Capítulo 2

1.7K 118 4
                                    

Michelle no estaba segura de en qué momento se quedó dormida, solo sabía que estaba demasiado cansada. Al llegar del hospital, tras el chequeo mensual de su abuela Iliana, decidió acostarse de inmediato.

Fue uno de los pocos, pero intensos rayos de sol que se filtraban por la ventana lo que la obligó a levantarse, molesta por haber dejado la suavidad de su cama. Mientras se desperezaba, notó algo extraño: en la esquina de su habitación había cinco cajas de cartón que no recordaba haber visto antes, y la colcha de su cama había sido cambiada por una de color azul. Michelle frunció el ceño, confundida consigo misma por no haber notado esos cambios al llegar.

Con pasos perezosos, caminó hacia la ventana y cerró las cortinas verdes para bloquear la claridad. Luego, con un pequeño salto, se sentó en la esquina de su escritorio, el lugar donde normalmente pasaba las tardes leyendo.

Soltó un largo suspiro mientras sus pies delgados se balanceaban de adelante hacia atrás, y notó que sus dedos golpeaban con ritmo la madera del escritorio, señal de que estaba ansiosa.

Su mirada, aún cansada, se posó en su celular, que estaba a escasos centímetros de su mano. De repente, sintió la necesidad urgente de llamar a Peter, de escuchar su voz. Aunque apenas unas horas antes habían estado mensajeándose, la urgencia de oír su respiración la invadió.

Antes de que sonara el primer timbre, se dijo a sí misma que no era una novia controladora o paranoica, que solo quería verificar que estuviera bien. Después de todo, saber que Peter era Spider-Man le provocaba un miedo constante, que se intensificaba cada vez que él salía por las noches a patrullar.

Michelle siempre intentaba ocultar esa preocupación frente a su novio, aunque la guardaba en su pecho cada vez que pensaba en él enfrentándose a criminales por la ciudad. Pero esa era la vida de Peter, y no había manera de cambiarla. Él siempre se pondría la máscara cuando alguien estuviera en peligro, usando sus habilidades como un escudo para proteger a los demás. Era algo que Michelle admiraba profundamente de él: cómo siempre anteponía a las personas por encima de sí mismo.

Sin embargo, había una parte de la vida de héroe de Peter que Michelle odiaba con todo su ser: las heridas. Ver las cicatrices y lesiones que quedaban tras cada encuentro con los villanos la enfurecía. No solo las había visto, sino también las había curado. Había sido testigo de suficiente como para comprender a qué se enfrentaba Peter cada vez que se ponía la máscara. Y aunque Peter le repetía una y otra vez que no había nada de qué preocuparse, Michelle mantenía un sueño ligero los fines de semana, atenta a ese suave golpe que Peter podría dar en su ventana en cualquier momento.

Ellos habían establecido un trato silencioso meses atrás: Peter llamaría a su ventana, y ella lo dejaría entrar. Michelle se dirigiría al baño para tomar algodón y alcohol del último cajón, mientras Peter se cambiaría en silencio a ropa más cómoda. Cuando Michelle deslizaba el desinfectante sobre las heridas de Peter con cuidado y precisión, sentía la mirada de amor de él sobre ella. Y cuando finalmente se acomodaban en la cama para descansar, uno frente al otro, se observaban en silencio, sintiéndose afortunados de tenerse el uno al otro.

Michelle escuchó cómo la llamada se estaba conectando. Cuando estuvo a punto de colgar, Peter contestó.

—Hola, perdedor. Sabes que no soy ese tipo de novia controladora o paranoica—dijo, repitiendo en voz alta sus pensamientos para convencerse a sí misma de que no lo era—.Pero, ¿ya llegaron de la competencia?

Hubo un aterrador silencio en la línea.

—Michelle—dijo una voz distinta a la que estaba acostumbrada a escuchar.

—Tu voz suena diferente... ¿Estás enfermo?—preguntó con duda, alejando el celular de su oído para asegurarse de que no había marcado el número equivocado.

Peter Y Michelle - Estoy Atrapado ContigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora