gusta ir a visitarte. — No pudo ver el rostro de su novio, pero el tono de voz logró que ella sonriera recordando sus travesuras sobre el escritorio.

—Bebé, ¿me quieres preparar un té? —Shawn apartó la vista de su revista sin entender ese pedido repentino. —Y cuando lo termines lo llevas a la habitación al final del jardín.

Sí.  El té era sólo una excusa para mantenerlo ocupado mientras ella preparaba todo en la habitación misteriosa. Sus deseos no eran de comida y estaba dispuesta a saciarlos.

—En cinco minutos está listo. — dijo el castaño prácticamente saltando de la cama. La curiosidad de saber qué había detrás de aquella puerta lo carcomía.

—Te espero ansiosa. — respondió  la morena colocándose una bata para luego entregarle una llave con un lazo rojo atado a la misma. —Sólo pasa.

Y con eso la morena salió de la habitación sin explicarle nada más de en qué consistía el juego.
Shawn corrió a la cocina y preparó el bendito té de manzanilla, que era el que su novia tomaba por las noches. Los minutos parecían eternos. La llave quemaba en su bolsillo de lo ansioso que estaba.

Miró que nadie diera vueltas por la casa. Ya era bastante tarde y cada uno estaba en su respectiva habitación. Salió de manera sigilosa al jardín. El frío de la noche contrajo la piel desnuda de su torso pero siguió su camino hasta la ubicación mencionada.  Sólo había una pequeña luz de emergencia sobre cada una de las puertas.
Introdujo la llave con una mano mientras con la otra sujetaba la taza de té. Al abrir la puerta se encontró con algo que no hubiera esperado.  Se esperaba un cuarto pintado de rojo con cuero y metal por todos lados y toda clase de elementos de torturas, pero lo que tenía frente a él era un lugar pulcro y pomposo.
Todo era blanco y oro, un candelabro de cristales colgaba del techo, el respaldo de la cama parecía el de la mismísima reina Isabel. Era un cuarto imponente.

Sweaters Boy ||S.M||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora