EROS Y PSIQUE 🦋✔️ (Dioses Griegos, #1)

Capítulo 16:

PSIQUE:

Siento que la movilidad vuelve a llegarme a cada parte del cuerpo. La cabeza me duele muchísimo y un mareo me aturde cuando logro incorporarme sentada.

Lo último que recuerdo es haber estado en aquella montaña, con el dragón, Afrodita y... y nuestra discusión.

Dioses. No sé cómo sigo viva después de haber dicho tales cosas. Tal vez no lo estoy. Eso explicaría la inusual claridad que hay en mi celda.

Espera...

No estoy en la celda.

Me encojo, insegura de lo que estoy viendo. Reconozco las columnas decoradas con esas cortinas de organza, y esa terraza enorme que parece abrirse al mar cercano.

La playa...

Ese olor a mar y a rosas...

Estoy en mi cama. En mi cama, en mi castillo, en Dánae. Estoy en casa.

No me lo puedo creer.

¿Todo ha sido un sueño? Perdí la noción del tiempo que pasé en esa pesadilla, así que no podría decir si esperaba que este sitio siguiese viéndose tan bonito como siempre. Tal vez lo que es un sueño es el hecho de estar aquí.

No sería la primera vez que esos gemelos del demonio me hacen soñar con imágenes de casa tan lívidas.

A pesar de que me inquieta lo que pueda estar pasando, me pongo de pie. Siento que tengo tirones por todo el cuerpo, pero no me importa, me deslizo fuera de la cama y salgo del lecho matrimonial en el que empezó y acabó todo.

Siento como si hubiesen sido siglos desde que vi los corredores abiertos al horizonte de nuestro palacio, y los muros de arenisca amarilla, y la playa besándose con la arena a lo lejos.

Me recuesto a una de las columnas y cierro los ojos, disfrutando del aroma a mi hogar: a antiguo, a rosas, a mucho amor y a el deseo irrefrenable de no querer alejarte jamás de él.

Respiro profundo, pero el dolor en mi costado me hace esbozar una mueca, e inevitablemente me presiono la mano contra la zona de la costilla izquierda. Incluso me duele respirar.

Así de mal debo de estar.

—¿Milady? —escucho detrás de mi, y me doy la vuelta enseguida.

Es Agnes, mi doncella, y la persona de más confianza que he tenido nunca.

No puedo creer que de verdad sea ella.

—¿Esto es un sueño? —pregunto.

Ella esboza una sonrisa triste y niega con la cabeza.

Yo trago saliva. Había esperado que me dijese que sí, que nada había pasado, que esta noche Eros volvería conmigo, que todo fue una pesadilla terrible, pero debí pensar en que el dolor que siento en el alma era una clara señal de que todo ha sido muy real.

—Milady, debo prepararla para...

Me olvido de los protocolos y me acerco a ella, abrazándola y tomándola por sorpresa.

¿Cuando fue la última vez que traté con otra persona? ¿Cuándo fue la última vez que pude abrazar a alguien que no fuera a mi misma?

No lo recuerdo.

Las lágrimas se acumulan en mis ojos, pero cuando creo que empezaré a llorar y me desmoronaré, escucho que alguien dice a sus espaldas:

—Se supone que debías arreglarla.