Emilie salió de la casa de Edward y James y se montó en el coche para llegar a casa. Desde que se conocieron Maslow y ella no dejaban de discutir por cualquier tontería y eso muchas veces le hacia tener que contenerse para pegarle un buen puñetazo.
James era un hombre demasiado organizado y serio. Entendía que de hubiera vuelto más cuidadoso tras el accidente de coche de su mujer y su hijo, pero hasta el punto de controlar a su hijo e impedirle que tuviera libertad para hacerse el daño típico de los niños lo consideraba excesivo.
Mientras conducía volvió a imaginarse a ese hombre como niño. Seguro que habría sido igual de impaciente y enérgico que Edward. Ahora, James era un hombre bastante guapo, de anchos hombros y pecho, a veces pensaba en él como un oso, porque podía engullirte entre su pecho con sus brazos y encerrarte como si fuera una coraza.
Sus piernas eran largas y torneadas que empezaban de unas caderas estrechas pero poderosas. En verano, cuando Edward y ella disfrutaban de la piscina que tenían, lo había visto una sola vez en bañador y tanto él como ella se quedaron demasiado parados para decir algo. Claro está que también para Emilie fue la primera vez que James la veía en bañador. Desde ese día procuraron verse vestidos siempre con ropa más formal.
James tenía el pelo castaño oscuro abundante y corto mientras que sus ojos eran del mismo color que los de Edward, marrones. Eso llamaba mucho la atención a su rostro. Esa mirada que parecía poder leer tu mente con solo concentrarse en la del otro. Su mandíbula era angulosa y su boca...
Tenía que dejar de pensar en él. En que la primera vez que lo vio se sintió irremediablemente atraída por él y que, cuanto más lo veía con su hijo, en la casa, más sentimientos provocaba en ella. Pero no podía ser; no iba a enamorarse de nadie.
No vivía demasiado lejos, así que, unos treinta minutos después, sin tráfico que la retrasara, llegó. Una vez aparcado el coche en su sitio de siempre bajó y caminó hacia su casa. Prefería dejar el coche lejos de su casa porque no había demasiado aparcamiento en la calle y de esa manera, si necesitaba el coche, era mejor tenerlo en un lugar donde se asegurara que iba a poder salir rápido.
Se fijó en la figura que estaba apoyada en la pared del edificio de apartamentos donde vivía y su cuerpo se tensó. Ahí estaba otra vez. Obligó a su cuerpo a moverse y a parecer serena y tranquila.
El hombre, alto y muy musculoso, la observó de arriba a abajo provocándole un escalofrío por la espalda y un sudor frío manó de su cuerpo. Respiró hondo antes de seguir adelante. Los ojos azules de él estaban fijos en ella y sus piernas empezaban a moverse hacia ella.
Llevaba el pelo algo más largo que la última vez y se lo había teñido de negro. También llevaba un piercing en la ceja y varios pendientes en una oreja.
-Emilie...
-Dejame en paz, Alex. No tenemos nada de qué hablar.
-Vamos, chicha, dame unos minutos. Verás cómo puedo convencerte.
-Lo dudo, Alex. Y ahora haz el favor de marcharte, quedó todo bien claro hace meses.
-¡Ya te dije que fue un accidente! -Exclamó y Emilie se echó hacia atrás. -Un accidente. Las cosas pasan, ¿no?
-Si, las cosas pasan, y una decide lo que hacer después. Has cambiado Alex, no eres el hombre del que me enamoré.
-No digas tonterías. Sigo siendo el mismo.
-No, no lo eres. Te has juntado con la gente equivocada. Y no quiero tener nada que ver.
Emilie pasó a Alex y preparó las llaves para abrir la puerta. Justo cuando las metía y empezaba a darle la vuelta a la llave Alex la agarró con fuerza del brazo y la volteó hacia él.
-¿Has encontrado a otro?
-Eso no te importa. Pero no, no hay otro. Ya me dejaste bastante asqueada de los hombres.
-Espero que eso sea cierto, chica, porque no voy a dejar que nadie te tenga.
-Ocúpate de tus asuntos Alex. Ya no soy tu novia.
-Lo eres. Tarde o temprano volverás a mí. Te lo juro. -Apretó el agarre y Emilie contuvo el dolor.
-Me haces daño Alex. Suéltame.
-¿Qué tal si te vienes conmigo a divertirte un rato?
Echó un vistazo rápido a la calle pero no veía a nadie... Eso era lo malo de vivir en un barrio tranquilo.
-No. Quiero que me sueltes.
Alex se acercó más a ella y Emilie apartó la cara para que no pudiera besarla. En cambio, le pasó la lengua por el cuello provocándole arcadas.
-¿Y si subimos a tu piso? -Ronroneó subiendo la lengua por el lóbulo de la oreja y mordiéndola.
-¡No! -Gritó y le empujó con fuerza.
Alex se tambaleó y Emilie aprovechó para ir hacia la puerta y apresurarse a abrir y cerrar tras ella. Justo en el momento en que lo hizo el golpe de Alex sobre la puerta le hizo gritar.
-¡No podrás escapar siempre de mí! ¡Me cansaré y entonces será como yo quiera que sea! Te lo advierto, Emilie, eres solo para mí. Mataré a cualquier hijo de puta al que se le ocurra mirarte.
Emilie se sentó en los escalones y se abrazó a sí misma. Alex no había sido así. Antes, cuando se conocieron en la universidad, era amable, divertido y paciente. Le encantaba hacerla reír y salían mucho. Por eso acabó enamorándose. Pero de un momento a otro cambió de forma radical. Comenzó a rodearse de amigos que no tenían buena pinta y sus sentimientos por él fueron convirtiéndose en miedo.
La primera vez que le dijo que quería dejarlo Alex la golpeó con fuerza dejándola sin sentido. Cuando lo recobró estaba en el suelo y él a su lado curando la herida que se había hecho. No le dio oportunidad a disculparse, le gritó que se marchara y que jamás volviera, que todo había acabado. Por supuesto, insistió, pero en el momento en que ella mencionó a la policía Alex obedeció y desapareció de su vista.
Al menos durante unos meses. La siguiente vez que lo vio no lo reconoció. Había hecho mucho ejercicio y, donde antes estaba un hombre no demasiado musculado y con un peso que rozaba el ideal, se encontró con un hombre muy musculoso que emanaba violencia por todos los poros de su piel. Junto a él iban algunos de sus amigos. Trató de hablar con ella pero tuvo la suerte de encontrar un policía y éste la acompañó a su casa y la asesoró para evitarse problemas.
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Una clase de amor
FanfictionJames Maslow perdió a su esposa hace casi dos años del que solo se salvó su hijo Edward. Después de un año, contrató a una profesora particular para Edward para poder trabajar mientras alguien se quedaba con el pequeño. Lo que no esperaba era enamor...