𝚂𝚌𝚊𝚛𝚢 𝙻𝚘𝚟𝚎

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Ahogando un pequeño bostezo, la joven pelinegra miró una vez más los fosforescentes números del reloj y luego la vacía y obscura carretera que se extendía ante ella. Se acomodó en su asiento y tras un chasquido disgustado, habló:

—Debimos habernos quedado a dormir allí.

A su lado, la rubia quien conducía no reprimió su carcajada al escucharle.

—Te recuerdo que fuiste tú quien no quiso quedarse —respondió aún con las manos sobre el volante.

—Cierto —asintió conciliadora—. Pero tampoco esperaba que nos llevara tanto. El viaje de ida se me hizo mucho más corto.

—Cómo no si dormiste casi todo el trayecto.

—Estaba cansada —se excusó—. Apenas había dormido por quedarme estudiando para el examen. Es normal que me durmiera, estudiar tanto agota.

—No recuerdo que la palabra "cansancio" saliera de tus labios cuando volviste y me despertaste con una mamada. Ni luego mientras lo hicimos todas esas veces.

La pelinegra rió, tenía que darle la razón en eso. Recordaba muy bien lo sucedido.

—Yo no recuerdo que te quejaras —contraatacó—. Además, había que celebrar que ya terminé con los exámenes y que estoy segura que aprobaré.

—asiente dibujando una pequeña sonrisa sobre sus labios—. Eso espero.

Sonrió. Su mirada volvió a fijarse en los números del reloj y en la obscura carretera, aunque se desviaron hacia la rubia al verle mover la cabeza de un hombro al otro con aspecto cansado. Y era lógico. Llevaban ya tres horas en ese coche.

—Me duele el cuello —le oyó quejarse.

—Estás cansada. ¿Conduzco yo?

La mirada sorprendida de la rubia se centró en ella.

—¿Tú? No, gracias. No quiero morir tan pronto.

No fueron solo sus palabras sino también sus risas lo que le hizo inflar los mofletes, ofendida. Hasta se cruzó de brazos. Todo por esa afirmación.

—Idiota —farfulló por lo bajo.

Las risas de la rubia se intensificaron.

—¿Tengo que recordarte que estrellaste el coche la primera vez que lo cogiste?

Bufó.

—No fue culpa mía. El árbol apareció de repente —se excusó.

—Claro... Como los árboles aparecen y desaparecen de la nada...

—Ese sí —afirmó testaruda.

—Sin olvidar que casi atropellas a esa pobre anciana —continuó la rubia como si no la hubiera oído.

—¡Estaba aparcando! ¿Quién le manda cruzar justo por detrás del coche? ¡Ni que la vieja fuera ciega!

—Como sea —dijo, dejándola estar—. Lo que es innegable es que has tenido tres accidentes en los cuatro meses que llevas con el carnet. Vamos, Mei, reconócelo, eres tan buena en la cama como pésima conduciendo.

La nueva afirmación le molestó tanto como las anteriores. Sí, era cierto que había tenido sus encontronazos con el coche, pero ¿y quién no? Además, estaba exagerando. Algunas de esas veces que decía solo había sido un rayón de nada.

—Como tú eres tan buena...

—Llevo más de tres años con el carnet y aún no he tenido ningún accidente —se jactó la mayor con orgullo—. Puedo conducir en cualquier situación.

[CITRUS] - Smut StoriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora