Martes 13

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Su mirada se clava en mi como miles de cuchillas filosas mientras su hija reparte pequeños besos en mi cuello.
Me remuevo del asiento algo incómodo con la situación aunque a Julieta parece no importarle y continúa con sus demostraciones de cariño.

Horacio esta a punto de explotar, su cara de preocupación y tristeza se esfumó después de ver que Lucas se encontraba muy bien.
Por lo que la cara de perro malo había vuelto a la normalidad y eso definitivamente no era bueno para mí.

-¿Cómo mierda puede ser que las enfermeras sean tan inútiles?- se queja Horacio.

-¡Papá! Trata bien a la gente, te lo pido por favor- suspira Julieta.

-Ah no me jodas Julieta. ¿Y la pelotuda de tu hermana donde se metió?

-Basta. Deja de insultar a todo el mundo. Florencia esta en el baño, ya viene.

-Bueno que se apure o que se vuelva en colectivo.

-Ay dios mio- resopla Julieta.

Florencia sale del baño y salimos los cuatro del hospital.
La conmovedora unión que se había generado hace unas horas de las hermanas con su padre se desarmo en un abrir y cerrar de ojos.
Ahora todos parecen estar enojados.

-Chau bombón, te veo mañana- exprese besando sus labios antes de que entre al auto.

-No, vos venis con nosotros. Subí- responde Julieta y yo niego- Si, Tomás mi papá nos lleva.

-No, ni en pedo Julieta- susurre en su oido.

-¿Van a venir o se van a quedar discutiendo?- gritó Horacio tocando la bocina.

Julieta tironea de mí y finalmente nos encontramos los cuatro en el auto.

El viaje no fue tan malo como esperaba, el silencio fue protagonista junto a algunas puteadas que lanzaba Horacio a los peatones que según él tardaban demasiado en cruzar la calle.

La casa de Julieta era la última parada después de dejar a Florencia, lo que significaba que faltaban pocos minutos para bajar del auto y no seguir soportando el humor de perro de su padre.

-¿Qué queres comer?- pregunté mirando hacia el asiento trasero.

-No sé, nada. Estoy cansada, llego y me acuesto.

-Dejala que descanse. Yo te llevo a tu casa- se ofreció Horacio sorprendiendome.

-¿A mi casa? No, voy solo. Gracias igual.

-Te llevo. Estuviste todo el día acompañando a mis hijos es lo menos que puedo hacer- expresó con una bondad sospechosa.

Sus palabras sonaban sinceras o al menos así lo creyo Julieta que prácticamente me obligó a quedarme dentro del auto.
Sin embargo, yo no me tragaba su repentina amabilidad.

Había algo en su mirada, en su forma de actuar que me hacía pensar que en cualquier momento iba a estrellar el auto e ibamos a volar a la mierda.

Me encontraba aferrado al cinturón de seguridad cuando Horacio rompió el silencio.

-Así que era por esto que no fuiste a trabajar hoy.

-Si, bueno. Julieta no quiso que le contara nada.

-Y por algo será- respondió- ¿Vos no te cogias a la niñera?- fruncio el ceño. Soy hombre muerto.

-No, ni siquiera hablo con ella.

Mi jefe no respondió simplemente se dedicó a manejar y a fumar tabaco con la misma ansiedad que lo hace su hija.

Llegamos a la puerta de mi casa y sentí un gran alivio de llegar sano y salvo.

-Gracias Horacio, nos vemos mañana en la obra- dije bajando del auto.

-No, pibe. Ni aparezcas. Estas despedido- sonrió con cinismo como quien disfruta de complicarle la vida a los demás.

El auto arrancó antes de que pudiera responder o al menos pedir explicaciones frente a su decisión.

-¡La concha de la lora, viejo de mierda!- grité cerrando la puerta de mi casa con fuerza.

Necesitaba romper algo, había sido un día duro y terminarlo sin empleo solo lo empeoraba.

-¿Qué te pasa? ¿A quién insultas?- preguntó mi mamá saliendo de la cocina.

-Al hijo de mil puta de Horacio- bufe tirando con bronca la mochila en el piso.

-¿Qué pasó?- preguntó mi mamá y me arrepentí de tanto show.

-Nada- negué con la cabeza mientras me dirigía a la cocina a servirme un vaso de agua.

Me negaba a admitir que ella tenía razón, no quería ver su rostro al saber que mi relación con Julieta me había costado el trabajo.
Me oponía a escuchar el tan odioso "te lo dije" y a soportar sus reproches.

-Decime la verdad, Tomás- indago casi con certeza. Ella siempre intuye todo, un sexto sentido de las madres.

-No paso nada, no me jodas- respondí tratando de evadirla.

-Tomás...- insistió.

-¿Tomamos mates?- evadiendo otra vez.

El agua estaba lista y ella la colocaba dentro del termo mientras yo buscaba las palabras adecuadas para explicarle que ese mes quizás no pagariamos la maldita deuda.

Mi celular sonó y el nombre de Julieta apareció en la pantalla.
Siempre que eso sucedía sentía una extraña ansiedad por escuchar la dulzura de su voz en el teléfono.
Sin embargo, esta vez eso no sucedió.

Quizás en el fondo la culpaba y no por las acciones de su padre sino por obligarme a permanecer en ese auto como si eso hubiera impedido que me despidan.
Cancelé la llamada y mi madre me miró confundida.

-¿Te peleaste con Julieta? ¿Por eso tenes esa cara?- preguntó.

-No, no me pelee con ella. Estoy cansado, nada más.

Ella sonrió, alegrandose al descreer mis palabras y frunci el ceño. Estaba harto de su injustificado rechazo por Julieta.

Los golpes en la puerta interrumpieron nuestra merienda, al abrirla me encontre con esos ojos azules que conocía de más.
Aunque esta vez sus ojos no me miraban tramposos ni maliciosos, estaban rojos y con un dejo de tristeza.

-¿Está tu mamá?- preguntó Mía con su voz quebrada.

-¿Estas bien?

Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas haciendome recordar el día que rompimos nuestra relación.
Había sido la primera vez que su rostro reflejaba dolor aunque a decir verdad me parecía bastante fingido.

Esta vez era diferente, sus lágrimas si me parecían creíbles aunque su rostro no reflejaba el dolor. Era más bien incertidumbre, preocupación y quizás ¿miedo? No lograba descifrarlo hasta que su boca habló volviendo todo aún más confuso.

-Estoy embarazada- expresó entre sollozos abrazandose a mi cuello.

Mi mente voló, voló lejos, dió vueltas por el universo y volvió a mí.
Atormentandome, llenandome de preguntas sin respuesta, tratando de recordar si existía una posibilidad.
La mínima posibilidad de que su vientre llevara una parte de mí.
Ahora quién estaba asustado era yo.

Acaricie su cabello rubio con mi cabeza a punto de estallar, con sus lágrimas goteando sobre mi hombro y con tantas dudas.

Un Ford fiesta estacionó en la vereda de mi casa y de la puerta trasera descendió ella con su cara cansada, sus ojos negros y su pelo largo desordenado.

Su sonrisa se ocultó al verme aferrado al cabello rubio de quién lloraba en mi hombro. Nos observó algunos segundos manteniendo la distancia, dudando entre interrumpir nuestro abrazo o volver a subir al auto.

Yo cerré mis ojos, estaba listo.
Listo para ver mi mundo caerse a pedazos.

¿Algo más podía pasar en este martes 13?

....
Hola, se suponía que tenía que subir esto el martes 13 pero pasaron cosas...
¿Ya les conté que falta muuuuuy poco para que esto llegue a su fin?
Gracias por leerme❤

Yo te ví en un tren (C.R.O - Cazzu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora