Emily

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Oswald celebró el haber superado la fiebre y la infección de la oreja con un pavo entero con pan y frutos secos, comprado con un montón de monedas que él y sus amigos habían conseguido en una fuente frente al edificio del ayuntamiento del pueblo. Los tres niños estaban regresando alegremente de su exitoso viaje en la plaza con un pavo de tamaño mediano, así como una bolsa de bollos castañas calientes, caminando por las calles aledañas para evitar algún problema y llevando los alimentos en una bolsa de basura para camuflarlos mejor.

―Esperemos que cuando lleguemos, el señor Ryder ya haya puesto el fuego, no puedo esperar para comer―decía Zenox mientras saboreaba una castaña en su boca con una sonrisa. A su lado, Oswald también estaba sonriente y bastante animado: Casi no sentía dolor en la oreja y le encantaba como brillaba bajo el sol, según Félix y Zenox.

Doblaron hasta el abandonado callejón donde estaba la guarida de Flynn Ryder, notando que algo no estaba bien... Oswald agarró del cuello a Zenox, haciéndole detenerse en seco. Antes de que el cabbit naranja preguntaba qué había pasado, Oswald le tapó la boca y le dijo que guardara silencio, luego los hizo moverse lentamente por el callejón oscuro y solitario, que parecía tener un aire que no tenía antes... Era como si algo muy siniestro estuviera esperándolos al final del recorrido. Los tres niños caminaban lo más silenciosamente que podían, apenas atreviéndose a respirar, armados con un par de palos que habían encontrado casualmente en el suelo, acercándose cada vez más, hasta llegar al borde de la entrada de la guarida. Félix, valientemente, se atrevió a asomar la cabeza en la entrada... Luego ahogó un grito.

―Chicos, tienen que ver esto―susurró con voz extrañamente aguda. Zenox respiraba de forma entrecortada. Oswald contenía la respiración: ¿Hubo algún ataque? ¿La manada de Golfo los estaba buscando y los encontró? El conejo negro y el cabbit naranja dieron un paso adelante, asomando sus cabezas también... Un silencio aplastante los consumió:
Todo el lugar estaba revuelto y desordenado y patas arriba, como si alguien (quizás Golfo y sus esbirros) hubiera registrado el lugar de arriba a abajo. Los pocos enseres como cazos, botellas y algunos muebles raídos y cajas recogidos de los vertederos estaban o bien dispersados por el suelo o hechos pedazos... Sin embargo, lo que más les causó pavor a los niños fue una enorme mancha de sangre en el suelo, como si alguien hubiera tenido una horrible pelea... Y había perdido o más bien, masacrado a su oponente. Las mismas manchas se veían, horrorosamente claros, en las paredes grisáceas, mostrando un ambiente macabro... Luego, los ojos de Félix, mejor acostumbrados a la oscuridad, se posaron en algo que lo hizo ponerse a temblar entre sus amigos, para luego señalar al suelo, donde, al lado de la gran mancha de sangre, había un trozo de tela... Aunque aterrado, Oswald se atrevió a entrar y acercarse al trozo de tela, mirando a varios lados para asegurarse que no hubiera nadie que ellos... Al asir el trozo de tela, manchada y rasgada, se dio cuenta que era un chaleco azul, asombrosamente parecido al que usaba Flynn Ryder.

Entonces, ¿dónde estaba él? Era lo que se preguntaban los pequeños, sin atreverse a decirlo en voz alta.. Definitivamente, algo había pasado, pero no se atrevían a quedarse para averiguarlo, menos cuando la guarida devastada tenía el mismo aire siniestro que el callejón... No sé sentían para nada seguros quedándose allí.

Caminaron por varias calles albergando la esperanza de ver a Flynn Ryder, pero no había ninguna señal. Terminaron sentándose en un bordillo de una calle poco transitada. Fue sin duda una comida penosa, las especias del pavo asado y el dulzor del pan y las castañas no pudieron cubrir el mal sabor de la incertidumbre y el desamparo

...

Nunca supieron que había sucedido con Flynn Ryder. No había ningún rastro, ninguna señal, solo su consabido chaleco azul manchado en sangre. Ante esa imagen, sólo pudieron imaginarse lo peor. Lo buscaron en varias partes de la ciudad, preguntando a varios vagabundos y otros sujetos de oscura reputación si lo habían visto, entre ellos su amiga Drizella... Todos les dieron testimonios diferentes: Algunos decían que se había ido en alguno de los trenes para buscar fortuna en otro lugar; otros decían que, debido a unos problemas con otros ladrones, se había largado a otro sitio; uno llegó a decir que él siempre había querido buscar a su princesa de largo cabello encerrada en una torre... y otros, que había sido arrestado por la policía. Pronto los niños se habían rendido. No se estaba por ninguna parte, y sólo quedaba imaginar su destino.

Van Helsing I: Bautismo de sangreWhere stories live. Discover now