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James abrió la puerta de su casa y se apartó para que Emilie entrara. Después de la última revisión médica por fin le habían dado el alta y tanto Edward como James estuvieron allí para recogerla.

Emilie y Edward entraron juntos, el pequeño ayudando a Emilie por si se encontraba cansada o necesitaba apoyarse en alguien.

-¿Bien? -Preguntó James al cerrar la puerta.
-Estoy cansada... -Murmuró ella como si esas palabras tuvieran un significado para ella.

James se acercó y le rozó el lóbulo de la oreja antes de susurrarle:

-Tú eres mi casa...
-Papá hay que hacer la cena. -Señaló Edward.
-Se suponía que íbamos a tener algo preparado. Mira en la cocina Edward.
-Yo puedo... -Pero James la calló con la mirada.
-Tú ahora mismo vas a ir al sofá a descansar. Después de lo de anoche y esta mañana temprano no creo que tu cuerpo esté muy recuperado.
-La culpa es tuya por despertarme de esa manera.
-Si, ahora culpa al que trataba de liberarse de tus brazos y piernas.
-Me gusta abrazar... -Se quejó ella con una sonrisa en sus labios.
-Y serías capaz de asfixiar a quien tuvieras a tu lado... -Replicó él.
-Quejica... -Se burló ella.

James iba a replicarle cuando Edward llegó.

-Hay comida. ¿Se calienta en el  microondas?
-¿Por qué no ayudas a Emilie a ponerse cómoda y yo me ocupo de la cena?
-Bueno.

Edward se acercó a ella y la abrazó por la cintura con cuidado de no rozarle las heridas que sabía tenía Emilie correspondió al abrazo y ambos fueron al salón. Allí se sentó en el sofá mientras Edward se quedaba de pie delante de ella.

-¿Necesitas algo?
-¿Qué tal un abrazo? -Preguntó seria.

Él se lanzó hacia ella, sus pequeños brazos rodeándole el cuello. Sintió por fin las lágrimas que llevaba semanas esperando tras lo que habían pasado y sostuvo entre sus manos a ese ser tan tierno que tanto amaba.

James contempló atónito la escena. Desde que fueron secuestrados y llorara al teléfono, Edward no había vuelto a llorar ni una sola vez, apenas a hablar más que cuando estaba con Emilie. Y ahora ella conseguía algo que él no había podido.

Levantó la cabeza al techo y susurró:

-Gracias.

Γρασιας

Emilie y Edward estaban viendo una película, abrazados el uno al otro,  mientras James se ocupaba de recogerlo todo y cerrar.

-Emilie, ¿puedo preguntarte algo?
-Claro que sí. ¿Qué es?
-¿Tú quieres a papá?

Ella se incorporó un poco para mirarle a los ojos.

-Si, Edward. Lo quiero mucho.
-Mi madre también lo quería... -Murmuró agachando la cabeza. Lo contempló llena de comprensión.
-No me va a pasar nada, Edward. Y seguiremos como siempre; no tienes por qué llamarme de otro modo, solo...
-¿Puedo llamarte mamá?  -Preguntó antes de que ella terminara de hablar y se quedó muda ante esa pregunta. Contuvo sus lágrimas y asintió varias veces antes de abrazarlo con fuerza. -Mamá... -Susurró él al oído de ella y provocó que un gemido saliera de sus labios.
-¿Qué pasa aquí? -Preguntó James entrando en el salón con un ramo de rosas rojas.

Se acercó hasta Emilie y le secó con sus dedos las lágrimas. Le ofreció el ramo y miró a Edward.

-Tú, señorito, deberías estar en la cama ya. -Le recordó.
-Solo un poco más... -Protestó éste.
-No. Mañana hay colegio. Así que desfilando, hombrecito.

Le dio un cariñoso beso en la mejilla a Emilie y otro a su padre y corrió hacia las escaleras.

-¿Te gustan?
-Si... ¿De dónde...?
-Hice el encargo esta mañana y le pedí el favor a mi vecina que las recogiera junto con... -Tendió ante ella una pequeña cajita azul marino. La abrió por ella y espero para ver su reacción. -Cásate conmigo.
-¡James! -Gritó ella. -¡Sí! -Contestó saltando del sofá a los brazos  de él olvidándose de las rosas, el anillo y todo lo demás. Solo lo quería a él.

Lo besó con hambre y James le devolvió ese sentimiento multiplicado. Sería suya,  para siempre... un ruido hizo que se separara de esos labios que tanto lo tentaban y ella descansó su cabeza sobre su hombro.

-Edward... -Reprendió James. La risita de Emilie al saber que había descubierto a su hijo espiándolos le hizo contagiarse de ella.
-Buenas noches, papá... buenas noches... mamá. -Se despidió él.

Una clase de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora