Capítulo 13:

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PSIQUE:

—Despierta.

No quiero hacerlo. Siento que ha sido la primera noche después de un montón en pegar un ojo.

Aún así, se que Afrodita no es reconocida por su paciencia, así que con todo el esfuerzo del mundo, me incorporo, y tallo mis ojos con mis palmas antes de darme cuenta de que esta vez tampoco estamos en esa maldita celda.

—¿Qué es esto?

Parece un bosque. Estamos rodeadas de mucha vegetación, de árboles de olivo y laurel y rosas y otros a nuestros alrededores. Me pregunto si esta vez me hará cosechar semillas de esos también, pero creo recordar que mencionó que no me daría una segunda oportunidad con la misma prueba, así que asumo que debe ser otra, y eso no me deja más tranquila.

Esta vez, Anteros la acompaña, y tras ofrecerme una sonrisa que para nada me agrada, se gira hacia su madre y le dice:

—Deberías decirle ahora. Tal vez un paseo por el río Aqueronte sea más placentero mientras espera a que le abran las puertas de los Prados Asdófelos.

Yo frunzo el ceño, no solo por la mención del río del Hades que transporta a las almas en pena, sino por la sonrisita conocedora de Afrodita.

He aprendido por las malas que ella no es lo que se puede considerar «muy amable», así que me salto la charla con la que seguro pretenderán dar miles de vueltas hasta que yo por fin decida preguntar, e inquiero:

—¿Qué es eso que debes decirme?

La diosa enarca las cejas rubias hacia mi, con un ademán burlón y bufa.

—Nada de lo que te incumba. Debería preocuparte más cómo vas a lograr cumplir con esta tarea sin desobedecerme.

Yo miro a mis alrededores, intentando entender qué pretende de mi, pero solo estamos en el bosque. No hay tarea alguna que deba completar a simple vista.

La miro a ella, que parece haber entendido mi gesto porque da un paso y me dice:

—Detrás de esa fila de árboles y pasando el río, encontrarás un claro en el que residen una manada de carneros salvajes con las hebras doradas como las de mis hijos. Quiero que vayas ahora mismo y que me traiga un poco de esa lana de oro. Y no tardes.

Aprendí por su última lección que debo de cumplir al pie de la letra sus órdenes. No tengo idea de cómo lo haré, pero no pasará como la última vez.

En esta ocasión, no.

Asiento, haciéndole ver que obedeceré su petición, y me doy la vuelta para marcharme, no sin antes notar la mirada perversa que me lanza.

He llegado casi a la línea de árboles, cuando un viento fantasmal hace que me detenga y escucho su voz reverberando entre las hojas verdes y el sonido del río corriendo cuando habla.

—Tal vez debería recompensarte por obedecer ciegamente, mortal. Ciertamente estás prestando atención.

Yo me doy la vuelta, escuchando la risita de Anteros, y cuando me fijo en su expresión, sé que tal recompensa, no será más que interpretada de la misma manera que ella interpreta esos «sueños» que sus hijos cada segundo del día me regalan: no habrá nada misericordioso o compensador en ello.

Aún así, muevo la cabeza, afirmando, y ella sonríe más.

—Mi obsequio es un consejo —dice y empieza a moverse, avanzando hasta mi con esa gracia celestial que la rodea. Yo no me muevo, ni tampoco hablo, pero ella sí, y cuando lo hace, siento que se me aprieta el corazón en el pecho—. Yo te aconsejo que dejes de luchar por algo que no irá a ninguna parte. Eros ya te ha olvidado.

EROS Y PSIQUE 🦋✔️ (Dioses Griegos, #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora