Warakung

Prólogo

-¡TAXI!

Calle gritó cansada de la lluvia y de los otros taxis que la ignoraron. Se acercó más al carril y estiró su mano, no le importó que estuviese de noche ni tan siquiera el diluvio que caía.

Estaba decidida a que ese taxi se iba a detener y llevarla al aeropuerto.

El taxi amarillo frenó bruscamente e incluso tuvo que girar hacia el otro carril para no atropellar a esa joven bombero que llevaba una mochila en su hombro.

-¡Al fin!

A Calle poco le importó haber estado a punto de morir atropellada. Se acercó a paso firme mientras sacaba el cabello mojado de su rostro. Abrió la puerta y entró de inmediato al cálido auto.

-Al aeropuerto. -Habló mientras se quitaba su casco de bombero. -Pon la calefacción. -Ordenó.

El auto estuvo en silencio, solo Calle revisaba en sus bolsillos en busca de dinero para pagarle al taxista.

-¿Estás sordo? -La Castaña levantó su rostro para encontrarse con unos ojos verdes mirándola a través del retrovisor.

De tantos taxis, ¿Tuvo que ser su taxi el que se detuvo?

De las millones de personas en el mundo, tuvo que ser ella con esos ojos verdes.

-Te odio. -Pronunció la Castaña.

La taxista la ignoró para poner en marcha el auto y aparcarlo en la orilla.

-Bájate de mi taxi.

Calle volvió a alzar la cabeza, pero ella no la estaba mirando. Tenía sus manos firmes en el volante y su mirada al frente.

-¿Me estas pidiendo que me baje?

Poché la miró por el retrovisor. Su mirada era fría, su mandíbula marcada y las venas de sus manos exaltadas, acto que hizo que a la Castaña le diera un vuelco a su corazón sabiendo lo que significa.

La Peli-Azul se bajó del auto sin importarle la lluvia y rodeó hasta que abrió la puerta  de Calle.

-Así como tú me pediste que saliera de tu vida. Lárgate de mi taxi.

Calle abrió la boca dispuesta a refutar, pero la cerró de inmediato y asintió.

-Era lo mínimo, me intentaste matar. Me querías muerta, destruíste a mi familia. -Murmuró mientras tomaba su mochila para bajarse.

Se detuvo frente a esa Peli-Azul y suspiró. Pasó pegada a ella chocando sus hombros y continuó caminando.

Poché suspiró y volteó a ver como esa Castaña, que había jurado no verla más en su vida, se alejaba en la oscuridad a paso rápido para entrar en una pequeña tienda y refugiarse allí de la lluvia.

Poché cerró la puerta de golpe y volvió a entrar a su Taxi.

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