Capítulo 9:

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AFRODITA:

Traer una nueva vida al mundo no es algo que todos puedan hacer. Los hombres no podrían soportar lo que conlleva tener un ser creciendo en nuestro vientre; incluso algunas mujeres simplemente no nacen para hacerlo.

Yo, por otro lado, encuentro que tener un hijo es la culminación de lo que empieza con el deseo sexual, es el climax final después de practicar el coito, el orgasmo mayor después del orgasmo inicial por la fricción de dos cuerpos.

Otros dicen que el trabajo de parto es doloroso, pero no para mi. Soy la diosa de la fertilidad y del amor, y en esto último entra el hecho de concebir, cosa que comienza con el acto sexual.

Es por eso que para mi, traer otra criatura al mundo es otro nivel de placer.

Es de noche cuando empiezo a sentir el llamado del nacimiento. Mi cuerpo me avisa que ya es momento. Estoy sola en mi palacio porque cuando estoy embarazada me desligo de mis amantes.

Ruedo sobre la cama, sintiendo que el aire se vuelve más pesado como si una sublime presencia acabase de irrumpir en mi recámara.

Sé que solo es la magia que supone traer un nuevo dios al mundo; lo he sentido cada vez que he dejado nacer a cada uno de mis hijos, desde Deimos hasta este que está a punto de nacer y que será igual de poderoso que los demás.

La magia me reconoce también, me reconforta. Se cuela entre mi cuerpo y el colchón y hace que levante las caderas, soplando entre mis piernas como hace un amante para aliviar la tensión.

Siento el movimiento del crío en mi interior, como lucha por salir y la punzada que me da cuando esa magia intenta tirar de él para sacarlo.

Cierro los ojos para evitar que el sudor de mi frente me los escueza, y me muerdo el labio cuando siento que esa magia se mete en mi interior, tratando de sacarme la nueva vida.

Siento un resplandor a mi derecha y entorno los ojos, viendo a Artemisa allí de pie, observándome retorcerme de placer sobre mi colchón, completamente desnuda.

—Presentía que esto sucedería hoy —me dice, y yo no protesto.

Se que el nacimiento es algo a lo que siempre ha estado ligada desde que ayudó a su propia madre a parir a Apolo, porque la otra inútil fue incapaz de hacerlo por si sola. Con lo fácil que es dejarse llevar y que simplemente suceda. Si luchas, el dolor aparece.

Estiro el brazo y le hago una seña.

—Ven conmigo.

Ella vacila. Asistir a mis alumbramientos es algo que se ha convertido en algo de nosotras. Ella no quiere tener hijos porque le aterra no poder con el trabajo de parto, por lo cual ni siquiera se deja llevar por el placer de vez en cuando, pero al menos está presente cuando sucede.

—¿Necesitas que haga algo? —me pasa la mano por la frente, limpiándome el sudor con delicadeza y posando sus ojos blanquecinos sobre los míos.

Artemisa es muy hermosa; no tanto como yo, pero admito que con su cabello oscuro, los ojos claros y los labios carnosos es mucho más hermosa que otras diosas y mortales. Con ese tipo de belleza podría tener a quien quisiera, pero no lo hace.

Yo niego con la cabeza como cada vez que me pregunta eso. Por el hecho de que su madre no pudiese, no significa que yo no pueda. Estoy hecha para esto.

La magia se hunde más profundo en mi y me arranca un jadeo, haciéndome arquear la espalda y agarrarme a las sábanas con fuerza.

Artemisa se asusta. Teme que me esté doliendo; pero yo sonrío con los ojos entrecerrados, sin poder evitar gemir cuando siento que esa magia tira del bebé hacia el exterior. Jadeo más fuerte cuando llevo las manos a mi vientre y me lo acaricio, presionando para ayudarlo a salir.

EROS Y PSIQUE 🦋✔️ (Dioses Griegos, #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora