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James subió la bandeja con el caldo de sopa que le había preparado a Edward y otro plato para Emilie. No se separaba de su lado desde que le pidió que se quedara y, con eso, Edward estaba más tranquilo.


Entró en la habitación y la vio pasándole un trapo humedecido por el cuerpo para sacarle el calor y refrescarlo. No se molestó en mirarlo pero supo que ella era consiente de su presencia.


-Puedo hacerlo yo. -Le indicó. -Deberías comer algo y descansar.
-No tengo hambre. Pero seguro que Edward sí, ¿verdad?


El asintió y James cogió el plato y se sentó en la cama. Emilie hizo que Edward se sentara también.


-Cometelo todo. Voy a echar el pijama a lavar y subo enseguida.
-Vale...


Emilie salió de la habitación dejando a James solo con su hijo. Era la primera vez desde que había llegado que ella los dejaba solos.


-Edward, ¿por qué no me dijiste que estabas mal?
-No quería preocuparte.
-Mi hombrecito, me preocupas siempre, estés o no enfermo. Pero me gustaría que me dijeras cuando no te encuentras bien.
-Emilie no se irá, ¿verdad?
-¿Por qué querías que se quedara?
-No lo sé... solo que la quiero a mi lado, así no me duele tanto.


James terminó de darle de comer y lo arropó mientras preparaba la medicación que debía tomarse en unas horas. Puso el plato vacío en la bandeja y se fijó en el que quedaba, el de Emilie.


Ella entró por la puerta con un tazón de peras peladas y se arrodilló al lado de la cabeza de Edward.


-¿Te apetece un poco de pera? Está blandita y tiene mucho jugo así que te será fácil tragarla. Puedes desmenuzarla en la boca y comerla poco a poco.


Edward asintió y ella le acercó un trozo pequeño a la boca.


-Emilie, te traje un poco de sopa.
-Gracias, me la tomaré más tarde.


Siguió dándole la fruta hasta que no quiso más. Entonces le besó la frente y le puso el paño húmedo en ella. Le cogió la mano y le sonrió.


-Ahora a dormir. Tu padre y yo estaremos aquí si necesitas algo.
-¿De verdad? -Ambos asintieron.



(:)



Durante la noche ninguno de los dos durmieron velando el sueño de Edward. La fiebre no le abandonaba tan rápido como querían y a las dos de la mañana volvió a subirle con rapidez.


Le dieron la medicina y James se lo llevó al baño para darle una ducha. Mientras lo bañaba con agua fresca para bajarle la temperatura del cuerpo, Emilie cambió las sábanas de la cama y se apartó cuando volvió con él en brazos.


Lo puso en la cama y se quedó dormido en segundos.


Una clase de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora