Una clase de amor

28

Alex tiró del pelo de la mujer para acercarla más a él.

-Tranquilo, cariño. Todo a su tiempo.
-Déjate de tonterías. Te he pagado para esto. -Gruñó él.
-Y no te voy a defraudar, corazón. -Replicó ella siguiendo con su dedo un camino desde su pecho hasta más abajo. -Pero déjame a mí, te vas a divertir.

Suspiró y le permitió cogerle el brazo y llevarlo hasta la cabecera de la cama para atarlo, de igual manera que tenía el otro. Completamente desnudo, estaba a merced de ella, al menos hasta que rompiera los nudos tirando con fuerza.

-Y ahora amor... vamos a divertirnos. -Dijo de forma melosa acercando su boca hacia el pecho de él y bajando más.

Se levantó de la cama y fue hasta la puerta de la habitación.

-¿Dónde demonios vas?

La abrió y encontró a un hombre esperando. Le dio varios billetes a la mujer y ésta sonrió.

-Es todo suyo. -Murmuró cogiendo su chaqueta y desapareciendo de la habitación.

El hombre cerró la puerta y dejó su abrigo en la silla de al lado.

-Hola Alex... -Saludó con ironía.
-James...

Su rostro, oscurecido por la poca luz que había, mostró la blancura de sus dientes al sonreír de forma amenazadora.

Puso una de las piernas sobre el colchón y apoyó el codo en la rodilla para descansar su cabeza sobre la mano.

-¿Cómodo?
-¿Cómo me has encontrado?
-Tengo muchos contactos. ¿Creías que te ibas a librar después de lo que le hiciste paras a Emilie?
-¿Está...
-¿Muerta? Si... durante dos minutos estuvo muerta. -Contestó escupiendo las palabras como si fueran afilados cuchillos. -Dos condenados minutos que me robaron diez años de mi vida.
-No quería hacerlo...
-¿Y qué esperabas entonces? ¿Qué Emilie se fuera contigo sin más? Mataste a Helen en ese accidente de coche. Y casi hiciste lo mismo con Emilie.
-Solo la protegí. Tenía una carrera por delante, no quería que se viera implicada en...
-¿Implicada en qué? Ella no conducía el coche; fuiste tú. Un débil patético como tú me arrebató a Helen y estuvo a punto de quitarme de nuevo el amor.
-¿Qué vas a hacer?