𝙻𝚘𝚟𝚎 𝚂𝚑𝚘𝚝 𝚅

2.9K 364 17
                                    

No volví a saber nada de él.

Durante una larga semana...

—¿Se han estado escribiendo?

—Sí. Pero como amigos. Ha estado una semana sin escribirme, pero hoy hemos estado todo el día hablando.

Himeko me miraba de una manera extraña, como si no supiese exactamente cómo reaccionar a lo que le estaba contando. A pesar de ser partícipe de que dejase a Tommy cuanto antes, no le hacía mucha gracia la idea de que estuviese hablando con otro chico que acababa de conocer.

—¿De verdad que sólo hablan como amigos?

Rodé los ojos cansada y asentí.

—Te lo prometo. Es un chico muy simpático.

—Yo sólo quiero que tomes la decisión que más te convenga, pero de la manera más madura posible. Todas tus acciones tienen consecuencias.

—Gracias por las lecciones de vida, Himeko, pero no creo que este sea el momento de ponerse a hablar de ello. —Nos encontrábamos en la cafetería donde trabajaba, ya que era sábado y aún me esperaba una larga noche por delante antes de terminar mi turno y volver a casa—. ¿Has terminado? —pregunté señalando su, casi vacío, batido.

—Sí, ya no quiero más.

Lo retiré y lo dejé en el fregadero antes de volver a acercarme a ella. Estaba sentada en un taburete de la barra, no en una de las mesas como los demás clientes, para poder charlar conmigo mientras yo servía cafés y batidos. Adoraba los días que me tocaba quedarme en la barra y no tener que servir a las mesas, corriendo de un lado para otro con la ansiedad en el cuerpo.

—Hay una fiesta la semana que viene. La organizan unos de la universidad.

—¿Vas a ir? —pregunté mientras llenaba una taza con el café de la máquina.

—Sólo si tú me acompañas. Ya sabes que a mí este tipo de cosas no me divierten si no estás.

Me giré levemente para mirarla por encima del hombro con una sonrisa.

—Lo que quieres es emborracharme y reírte de las locuras que hago.

Himeko soltó una sonora carcajada mientras se echaba hacia atrás en su taburete, abrazando su abdomen del dolor que seguramente le producían sus risas.

—Me estoy acordando de cuando te emborrachaste tanto en la fiesta de Tyler que cogiste a un grupo de chicos y les sentaste a todos en el suelo del salón y empezaste a explicarles las partes de la vagina para saber por qué agujero tenían que meterla —contó entre risas.

Mis mejillas adquirieron un color completamente rojo cuando un niño pequeño, sentado a unos cuantos taburetes de distancia, había escuchado toda la historia de Himeko y me miraba con un verdadero horror en sus ojos. Su abuelo, sentado a su lado, estaba demasiado ocupado quejándose por lo bajo de lo irritantes que eran la risa de Himeko.

—Himeko, para —pedí llevándome las manos a la cara para ocultar mi bochorno.

—Mei, a trabajar —me ordenó Reiko, la cual acababa de salir de la puerta de la cocina con una bandeja repleta de vasos y platos.

Asentí levemente y serví el café, aún con las mejillas rojas como tomates, al cliente que me lo había pedido, escuchando de fondo el eco de las risas de mi amiga.

...

Me alegré al entrar a la cocina y descubrir que ya no quedaba más por hacer. Me quité el delantal y lo colgué de la percha donde descansaban los demás. Reiko me pidió que antes de irme sacase la basura, así que una vez más cogí las bolsas negras de plástico y salí con mi bolso colgado de un hombro, intentando mantener el equilibrio debido al peso que llevaba encima.

—¿Te ayudo?

—¡Ay, por Dios! —grité asustada cuando aquella figura oscura se aproximó a mí e intentó coger una de las bolsas.

—¿Tan feo soy? Ya es la segunda vez que te asustas cuando me ves —comentó la voz masculina, la cual reconocí al instante, con tono burlesco.

—Sí —respondí irritada y me agaché para coger las bolsas que había tirado.

—Fingiré que no me ha ofendido ese «» tan directo y volveré a ofrecerte mi ayuda. —Se agachó a mi lado, ambos de nuestros rostros a pocos centímetros de distancias—. ¿Puedo ayudarte? —casi susurró, provocando que la piel de mi brazo se erizase.

No pude evitar contener la respiración un instante antes de responder.

—Está bien.

Yuzu me dedicó una dulce a la vez que divertida sonrisa y cogió dos de las tres bolsas antes de levantarse y arrojarlas al contenedor correspondiente. Una vez hubo terminado, me ayudó con la que faltaba.

—Gracias —murmuré recogiendo un mechón de pelo que se había escapado de la coleta detrás de mi oreja—. ¿Qué haces aquí? —me atreví a preguntar.

—He venido a verte.

No era la respuesta que me esperaba, pero me gustó más que las otras que tenía en mente.

—Pues... hola —saludé incómoda.

—Hola —sonrió él, metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero—. Ya has terminado de trabajar, ¿verdad?

—Sí, me iba ya a casa.

—¿Quieres que te lleve? —ofreció, mi corazón comenzó a latir con fuerza, golpeando mi pecho como si fuese a romperlo.

—No hace falta, cogeré el autobús.

—Insisto.

«¡Para no!» me decía mi cerebro.

—Vale —accedí finalmente, viendo como una sonrisa se dibujaba en su boca.

«¡Idiota!»

—¿No te vas a poner casco? —pregunté comenzando a arrepentirme de haber aceptado cuando vi que se subía a su moto sin haberse puesto antes la protección correspondiente.

—Conduzco muy seguro, no necesito casco —dijo con confianza.

—Ya, bueno... siento hacerte spoiler, pero resulta que si nos caemos... nos matamos.

—No nos vamos a caer. Y no hay ningún coche a estas horas. Confía en mí.

—Confío más en tirarme en paracaídas que subirme a esa moto contigo.

—Oh, vamos. ¿Acaso tiene usted miedo, señorita?

«Uy, creo que voy a desmayarme aquí y ahora».

La forma en la que lo decía y aquella sonrisa picarona hacían que una frase tan normal sonase sensual y atractiva. No pude evitar que mis piernas me mandasen mensajes de que pronto iban a fallar e iba a caer al suelo de bruces.

—¿Miedo? ¿Yo? —me señalé nerviosa, comenzando a sudar. «¿Miedo de la moto o miedo a enamorarme de ti? No, calla».

—Ven, sube —me extendió su mano con una sonrisa.

[CITRUS] - Smut StoriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora