Capítulo Cinco. Lágrimas

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Se acercó aún más a mí quedando muy cercanos el uno al otro, con muy poca distancia entre nuestros labios. Me sentí nerviosa, ruborizada. Su olor, su sensualidad, su masculinidad....

Por primera vez desde que lo conocía, estaba a punto de caer en sus fauces. ¿Sería capaz de llevarme al lado?.

Mis mejillas se llenaron de rubor. Estaba tan avergonzada que incluso podía sentir el calor en mi cara. Estaba a punto de besarlo porque, en realidad me sentía atraída por él. ¿Qué mujer no lo haría?. Era guapo, sexy, amable y sobre todo, un caballero. Fue precisamente esa caballerosidad la que le llevó a apartarse de mi con el objetivo de no hacerme pasar un mal rato.

-Nunca te forzaré a nada que no quieras, Zara. Y si algún día ocurre lo contrario, siempre serás libre de irte de mi lado. Siento mucho esto.

A veces, mi prometido tenía comportamientos extraños. Me casaba con él por obligación pero, sin embargo, era libre de irme cuando quisiese. Quizás me faltasen unos años de vida para entender ciertos aspectos sobre el comportamiento humano.

-A veces me desubicas.

-¿Sí? ¿Por qué motivo?.

-¿Soy libre de irme cuando me caso contigo por un pacto?.

-Ni soy ni seré tu captor, Zara. ¿Te apetece ir a elegir tu vestido?.

-¿No se supone qué da mala suerte qué veas mi vestido de novia?.

-Entiendo que una mujer quiera guardar el secreto para sorprender a su marido el día de la boda pero lo de la mala suerte me parece una tontería. Puedes mirar hoy algunos y venir a comprar otro día.

-Está bien.

Cada vez que trataba de profundizar en el tema de porque me habìa propuesto ser su mujer, me daba largas y yo cada vez me convencía más y más de que algún secreto se estaba guardando bajo manga.

En una tarde, vi más de veinte vestidos que no me gustaban en lo más mínimo. Ninguno era de princesa, ninguno me llamaba la atención.

-Normalmente, no tengo tantos problemas con la ropa. Siento mucho que tengas que estar detrás de mí.

-No es ninguna molestia, Zara. Me hace feliz acompañarte.

Siempre tan educado...

Estaba yo pensando y repensando cuando en un escaparate vi el vestido perfecto, con el que sería novia que siempre soñé y cuya boda sería mágica si el amor estuviese implicado. Pierre se percató de mi cara de emoción porque me cogió de la mano y me llevó directamente a la tienda.

-¿Tenéis talla S de este?.

-Solemos trabajar por encargo, señor.

La dependienta se había quedado tan patidifusa como yo misma.

-¿Cuánto tardará en llegar?.

-Al menos tres semanas.

-¿Es el vestido qué más te gusta, Zara?.

-Sí-contesté un poco acorralada por la situación-.

-Entonces consígame uno para la semana que viene.

-Me temo que no es posible, señor. Entienda que son vestidos de una casa española que tienen que confeccionar de forma artesanal.

-¿Y si le pago el doble de lo que cuesta?. ¿Será posible entonces?.

La dependienta mudó de color de tez casi al mismo tiempo que yo. Me hubiese gustado decir algo pero estaba tan superada por la situación que ni las palabras lograban salir.

TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora