No puedo describir la alegría que sentí en ese momento.
-Explícame querida. Siento que puedes hacerme el hombre más feliz de entre todos los hombres.
Me da vuelta y la miré fijamente a los ojos. Sinceramente, hacía tiempo que no me sentía así. Y sin poderlo creer, Gabriela me ha hecho serlo.
-Pues he conocido a una persona que sinceramente no espere que fuese así. Me ha enseñado a valorarme. A ser una persona como debería ser.
Me senté y la abracé fuerte. Besé su frente cuantas veces fuese posible. Olí su aromático sudor y me impregné del mismo.
Me dio una mirada como de joven enamorada.
-El simple hecho de pensar en esa persona me hace desear que estuviese aquí...
Y me agarro del cuello, me jaló y me comenzó a besar. Sus dientes chocaron los míos mientras su lengua se introducía en mi boca.
Me separe de su cabeza, pues la parte más placentera de un beso para mi es el succionar de los dos labios que sucede cuando la otra persona se quiere separar de ello. Era una lucha, la que teníamos: ella quería alejarse, pero yo la atraía luego seguía yo, queriendo apartarme, pero ella me jalaba.
Hubo momentos en que nos faltaba el aire, pero aun así no parábamos. Sentía como mi hombría se levantaba. Habíamos terminado de tener relaciones, pero inusualmente sucederá una segunda vez. Posicioné el cuerpo de Gabriela encima del mía y ella se sentó en mi estómago. Mis manos navegaron todo su cuerpo. Desde su espalda hasta sus dos montañas hermosas y firmes hasta su preciosa cara. Me llené de ella en ese momento. Luego le hice acostarla y me puse encima de ella. Paramos de besarnos un momento, para así registrar la cara en ese momento fiel que casi nunca teníamos, pero seguimos con una intensidad que jamás había existido, a excepción de la primera vez. Besé su cuello, y con besos leves, mi boca llego a la punta de sus senos. Creo que esa parte es mi parte favorita de una mujer. Trace todo su pezón con mi lengua. Le mordí duro y luego le movía con la punta de mi lengua. Mientras mi boca estaba ocupada con un seno, mi mano jugueteaba con el otro.
Aquella escena lentamente llegó a su culminación y note en Gabriela un destello de felicidad. Cada beso que nacía de ella era como para decirme "Ya que no puedo tener a la persona que deseo, te usare a ti." Cada vez que ella pensaba eso, más esfuerzo yo ponía en el acto, con el hecho de encontrar finalmente placer en lo que hacemos.
La ausencia de un ser querido produce la corrupción del alma. La soledad trae consigo sentimientos vagos. Sin embargo, dicha corrupción y sentimientos traen a flote la verdadera naturaleza del ser humano. ¿Cómo entonces, podremos negarnos a nosotros mismos?
Con un leve gemido, me di cuenta de que ella terminó.
Después de dicho acto, descanse en su lado, riéndome de lo que acaba de pasar. Ella exhalaba con tal fuerza que también se escuchaba cierta risa y satisfacción en ello.
-Gabriela.
-Dime.
-Lo que te pediré puede que sea difícil de hacer. Pero te juro, que es lo único que te hará libre.
-Dilo.
-Quiero que le digas a todos que estás viendo aotra persona aparte de tu novio.
YOU ARE READING
Las Penas de Un Mentiroso
RomanceEl día que el destino jugó conmigo, solo estas preguntas se me vino a la mente: ¿Puedo fingir mi amor ante una amistad? ¿Se me es permitido enamorarme de alguien que no puedo? Si me enamoro, ¿estare dañando a aquellos a mi alrededor? El dia que esas...