𝙿𝚊𝚜𝚝𝚎𝚕 𝚍𝚎 𝚌𝚑𝚘𝚌𝚘𝚕𝚊𝚝𝚎

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The 1975 - Chocolate

El timbre de descanso sonó en la Academia Aihara en instantes la cafetería fue invadida por el ruido de los platos y cucharas. Conversaciones iban y venían. Una mesa muy animada al fondo hablaba de amoríos, chismes y cosas absurdas; la clase 1-A estaba ahí llenándose la boca con la comida salada del menú en medio de risas, contando el chiste de dos idiotas ciegos. Por el contrario el vacío del silencio invadía una pequeña sala de té que se ubicaba un piso arriba. Dos de los estudiantes más destacados estaban sentados en un sillón uno a lado del otro. El color amatista y verde de sus ojos dirigían su atención al objeto exótico sobre la mesa de té. Uno de ellos miraba incrédulo el asunto y la otra solo tenía una cara de pocos amigos.

Mei Aihara observó el objeto cúbico hecho de cartón. Era una hermosa caja color turquesa muy llamativa; llevaba un par de minutos mirándola como si fuera la caja más rara del mundo. Tenía alrededor un listón de encaje naranja muy chillón como el color de los corales terminando con un moño pomposo encima. El chico de cabello rubio se acercó con dudas a la caja, desató con cuidado el moño como si fuera una cinta explosiva que la mantenía cerrada, quito la tapa con delicadeza y asomó la vista a su interior. Sus enormes ojos verdes parpadearon procesando en su cerebro la figura circular y cremosa que se presentaba. Olfateo un poco y el aroma a cacao se impregnó en su nariz. Yukki se preguntó cuál era el asunto de todo esto. Dio un vistazo a su pelinegra acompañante quien estaba muy callada y juiciosa. Eso era muy raro y sospecho de su identidad. Le clavó los ojos de una manera obsesiva y penetrante parecía que los ocultaba a través del uniforme. La pelinegra reaccionó a su irritante mirada de búho y rodó los ojos como si dijera: "Eres un idiota" entonces cruzó los brazos y chasqueó la boca

—¿Qué es eso? —Por fin Yukki habló señalando el interior de la caja.

—¡Que no ves! ¡Es un pastel, torpe! —Mei de inmediato alzó la voz. Yukki tenía la linda virtud de hacerle perder la paciencia.

—¿Es para mi? —preguntó señalándose a si mismo.

—Ya te dije que sí —gruño aun con los brazos cruzados.

—¿Y por qué me regalas un pastel? —dijo desconfiando. Una vez Matsuri robó sangre de Nene y no quería bajar la guardia. Cajas coloridas y pasteles dulces no pegaban con su amiga de la infancia —¿Este pastel es para mí? —volvió a preguntar —¿Cuál es el truco? ¿Qué tiene?

—¡No hay truco! ¿Estas ciego! ¡Solo es un maldito pastel de chocolate! —contestó a gritos. Acaso no era evidente el pan oscuro y la corona de crema de avellana encima. No entendía porque ese chico la irritaba tan fácil.

Yukki al oír el tono de sus clásicos gritos confirmó que era la autentica Mei. Y enseguida apareció ese viejo hábito de llevarse una mano sobre el mentón. Murmuró y analizó los posibles motivos que llevaron a su amiga de la infancia a traer ese pastel a la escuela; en ese viernes específico, a esa hora del almuerzo y en esa sala donde se reunían a beber té con sus amigos.

"¿Es el día de mi cumpleaños? ¡Imposible! Yo lo sabría. ¡Acaso es un regalo de San Valentín! ¡Ah! ¡Qué tontería aún falta una semana para eso y Mei nunca da regalos! ¡Ah! ¡No puede ser! Acaso es una disculpa por la rudeza de anoche... "

Yukki se ajustó de manera tímida el nudo de su corbata roja. Escondió por reflejo las marcas que los salvajes labios de Mei dejaron ayer. Marcas en su cuello que eran la evidencia de rendirse a sus hormonas de adolescente. Marcas rojas de besos que nadie debía conocer ya que su "juego" era un secreto. Un juego que empezó una noche de estudios en su habitación y después de tres meses aún no tenía un nombre.

Yukki sacudió sus pensamientos y de inmediato la idea de la disculpa fue descartada. No era la primera vez que su compañera de juegos se dejaba llevar por el calor y las caricias sin controlar sus ansias de comerlo. Mei lo besaba por todas partes y olvidaba que no debía mordisquear su piel. A veces se ponía muy intensa. Lo empujaba a la cama, lo volteaba boca abajo y se trepaba encima para besar la curva de su espalda. Subía a morder sus hombros y darle besos que se pintaban rojos en su yugular. Por último el cuerpo se llenaba de tensión a causa de su lengua lamiendo su oreja y la pelinegra remataba con su voz dominante y sexy susurrar:

[CITRUS] - Smut StoriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora