Capítulo Seis. Camino al Cadalso

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¿Un matrimonio sin sexo?. ¿Me moriría virgen?. Si yo estaba en lo cierto, Pierre era gay y no quería que nadie lo supiese. De hay la tapadera de la boda. Había querido besarme y se había apartado.

¿Y si su padre los habia dejado por ello?. Fabio habia dicho algo sobre que el suyo no aceptaba su sexualidad. ¿Sería el de Pierre igual?.

Cuando volví a casa, me encerré en mi habitación durante unos minutos con una única intención: llorar porque mi prometido jamás sería capaz de amarme y, una vez más, eso no era lo que había soñado.

-Ha llegado el día, hermanita. Deberás espabilarte sino quieres que tu marido se duerma esperándote en el altar.

-Los novios deben esperar a las novias o eso dice la tradición.

-Ya pero teniendo en cuenta que te casas a las doce y que son las once y aún estás acostada, el pobre Pierre tendrá que aguardar al menos dos horas.

-¿Son las once?.

-Sí.

Me levanté a toda prisa, tal y como últimamente había acostumbrado a hacer. Me costaba tanto dormir por las noches que, al llegar la mañana, estaba tan reventada que las sábanas se me pegaban más de lo habitual.

Las cosas con Pierre seguían igual que siempre. En quince días, habíamos intimado bastante, conocí a su madre, una profesora de yoga hippie, viajera y poco amiga de lo material que me sorprendió gratamente y en la que reconocía varios aspectos de la personalidad de Pierre. Por mucho dinero que tuviese, a él le gustaban las cosas sencillas de la vida y al menos en eso, coincidíamos.

En cuanto a Fabio, se disculpó por su comportamiento pero no se mencionó más el tema y viendo los pocos o nulos acercamientos que habíamos tenido, mis sospechas seguían siendo sólidas respecto a su sexualidad.

-¡Zara! ¡Haz el favor de salir ya de la ducha!.

-¡Ya voy, mamá!.

Odiaba cuando todo el mundo me metía prisa aunque en esta ocasión, fuese con razón.

Entre las dos se apañaron para peinarme y maquillarme en apenas media hora. Cuando me vi en el espejo, ya con el vestido puesto, ví a una desconocida. Estaba preciosa, no lo niego pero me ví mayor, como si hubiese avanzado el tiempo cinco años de un plumazo. A partir de ese día ya no sería una niña sino la señora Fave.

-Estás preciosa, hija-dijo mi madre llorando-.

-¡Oh, mamá!. No me hagas llorar a mí también.

-Ya sabes como somos las madres, cielo. No podemos controlar las lágrimas con nuestras niñas. Ten, debes llevar algo regalado.

Me puso una pequeña cadena de plata con un cristal en forma de libélula.

-Siempre he creído que mi Abuela me protegía en forma de libélula. En los momentos más duros de mi vida, justo cuando creía que no había solución, aparecía y todo se tornaba mucho más claro. Quiero que ella te guie también a ti.

-Qué bonito, mamá. Ahora si que no puedo retener las lágrimas.

-Pues no deberías llorar, pequeña. Se te va a correr el rimmel y debes estar preciosa para tu marido.

¿Mi marido? Creo que ni en pelota estaría preciosa para él.

Llegado el momento, caminé hacia el altar del brazo de mi hermana. Sólo ella podía infundirme la confianza suficiente para ir hasta Pierre quien llevaba puesto un traje beige.

-No me digas que tu marido no está sexy.

-No te lo niego-le sonreí-.

Y no lo podía obviar. Le sentaba tremendamente bien. Pierre era terriblemente atractivo. Aún así, poco o nada tenía que hacer con él.

Mi hermana le dio mi mano a Pierre dando inicio a una ceremonia llena de habladurías y tonterías varias que culminó cuando el guía de la boda le dijo el archiconocido "puede besar a la novia". En ese momento me quedé estática pues no sabía como iba a reaccionar mi ya marido. Cuando plantó sus suaves labios sobre los míos, fue violento a la vez que agradable. Violento porque me resultaba vergonzoso que todo el mundo nos viese besarnos y agradable porque me hizo sentir cosquillas en el estómago. Se apartó rápido de mí y después caminamos de la mano a través del pasillo de familiares y amigos que habían venido a nuestra boda.

Una boda íntima, con poca gente y con un menú tradicional que hizo las delicias de todos.

-Nunca podrás disuadir a mi hija de pedir una tarta tatin-le dijo mi padre a Pierre-.

-Me he dado cuenta de eso-sonrió-. Siendo uno de los días más importantes de su vida, no quise negarle el gusto.

Ellos dos se llevaban bien creo que hacía más migas con mi padre que conmigo pero me alegraba porque no me hacía ninguna ilusión que se comportase como un yerno arrogante y serio. Mi padre no lo hubiese tolerado.

-Zara, tengo un regalo para ti.

-¿Un regalo, Belle?. ¿No es suficiente que compartas este día conmigo?.

-Déjate de formalidades, Zara. Una hermana mayor debe guiar a la pequeña.

-¿De qué hablas?.

-Abre el paquete.

Sólo ver el nombre que figuraba en la bolsa, me dió vergüenza.

-¿Victoria's secret?.

-Deja de ruborizarte y ábrelo.

Lo que habia dentro era nada más y nada menos que un picardias de encaje negro.

-No tengo pensado ponerme eso.

-Pues yo creo que Pierre opinaría lo contrario. ¿No ves qué bebe los vientos por tí?.

¿Pierre bebiendo los vientos por mí?. ¿Estamos locos o qué?.

-Disfruta de tu noche de bodas, hermanita.

¿La noche de bodas?. Fue un poco extraña y ambigua.

-Zara, a partir de ahora esta será tu casa. Sé que nos vamos a mudar a Doha la semana que viene pero cuando quieras venir a París, este hogar será tuyo. Puedes hacer o deshacer lo que te de la gana.

-Me gusta tal y como está.

No mentía. La casa de Pierre, un duplex en el centro de París, era increíblemente bonita y tenía lo que siempre me habia encandilado: una chimenea.

-Me alegra saber que te gusta, Zara. No dudes en pedirme todo cuanto necesites. No tengo servicio pero yo mismo te lo daré si es necesario.

-Pierre, no te preocupes por mí-le cogí las manos-. Soy jóven, lo sé pero sé hacer las cosas o al menos intento hacerlo de la mejor forma posible.

-No tengo dudas respecto a eso. Siempre sabes comportarte en cualquier situación. Te admiro por eso.

-Tú tampoco te desenvuelves mal-sonreí-.

-¿Qué es eso que llevas en la bolsa?.

¡Mierda!. ¡Qué vergüenza!.

-Un regalo de mi hermana.

Bajé la vista al suelo. El solo hecho de pensar que Pierre creyese que iba a seducirlo en nuestra noche de bodas, me daba un apuro inmensurable.

-¿Victoria's secret?. ¿Cuándo vas a entender, Zara qué eres preciosa?.

Me miró a los ojos y en ellos vi atracción. ¿Estaría confundida con mis sospechas?. ¿No era Pierre gay?.

TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora