Capítulo 8:

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EROS:

Me siento como nunca me había sentido. He tenido amantes que han ido y venido, algunas mortales que he tenido que ver desprenderse de sus vidas cuando han vivido lo suficiente, pero por supuesto, no podría comparar ese sentimiento con el de perder a Psique; después de todo, ella ha sido la única mortal que verdaderamente me atrapó. Ella es mi esposa, o lo era. No sé qué pensar.

Han pasado siete días desde que discutimos, y sigo sintiéndome como si acabase de despertar, sintiendo la ausencia de su calor contra mi pecho, y la encontrase ahí de pie, observándome con esos preciosos ojos abiertos de par en par.

Ni siquiera estuve pensando con claridad. Cuando la vi ahí solo se me ocurrió que me había traicionado, que había roto el único límite que nos puse, exponiéndose ante el mundo, ante mi madre, y rompiendo mi confianza.

Tal vez fue un poco exagerado actuar así, pero no soy dueño de las razones que exigen ese tipo de reacciones de mi cuerpo. No he podido evitarlo.

Y todo lo que dijo después...

No sé cómo las cosas pudieron joderse tanto en a penas unos minutos.

Me he pasado estos días recluido. Falta nada para que el propio Zeus venga a pedirme que levante el culo y me vaya a repartir amor al mundo; pero es que no puedo. No me siento pleno como antes, y por primera vez en toda mi existencia, creo que no quiero que el resto del mundo tenga su felicidad cuando yo estoy destrozado.

Las puertas de la habitación se abren, y escucho como alguien trastabilla en la oscuridad y luego suelta una sonora maldición antes de que otro se ría.

—¿Por qué narices está todo como si estuviéramos en la guarida de Hefesto? —escucho que pregunta Apolo y el otro se ríe otra vez.

—No digas ese nombre por estas paredes —reconozco la voz de Dioniso, y me tapo la cabeza más con la almohada, sabiendo de que va esto, como en los últimos días.

Una cegadora luz se aferra a las columnas de mi recámara y yo gruño por la molestia.

Se siente como si hubieran pasado años desde que veo algo a mi alrededor con claridad y siento el calor de la Luz contra mi piel.

Se siente tan extraño ver a mis alrededores y reconocer que ella no está, y que o bien parece que fue un sueño, o me recuerda que ha terminado nuestra historia.

—No estoy de ánimos para charlas emocionales. Así que podéis iros a tomar por culo como ayer, y anteayer, y el día anterior, y el día antes que ese. ¿Vale? —protesto, y al menos uno de ellos se echa a reír.

—No puede negar que es hijo de nuestro hermano —comenta Apolo de manera desinteresada—. Se le nota el carácter a millones de kilómetros.

—Venga, angelito —jode Dioniso y siento que me quita las sábanas de un tirón—. Vamos a mi casa a pasárnoslo bien. Mis chicas y unas Ninfas están esperando tu llegada para empezar lo bueno.

Yo hago una mueca, aunque como tengo la cara enterrada debajo de la almohada no me pueden ver.

—No quiero. Ir vosotros.

Ambos empiezan a protestar.

No es la primera vez estos días que vienen a decirme lo mismo, aunque no saben lo que sucede.

Sospecho que Apolo tiene una idea de qué debe ser, pero se lo reserva, porque sabe que la última vez que me habló de ella le dejé claro que nadie debía saberlo.

Ellos siguen hablando y hablando y desparramando palabras por sus bocas sin tener en cuenta mi estado, así que me pongo de pie y me aparto de la cama.

EROS Y PSIQUE 🦋✔️ (Dioses Griegos, #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora