Capitulo-.20

184 9 2
                                    

La expresión de Zayn cambió. ¿Tranquilo? ¿Qué clase de respuesta era ésa? Y, sin embargo, se dio cuenta de que era verdad. Aunque humilde, esa casita era sumamente tranquila. ¿Era eso lo que le gustaba a _____ Granton últimamente? La miró fijamente y volvió a sorprenderle lo diferente que la veía. 
La veía... en su ambiente. 
Bien, si se encontraba en su ambiente, podía prepararle algo de comer. Estaba muerto de hambre.
—Bueno, ¿voy a almorzar o no? Me conformo con un sándwich —su tono de voz cambió, igual que la expresión de sus ojos—. No sería la primera vez que me haces un sándwich, ¿lo recuerdas? 
¿Si lo recordaba? 
Sí, claro que lo recordaba... 
Al momento, la mente de _____ viajó al pasado... 

Era medianoche, habían cenado, luego habían ido al teatro y después habían paseado de la mano por el paseo a la orilla del río, a lo largo del South Bank, mientras contaban los delfines que aparecían en las farolas victorianas, mientras hablaban de nada y de todo hasta que los pies de ella, con tacones altos, le impidieron seguir andando. Zayn había hecho que un coche apareciera como salido de la nada y la había llevado a casa, y se habían dado cuenta de que tenían mucha hambre. Por eso, ella le había llevado a la cocina y le había preparado un sándwich enorme. El sándwich, en forma de torre, se había venido abajo y los dos habían estallado en carcajadas. Y entonces Zayn la había abrazado, la había besado, había vuelto a besarla... y ella había quedado embriagada de felicidad... 
El dolor del recuerdo hizo que volviera al presente. 
—Sólo tengo queso y jamón para un sándwich —le advirtió ella con voz tensa. 
No quería hacerle un sándwich. No quería verle ahí de pie tan cerca. No quería que la molestara, que la sobrecogiera con su presencia, que hiciera encoger el espacio. 
«¿Por qué me afecta de esta manera? ¿Cómo? Ya no tengo veinte años y los hombres me dan igual, pero éste...» 
Este le abrumaba. ¡Éste ejercía poder sobre ella! Cuatro años no habían cambiado nada.
Temblando, abrió la puerta del frigorífico. Al menos preparar el sándwich sería una distracción, le daría algo que hacer y desviaría su atención de él. Sacó mantequilla, jamón y queso, y lo colocó todo encima de la mesa; después, agarró el paquete de pan, sacó dos rebanadas e hizo el sándwich que él había pedido. 
Con semblante intencionadamente inexpresivo, puso el sándwich en un plato y se lo dio. Zayn lo agarró, le dio las gracias y, con un movimiento de cabeza, indicó las fresas que había al lado del fregadero. 
—¿Podría tomar algo de postre? —preguntó él. 
Sin mediar palabra, ____ puso unas cuantas fresas en un cuenco. 
—Toma tú también unas fresas —dijo él—. Venga, vamos fuera a comer. Te sacaré una silla para que te sientes. 
Sin esfuerzo, sacó una silla al jardín y ella, sin otra opción, le siguió con el cuenco de fresas en las manos. No quería compartir el postre con él. No quería compartir nada con él. No quería su compañía. Quería que se marchara y dejara de ponerla nerviosa. 
Quería que la dejara en paz. 
Durante el resto de la vida. 
Una vez más. 
El sufrimiento se transformó en un dolor físico. Perder a Zayn había sido un martirio. 
«¡En primer lugar, jamás fue tuyo! ¡Nunca! ¡Tú eras una imbécil, una estúpida egoísta! ¡Ensimismada en tus fantasías infantiles! ¡Soñando con tus patéticos y egoístas cuentos de hadas de final feliz!» 
Enojada, salió al jardín mientras trataba de deshacerse de esos pensamientos que la atormentaban. Pero el objeto de su tormento se estaba sentando delante de la pequeña mesa que ella había sacado al diminuto patio y empezaba a atacar el sándwich que ella le había preparado.
El sol pegaba fuerte y Zayn se había quitado la chaqueta del traje, que había dejado en el respaldo de la silla, y se había desabrochado el botón superior de la camisa; también se había desabrochado los puños y se había remangado hasta los codos, dejando a la vista sus fuertes y delgados brazos. 
Sophie sintió un vacío en el estómago. 
¡Qué guapo estaba! La blancura de la camisa en contraste con el moreno mediterráneo de su piel. Quería mirarle y mirarle. 
«¿Qué tiene que tanto me atrae?» 
Zayn alzó el rostro. 
—Ven y siéntate —dijo él. 
Con piernas débiles, ____ se sentó pesadamente en la silla. Cada vez sintiéndose más confusa y alterada, le vio acabarse el sándwich. Al menos, no la estaba mirando a ella, sino a su alrededor, al jardín, fijándose en la diferencia entre la parte limpia ya de malas hierbas y la que aún estaba comida por los matojos. 
Zayn frunció el ceño. 
—No era necesario que trabajaras —comentó él con brusquedad. 
¿Qué había llevado a ___ a trabajar de esa manera? No encajaba con la opinión que tenía de ella. 
—Me apetece hacerlo, disfruto con ello —respondió ____—. Esto es muy tranquilo. 
Zayn se la quedó mirando. No se la veía tranquila, sino tensa, lo notaba en sus hombros, en la rectitud de su espalda. Y seguía sin poder creer lo diferente que estaba de la _____ de unos días atrás. 
¡Ahora tenía un aspecto infinitamente mejor! Cabello revuelto, un poco de barro seco en la mejilla, una vieja camiseta... nada podía arrancarle la mirada de ella. 
¡Qué belleza! ¡Qué extraordinaria belleza! Sus ojos, la boca... todo.
Dejó de analizar y se limitó a contemplarla, sintiendo como si algo le quemara por dentro. Los recuerdos le asaltaron: ____, tan joven, tan hermosa, tan mágica... 
Ahora era más mayor, pero su belleza había madurado. Y en ese momento, sin nada de maquillaje, era como si volviera a verla por primera vez. 
Agarró una fresa, disgustado consigo mismo. 
«¡Déjala en paz! No tiene sentido mirarla, esta mujer no es para ti, nunca más». 
Se había librado de ___ Granton hacía cuatro años y no tenía intención de permitirle echar raíces en su corazón otra vez. En absoluto. ¡Al demonio con lo que ella le había hecho sentir otra vez al volver a verla! Era un deseo fatal, desastroso. Un deseo que tenía que reprimir. 
Por eso era precisamente por lo que había ido a verla. No porque quisiera verla, sino para dejarle claro que, a pesar de cubrir sus deudas, no estaba dispuesto a mimarla. ____ tenía que aceptar estar ahí, apartada de todo el mundo, privada de compañía, por mucho que le molestara. 
El problema era que no parecía molestarle... 
Al parecer, se encontraba a gusto allí. ¡Al parecer, le gustaba el trabajo manual! 
Zayn paseó la mirada por el pequeño jardín amurallado. Sí, se respiraba tranquilidad allí. 
Automáticamente, alargó un brazo y agarró otra fresa. Poco a poco se fue relajando y, sin saber cómo ni por qué, empezó a sentirse muy bien allí. Estiró las piernas, cruzándolas a la altura de los tobillos; reposó un brazo en el respaldo de la silla y continuó picando fresas. Entonces, vio a ___ extender el brazo tímidamente y agarrar una fresa también. 
-Están muy buenas —comentó él—. ¿Son de esa mata de ahí? —preguntó indicando una mata con un gesto de cabeza.
-Sí —respondió _____—. Maduran día a día. Claro que primero he tenido que deshacerme de todas las malas hierbas para que a las fresas pudiera llegarles el sol. 
-Ha merecido la pena —comentó Zayn. Entonces sus ojos siguieron a un pájaro que se estaba dando un baño de tierra. 
-¿Qué pájaro es ése? —preguntó Zayn perezosamente, indicando el pájaro con la mano. 
—Es un petirrojo. Está revolviendo la tierra en busca de lombrices y larvas de insectos. Debe de tener un nido por aquí cerca —____ estaba esforzándose por hablar con normalidad, pero era difícil. 
—¿Una madre en busca de comida para sus crías? —comentó Zayn. 
—Un padre, es macho —le corrigió ella. 
—¿Cómo sabes que es macho? —preguntó Zayn con una voz tan perezosa como relajada era su postura. 
—Por el pecho, que lo tiene rojo. Muy bonito. Atrae a las hembras. 
Zayn lanzó una ronca carcajada y luego la miró a los ojos. 
Terrible. 
Zayn sonriendo, riendo... ¿Cuántas veces le había visto sonriéndole, riendo con ella? 
«¡Por favor, Dios mío, no me permitas recordar... no me permitas recordar!» 
Ahogó los recuerdos, luchó por suprimirlos. Luchó igual que luchaba contra la imposible atracción que sentía por él. Cuatro años sólo habían conseguido hacerle más irresistible, más atractivo. 
—Entonces, ¿cómo son las hembras? —la pregunta la sacó de su ensimismamiento. 
—Sosas. Marrones. Simples. Sencillas. 
Zayn arqueó una ceja. 
—Qué curioso, qué distinto de lo que pasa con los humanos. En los humanos, la hembra es la que atrae al macho con su belleza; el macho es el animal que es soso, simple.
____ le clavó los ojos. «¡Tú, no! ¡Tú, nunca!» Enderezó la espalda en el asiento y agarró otra fresa, fijando la mirada en el fruto, no en él. 
—Dime, ____, ¿qué te parece este sitio? 
La pregunta le sorprendió. 
—¿Qué? —y volvió a mirarle otra vez. 
Zayn también tomó otra fresa.

_______________________________

Women Bought {Editando}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora