Vacíos en el alma

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Cuando voy andando por las calles fúnebres de alguna pequeña solitaria ciudad, la imperturbabilidad suele llenarme de gran curiosidad y mi cuerpo llega a estremecerse sin más, mis manos se tornan pálidas y frías. Mis pasos cada vez se vuelven más lentos y silenciosos –no quieren que nadie los escuche- me acobija una ansiedad por querer voltear detrás de mí cada cinco segundos, y comienzo a sudar, y me apresuro, sintiendo que alguien me persigue, pero no es más que el miedo a estar sólo en un sitio sin luz, sin vida.

Siento que en algún momento me consumirá la bruma, y apresuro más el paso, al punto de parecer que casi estoy corriendo por mi seguridad. Y siento miedo, y la mente se vuelve torpe, asustadiza, y se esfuma de entre mis manos toda inteligencia que alguna vez albergó en mi consciencia, mi cuerpo no me responde como quiero, no proceso información, pierdo la concentración, y no puedo ser capaz de buscar alguna solución, y es cuando delirio en mi pensar:

"quiero llegar a casa, sólo quiero llegar a casa y no saber más de esto. Tengo miedo, y esto me atormenta a cada segundo y a cada paso que doy. Quiero ver a mi madre, a mi padre, a mis hermanos, quiero estar tranquilo, quiero estar bien, pero no lo consigo".

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