Capítulo 10:

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PSIQUE:

No puedo creer que esté haciendo esto de verdad.

Han pasado dos meses desde nuestra discusión y me he cansado de esperar a que regrese. Si él no viene a mi, yo lo encontraré.

Estoy en Chipre. Jamás había estado aquí, pero necesitaba venir porque aquí es donde reside Afrodita, y me urge hablar con ella.

Paso por el puesto de flores y compro un ramo inmenso antes de pedir indicaciones a los lugareños para encontrar el templo de la diosa.

Cuando llego a mi destino, me deleito de la belleza que ofrece la punta de la estructura sobre el río, con enredaderas en colores vibrantes y flores rodeándolo todo.

Hay montones de ofrendas; más de las que debería haber. Según he escuchado, ha venido gente de todas partes para pedirle suerte en el amor a la diosa. Ahora entiendo por qué el mercado estaba lleno de flores.

Hay una fila inmensa para poder llegar al altar, por lo que me toca esperar mi turno. Pasa algún tiempo, y otro más, y yo no dejo de pensar en él.

Me ha costado levantarme de la cama cada día, llorando cuando sentía que su olor se alejaba, y ni siquiera mis labores diarias me han ayudado.

Estoy enferma, muy débil, y Agnes ya no sabe qué hacer para ayudarme. He considerado volver con mi familia, pero no quiero hacerlo. No sin saber si tengo la oportunidad de recuperarlo.

Es por eso que he venido hoy, para pedirle ayuda a Afrodita, y si eso no basta, me resignaré a la vida que pueda tocarme en Anatolia con un matrimonio roto, y mi amor perdido.

Cuando llego al altar ya casi está oscureciendo, y aprovechando que los que estaban detrás de mi han preferido dejarlo para mañana, me acerco a la mesa de las ofrendas.

Deposito las flores a los pies de la diosa y me retiro la capucha de la cabeza, alzando la vista para observar su figura inmortalizada en la piedra, tan hermosa y divina...

—Afrodita, Anadiomena —empiezo a decir, arrodillándome ante su grandeza—. He venido para suplicaros ayuda. He cometido un error, he sucumbido a los murmullos de Eris, y todo se me ha vuelto patas arriba. Ahora te pido ayuda para conquistar a mi amor, a Eros, a tu propio hijo de cabellos dorados y sonrisa brillante. Te pido ayuda como mujer y como nuera, ayúdame a ganarme su amor otra vez.

Me quedo callada, esperando aunque sea un soplo de viento que me deje claro que me ha escuchado, pero nada llega.

Tal vez él tenía razón y a los dioses no les importamos mucho.

Me doy la vuelta, preparada para regresar a Anatolia, pero entonces percibo un resplandor parecido al arrebol de lo lejos, parecido al de aquella noche, y me doy la vuelta esperando verlo.

Pero no es él. La respuesta no llega a decepcionarme del todo.

Delante de mi hay una mujer hermosa, más hermosa que el mar que juega con el sol recién nacido de las mañanas, o que la luna que baila con las estrellas; el halo entre dorado y rosa que la bordea me hace querer inclinarme ante ella, y su divinidad me hace admirarla.

Me ha escuchado.

Ella me ha escuchado.

—Cipris...

—Así que tú eres la que le ha roto el corazón a Eros.

Su voz gloriosa resuena por todo el templo y me pregunto si será algo suyo solamente o es algo de todos los seres divinos.

No recuerdo que mi amor hablase así.

Me siento mal cuando la escucho decir eso, con ese tono de reproche, pero sé que me lo merezco. Yo misma lo he causado.

EROS Y PSIQUE 🦋✔️ (Dioses Griegos, #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora