—Sácame de aquí. — sollozó Cecilia acercándose a Wallace.
—¿Qué pasó? ¿Estás llorando?
El rubio no entendía nada. Ella salió corriendo dejándolo solo en la pista de baile y ahora estaba llorando.
—No, me estoy lavando los ojos. — dijo sarcásticamente. —¿Me puedes llevar o no?
—Sí, vamos.
La tomó de la mano y fueron hasta su coche. La Ranger Rover negra esperaba flamante en el estacionamiento.
Ambos subieron sin decir ni una palabra.
El muchacho puso el coche en marcha y salieron rumbo a la casa.—¿Me vas a decir qué pasó?— preguntó cuando la muchacha estuvo más tranquila. —Bebita, no te vi llorar desde que perdiste aquel estúpido dije que te regalé para tu cumpleaños y tenías 18.
—Es Shawn. Sabe lo que pasó entre nosotros y creo que lo nuestro se terminó. — Las lágrimas brotaron sin que pudiera controlarlas. — Lo arruiné todo.
—Lo quieres, ¿verdad?
Wallace la conocía desde bebés. Se habían criado juntos así que podía sentir que eso no era sólo un ataque de histeria. Realmente estaba sufriendo.
—Creo que sí. — Subió los pies y abrazo sus rodillas en un intento de autoconsolarse. — Todo esto es tan confuso.
—No hay nada confuso. Tú lo amas y él te ama y yo no lo pude ver. — El muchacho se encogió de hombros. — Ni bien pase la boda me voy a ir y no te voy a molestar más. Tú ya eres de él.
Wallace la amaba y no la podía ver triste. Él quería lo mejor para ella y él ya no lo era.
—No quiero ir a casa. — dijo la morena cuando tomaron la curva para salir del centro de la ciudad. —No quiero escuchar a mamá regañándome.
—Está bien. Ya sé adónde ir. —dijo el muchacho tomando otra calle. Él sabía dónde debía estar su niña en ése momento, aquél lugar donde ella se sentía segura.
Después de casi una hora de conducir llegaron a la vieja cabaña de los abuelos de Cecilia.
La morena se había quedado dormida luego de tanto llorar. La cargó con delicadeza y entraron a la casa. La dejó sobre el sofá y la cubrió con una manta.Él tenía las llaves de la cabaña porque allí organizarían la despedida de soltero de Dom.
—¿Dónde estamos?— preguntó la morena despertando al sentir cómo el muchacho le quitaba los zapatos.
—En tu lugar seguro, bebita. — Susurró Wallace. — ¿Quieres algo? ¿Un té? ¿Whiskey? ¿Helado?
—Quiero que me ayudes a olvidarlo. — respondió tirando de la ropa del muchacho y trayéndolo hacia ella. —Quiero que lo borres de mi piel.
Intentó besarlo pero Wallace se apartó.
—No, no lo haré.
El muchacho quería besarla pero sabía que eso no la iba a ayudar y sólo lograría que se sintiera peor consigo misma. —Tú no quieres eso.
—Duele mucho, Wally. Quiero dejar de sentir lo que siento. — Se aferró a la camisa del muchacho abrazándolo con fuerza. Más que nunca necesitaba a su mejor amigo. — No puedo pasar por esto una segunda vez.
—Tú eres fuerte, bebita. Vas a ver que todo va a estar bien. —La arrulló como a un niño pequeño en un intento de calmarla. — Ése chico se va a dar cuenta que eres lo mejor que le pudo pasar en la vida y va a volver para hacerte la mujer más feliz del mundo.
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Sweaters Boy ||S.M||
Hayran KurguGafas, suéteres grandes, lentes fuera de moda, torpeza extrema, timidez... Es lo opuesto que te imaginas cuando piensas en un becario de la revista Icon: la jungla más salvaje, la jefa más despiadada y donde mantener tu cordura por más de un día es...