Dádivas

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Oswald, Félix y Zenox corrieron hasta los límites del río, a esa hora con una inusitada calma a pesar de los ruidos de gritos de los aldeanos detrás de ellos, sin duda en estado de pánico. Aparte de las curiosas bombas de humo, los amigos llevaban palos y pequeños cuchillos en sus bolsillos... Así como gajitos de ajo en sus bolsillos (por si acaso). El sendero estaba oscuro y se guiaban gracias a la capacidad de Félix de ver en la oscuridad. Los tres estaban nerviosos, Oswald especialmente, su boca estaba apretada tratando de evitar pensar en el peor escenario para la señora Tweed: Ella estaba viva... Sin embargo, al momento llegar al viejo puente que daba al bosque (Una construcción de piedra caliza que estaba medio derrumbado debido a la falta de mantenimiento), los niños notaron que Darkwing no estaba en ninguna parte... Félix se volteó a mirar a Oswald con las cejas arqueadas. El conejo iba a decir algo, pero una voz áspera se les adelantó.

― ¡Al fin llegan! ¿Van a hacer lo que tienen que hacer? Los estaré esperando afuera.

― ¿Dónde está usted? ¡Déjese ver! ― exclamó Félix entre confusión e irritación, tratando de ver algo; en las sombras, se oyó una risa entrecortada.

― ¿Y arruinar mi entrada? Eso no es lo que un cazador de mi experiencia hace. Les falta mucho para entrar en el oficio ―replicó Darkwing con tono displicente―.  Adelante, vayan. Y no dejen que los muerdan.

Oswald abrió la boca para contestar, pero Zenox lo agarró de un hombro, haciéndolo desistir. Aún con el ceño fruncido, el conejo siguió a sus amigos hasta el borde del río, donde estaban una de las columnas que conformaban la base del puente, rodeado de grandes trozos de piedras (pedazos del mismo puente) llenos de musgo, a un lado de la base del puente, había un túnel hecho de hierro oxidado, sin duda la salida de la alcantarilla. Los tres niños se miraron por un momento, dubitativos: Definitivamente podían entrar allí, pero la oscuridad total sumado al hedor de aguas estancadas y demás desechos no era algo muy tranquilizante... Pero en ese instante oyeron voces a lo lejos, sin duda de parte de los ciudadanos que (de alguna forma, pensó Oswald con una sonrisa) Ortensia había convencido de reunirse allí y esperar por la "señal" ... La cual sería sacar a la señora Tweed, los rehenes... Y lo que fuera que los retuviera dentro. Bajaron al lecho del río y se colocaron en la entrada, con Félix y sus ojos como linternas guiando el camino, luego Zenox y finalmente Oswald con sus orejas en alto para captar cualquier sonido extraño.

El túnel era estrecho y tenían que ir en fila india, agarrándose de las ropas del otro para no separarse. No tenían que agacharse mucho, pero aun así era incómodo, especialmente al avanzar entre agua fangosa y paredes llenas de moho. El olor era penetrante, y los amigos hacían un esfuerzo en no vomitar la cerveza que habían bebido, respirando más que nada por la boca. Después de unos minutos, Félix se detuvo, mirando a sus amigos.

―Veo algo allá al fondo. Parece como una cámara. Estén listos. ― les susurró. Oswald y Zenox asintieron, sacando sus palos y puñales. El gato dio una cabezada y continuó. Los niños vieron un resplandor tenue al final del camino, por lo que se apresuraron. Al llegar allí, se detuvieron, dejando que Félix asomara la cabeza para echar un vistazo. Unos segundos después les hizo señas a sus amigos de que miraran también:

Se trataba de una cámara de piedra verdosa con techo abovedado, cuyo resplandor provenía de un agujero con rejillas en el techo donde se filtraba la luz de la luna. En el centro había un largo canal cuadrado que cruzaba todo el lugar, sin duda hecha para que el agua de alcantarilla pasara hasta el túnel de salida... Aparte de otro túnel que estaba al extremo de la hendidura (y el cual era el único camino a seguir), lo más inquietante eran extraños tapices en las paredes, de color rojo y con una extraña cruz de color dorado... Definitivamente había alguien (algunos) viviendo allí abajo, en medio de ese hedor.

Van Helsing I: Bautismo de sangreWhere stories live. Discover now