Sexta silla, tercera mesa.
Todos los días por la mañana me siento ahí, a esperar a los estudiantes, que intelectualmente la mayoría terminan por ser estúpidos y tontos. Sentarme aquí a leer un poco y a finiquitar mis tareas pendientes, revisar y ordenar los libros en los estantes.
Tener que pensar hasta en la más mínima estupidez, sólo para no tener que quedarme en silencio absoluto. Levantarme de mi acolchonada silla ejecutiva, mirar a través de la ventana, asomar un poquitín la cabeza e inhalar aire fresco y puro; más puro que mis pensamientos, obvio.
Esperar a que sean las once horas para por fin largarme de aquí. Encontrarme con un rostro, que, varia cada semana.
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Aversión
Short StoryCohibido en una fúnebre y solitaria esquina de mi confort. Es ahí, dónde las llamas de una fogata engendrada por mis ganas y la voluntad de velar por mi propia vida se esfumaban. Son consumidas por una oscuridad inconmensurable. Es ahí, dónde me sie...